El valor de la prensa regional

Columnista Invitado

Hace pocos meses tuve el gusto de conocer a Guillermo Pérez, abogado, periodista y experto en política. A diferencia de sus colegas más jóvenes, es un librepensador con sólida formación humanista. Por eso, muy seguramente, es que en El Nuevo Día en vivo, el programa que dirige, Perezcopio, cuenta con distinguidos académicos, empresarios, políticos, etc, que asisten para realizar sesudas reflexiones sobre el devenir del país. Cuando asistí, hablamos de la lucha contra la corrupción.
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A partir de entonces empecé a leer el diario Ibaguereño. Encontré editoriales independientes, reflexivos y de excelente tesitura que comparten espacio con los reportes actualizados de las noticias nacionales e internacionales. El diario, además, le sigue el pulso a lo regional con suma diligencia y con un ritmo vigilante más no estridente. Todo ello induce a su lectura sin prevención y por el contrario, con el interés de conocer otra perspectiva de país.

Antaño la prensa nacional lo copaba todo. Se confiaba en lo que decía y en cómo lo decía, independientemente de su orientación ideológica o partidista. Sus propietarios, poderosas e influyentes familias, se movían en los mismos círculos de los gobernantes pero con base en premisas infranqueables: el respeto al Estado de Derecho y a la democracia, y en ese sentido su contribución en la construcción de nuestras instituciones civilistas es innegable. Esa legitimidad se ha venido a menos: perdieron el monopolio de la información que hoy es bien de uso común, al que se accede en cualquier momento con solo activar el celular que nunca se abandona. Múltiples portales con diferentes perspectivas, informan y opinan de manera informal e independiente, y a veces también, irresponsable. Estos reflejan el sentir de los ciudadanos de la calle por su mayor espontaneidad, sin sede, sin empleados, sin grandes inversiones, sin línea editorial, pero con gran entusiasmo. Existen porque quieren decir algo.

En el entretanto la prensa nacional se deja financiar por el gobierno y éste entonces compra sus causas y enemigos; los semanarios arman foros para hacerse a los recursos públicos, así les toque promocionar a funcionarios mediocres y a pesar de la crisis, no toda culpa de los cibermedios, resultan solo estratégicas inversiones para empresarios multimillonarios. Nada de esto juega a favor de su credibilidad.

La prensa regional, en cambio, El Nuevo Día, El Otún, La Nación, El Heraldo, El Universal y tantos otros, de manera más discreta, preservan su papel en la democracia. Dan cuenta del devenir local y nacional sin confundirse con el gobernante, preservan entonces la independencia que los hacen más confiables para periodistas con P Mayúsculas como es el caso de Alberto Donadio. Otros que juegan en canchas locales pero con prestigio nacional son Heriberto Fiorillo, Óscar Montes, Jesús Oviedo, Guillermo Pérez y varios más, que son el fiel de la balanza de esa prensa que se moderniza sin tener que afrontar profundos cismas, se redimensiona sin verse abocada a la quiebra, se digitaliza sin satanizar las plataformas. A esa prensa se le rinde con gusto sentido homenaje. Felicitaciones para El Nuevo Día, y que vengan muchos nuevos días más por el bien de la democracia colombiana.

SANDRA MORELLI

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