La mujer del corazón transparente

Crédito: Suministrada - EL NUEVO DÍA
La ibaguereña Elvira Gaitán de Alvarado dejó una gran huella entre sus conocidos y allegados, en campos como el político y social, por ello, los homenajes continúan como lo hará su legado de ayudar desinteresadamente, para construir una sociedad mejor.
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No olvido la primera vez que vi en la prensa el nombre de Elvira Gaitán de Alvarado. Fue en el diario El Cronista que dirigían Rafael Caicedo Espinosa y Pablo Casas Santofimio, por allá en los años sesenta. Marrum Kairuz, destacada periodista ibaguereña, escribió un texto sobre las mujeres que hacían vivir a Ibagué, fechado el 22 de diciembre de 1963.

Yo vivía en el barrio Interlaken de Ibagué, también, los abogados Miguel Ángel García, Gregorio Rudas y Germán Alvarado, a quienes solía buscar empujado por el afán propio de un joven que inicia sus estudios de Derecho. Germán presidía el Tribunal Superior de Ibagué, pero en mi casa se mencionaba más a su esposa Elvira, por su amistad con mi madre.

No tuve cabal conciencia de su importancia en la ciudad, hasta cuando leí su nombre en el artículo de prensa: “Presidenta diocesana de la Acción Católica, delegada al Congreso Nacional de Acción Católica, vicepresidenta del Comité Interamericano de Mujeres en Ibagué, delegada al Congreso Bolivariano de Voluntariado, Fundadora del Secretariado Nacional de Voluntarias y miembro del Directorio Departamental Conservador”.

Desde entonces, el nombre de Elvira Gaitán de Alvarado comenzó a girar, amablemente, en torno a mis inquietudes políticas. Tal vez sin mayores razones, pues mi familia no fue víctima de la violencia del medio siglo, yo guardaba reservas frente a lo que consideraba el sectarismo conservador. Pero quizás tendría que revisar ese juicio, si una mujer de la suavidad y la finura de Elvira Gaitán de Alvarado era miembro de ese directorio político.

Además, cualquier prevención se fue desvaneciendo en virtud de los acuerdos del Frente Nacional. En el referido texto de El Cronista se leía: “Esta mujer es fantástica en política. Se dedica a suavizar situaciones, a aconsejar, a llevar luz. Su nombre es símbolo de señorío y marca de paz”.

Me llamó la atención el hecho de que hubiera puesto su liderazgo al servicio de los demás, sin pedir nada a cambio, ni remuneración alguna, ni reconocimiento. “Eso es enseñar con el ejemplo” dijo mi madre. Y agregó: “Así es el verdadero voluntariado. Además, Elvirita tiene un corazón transparente”. Nunca olvidé aquella frase y alguna vez le narré la anécdota cuando, un lustro después, formamos parte del gabinete del gobernador Ariel Armel.

Desde entonces mantuve con ella una relación de amistad, muy cara para mí y, tal vez, para ambos. Se enriqueció en virtud del mutuo cariño que se profesaban con Blanca Helena Arbeláez, la madre de quien fue, más tarde, mi esposa: Helena Constanza la quiso entrañablemente y la admiró sin reservas. Entre ellas hubo siempre un vínculo afectuoso, amable, cálido, el cual se transmitió a sus hijos.

Con ellos, todos sin excepción, conservamos un trato fraterno que, permanentemente, se renueva en el cáliz del espíritu. Gonzalo, Elvira Lucía, Martha, Iván, César, Pilar, Fernanda, Tino, Felipe y sus respectivas familias saben cuánto nos duele su partida y cuánto sentimos su ausencia.

Elvira de Alvarado fue toda Institución. Por cuenta de la actividad pública alternamos, desde orillas distintas, coincidiendo siempre en la necesidad de procurar consensos. Nunca dudamos que la política es el sustituto de la guerra. Pero, además, ella nació y vivió en medio del derecho. Su ilustre padre y su ilustre esposo proyectaron su ilustre imagen sobre el Tolima y sobre el país a través de la ciencia jurídica.

En esa herencia patricia abrevó el afán estudioso de sus hijos: De los que son abogados y de los que no lo fueron. Todos ellos son herederos de una estirpe construida a base de idoneidad profesional y de talento; de vocación solidaria y de afirmación ética. Un óleo del jurista Gonzalo Gaitán, su padre, adorna las paredes de la sede de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, que es hoy alero fundamental de mis preocupaciones intelectuales.

Elvira Gaitán de Alvarado terminó siendo una mujer-símbolo: Lo fue de la mujer tolimense de su generación y de las generaciones próximas a ella. Lo fue de la solidaridad que, en el ambiente cristiano de su existencia, desdobló sobre los humildes para servirlos con denuedo.

Lo fue de su familia, con creces, hasta el punto de que lo seguirá siendo por generaciones. Marrum en su texto y mi madre en su frase, estaban de acuerdo, sin proponérselo, pero lo dijeron de manera distinta. La una escribiendo en el periódico: “Con ella la política se torna dulce y agradable porque Elvira de Alvarado no conoce la pasión ni el odio”. La otra exclamando en su casa: “Elvirita tiene un corazón transparente”. Ambas sabían que Elvira de Alvarado era ya un símbolo. Y todos sabemos que los símbolos no mueren.

En memoria de Elvira Gaitán de Alvarado.

Credito
AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

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