La transición no puede ser incertidumbre

Como colombianos y tolimenses, nos sabemos muy responsables frente a la amenaza ambiental, pero en aras de luchar contra ella, no podemos aceptar que penda sobre el país la fatídica espada de Damocles.

Una vez más la ministra de Minas y Energía, Irene Vélez, puso de cabeza al sector energético nacional en Colombia, al declarar esta semana que termina, desde Davos, Suiza, nada menos que en el seno del Foro Económico Mundial, la intención del Gobierno Nacional de no suscribir nuevos contratos de exploración de petróleo y gas en Colombia. El lugar, la circunstancia y el contenido de la intervención de la ministra reavivó una espinosa discusión que desde hace meses se da en el país y que surge del corazón mismo del proyecto de país de Gustavo Petro: la transición energética.

Pero la propuesta del Gobierno, entre otras cosas por las persistentes imprudencias comunicativas de los mismos funcionarios, está pasando de una discusión científica y programática a un enfrentamiento cada vez más álgido con sectores que, quiérase o no, seguirán determinando por algunos años el curso de la economía nacional, por lo que cualquier declaración de intención, en un tono de choque, como lo acaba de hacer (de nuevo) la ministra Vélez, suscita de inmediato, y con razón, la reacción igualmente fuerte de los gremios que, no solo se sienten amenazados por las posturas oficiales, sino que entienden que así mismo se puede estar poniendo en entredicho la estabilidad económica de todo el país en los próximos años.

Y aunque el mismo presidente Petro y el director de Crédito Público del Ministerio de Hacienda salieron a moderar la áspera declaración de la ministra Vélez, lo cierto es que para un departamento como el nuestro, la decisión de suspender radicalmente la expedición de licencias de exploración petrolera, mucho más que una transición energética, significa un camino hacia, por lo menos, la incertidumbre económica y, seguramente, la crisis o la quiebra de sectores y municipios que, aunque han tenido siempre otras actividades productivas, especialmente las agropecuarias, se han beneficiado históricamente del sector.

Nadie niega la importancia de prever nuevas fuentes de ingresos frente a una realidad energética cambiante en el mundo, pero lo que se ve a las claras como una imprudencia de proporciones faraónicas es la idea que insiste en dar la ministra de Minas, de una cancelación abrupta de la opción de exploración y explotación de petróleo y gas. Como colombianos y tolimenses, nos sabemos muy responsables frente a la amenaza ambiental, pero en aras de luchar contra ella, no podemos aceptar que penda sobre el país la fatídica espada de Damocles.

 

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