La masacre de Cajamarca y el derecho a la verdad

Para esta y otras miles de familias cuyos seres queridos fueron asesinados en circunstancias similares durante el conflicto, la verdad está muy lejos de saberse, pues parece ser que en el ánimo de los conocedores de estos crímenes no existe la intención de esclarecer y reconocer lo sucedido.

El 10 de abril de 2004, cinco personas (dos adolescentes de 17 años, un joven de 24, un niño de 14 años y un bebé de seis meses) fueron asesinadas por una patrulla del Ejército en la vereda Potosí de Cajamarca. Ese también había sido escenario meses atrás (en noviembre de 2003) de otra masacre por parte de militares que se hicieron pasar por autodefensas del Bloque Tolima para robar y matar a campesinos de la región.

En aquella época, el entonces presidente Álvaro Uribe se desplazó hasta esa población y aseguró: “Estoy convencido de la buena fe del Ejército en esta equivocación. Si se tratara de un Ejército violador de los derechos humanos, quienes dispararon contra los campesinos, habrían buscado el ocultamiento, la mentira o la desaparición de los cadáveres”. 

Los soldados fueron juzgados y se comprobó que no se trató de una “equivocación”, sino que los campesinos fueron asesinados en condiciones de indefensión y que el joven de 24 años, que había sobrevivido a los disparos iniciales, fue rematado porque “los muertos no hablaban y había que rematarlo”, según el testimonio de uno de los soldados ante la justicia. 

Este trágico episodio volvió a la memoria de los tolimenses por la nueva versión que dio el expresidente Uribe al padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad. En esta ocasión, el ex jefe de Estado reconoció la masacre y dijo que fue engañado: “Yo visité Cajamarca y, me da mucha tristeza decir esto, me engañaron los soldados. Porque el día que yo llegué allí, me dijeron que unas personas habían fallecido en combate con las Farc y resultó que no fue así. Cuando leo las piezas judiciales que hay sobre el tema, hay sombras”; sin embargo, era por lo menos sospechoso que se registrara un combate con la guerrilla en el que participaba un bebé de seis meses.

En torno a esta masacre persisten muchas dudas: en su momento se dijo que la familia salió en medio de la noche en busca de un  médico para el bebé que estaba enfermo, pero los familiares que llegaron a la casa posteriormente encontraron platos de comida servidos y apenas empezados, los animales no estaban encerrados y las puertas estaban abiertas; además, las víctimas no llevaban la pañalera del niño ni ninguna clase de documentos de identificación. Para esta y otras miles de familias cuyos seres queridos fueron asesinados en circunstancias similares durante el conflicto, la verdad está muy lejos de saberse, pues parece ser que en el ánimo de los conocedores de estos crímenes no existe la intención de esclarecer y reconocer lo sucedido.

 

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