No todo vale en las fiestas

Es necesario revisar horarios, actividades, permisos, ubicación de tarimas. En pocas palabras, hay que recuperar el control.

El Tolima está pasando por un episodio dramático y doloroso, durante una época pensada para el regocijo, el festejo y la recuperación de las tradiciones. El pasado fin de semana sucedieron hechos que ameritan reflexión, en especial, por parte de nuestros gobernantes.

El más grave fue la dolorosa tragedia del Espinal, donde el desplome de una corraleja ocasionó la pérdida irreparable de cuatro vidas y dejó centenares de heridos, que obligaron el despliegue de personal y altos costos hospitalarios. Además de registrar el desplome de los palcos, los videos también mostraron el grado de salvajismo de algunos asistentes que, seguramente atiborrados de licor, mataron un toro a puñaladas y golpes. 

En Ibagué, pese a los anuncios de que no se permitirían jinetes alicorados y que habría controles a lo largo del recorrido, la cabalgata sanjuanera resultó un desastre; dejó decenas de caballos maltratados y jinetes lesionados. Fue tan cruel el trato que recibieron los animales que el mismo secretario de Gobierno de Ibagué salió a expresar su indignación y a decir que se prohibirán estos eventos.

Con la apertura de bares y discotecas las 24 horas, el número de personas alicoradas aumentó y, con ello, el número de riñas y accidentes de tránsito, con saldo de lesionados, que obligan a redoblar los esfuerzos de las autoridades y ocasionan el colapso de los servicios hospitalarios.

Con el argumento de la diversión, después de dos años de restricciones y de encierro, y de la reactivación de la economía, las autoridades del Tolima están permitiendo toda clase de eventos, sin planificación, sin control, sin medidas de seguridad y sin límites. 

Las privaciones y las pérdidas económicas no pueden ser una patente de corso para que los empresarios, comerciantes y ciudadanos hagan lo que quieran sin ninguna clase de límites. ¿Cuánto les cuesta a los municipios y a la Gobernación aumentar el pie de fuerza policial? ¿Cuánto cuestan los accidentes? ¿Cuánto la recuperación de los heridos? ¿Cuánto se pierde en incapacidades laborales? ¿Cuánto cuesta reparar los destrozos? ¿Cuánto se retrocedió en cultura ciudadana?

Nuestros dirigentes, tan preocupados por el buen nombre de la ciudad y del Departamento, no calcularon los riesgos de permitir una celebración descontrolada. La imagen del Tolima resultó seriamente deteriorada; las principales agencias internacionales y los más importantes medios de comunicación del mundo publicaron la noticia del desplome de los palcos; ¿cuánto se perjudicó la región al exponerla en los medios internacionales como escenario de eventos desorganizados, inseguros, sin planificación, sin control y con maltrato animal incluido?

A pesar de la tragedia y de lo ya sucedido, aún se pueden aplicar correctivos; queda una semana de celebración. Es necesario revisar horarios, actividades, permisos, ubicación de tarimas. En pocas palabras, hay que recuperar el control.

El Nuevo Día

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