Niños de colores libran a su papá de la muerte

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
A Genaro Aristizábal, el actor de Los colores de la montaña, lo salvaron sus hijos, también actores en esa película, de morir a manos de paramilitares.

Granadino fue una de las miles de personas que el conflicto armado empujó fuera de ese municipio antioqueño, al punto casi de desocuparlo.

Corría 1999, Genaro vivía con su familia en la vereda Quiebradona, a 20 kilómetros del sector urbano. Sus hijos, Alfonso y Elizabeth, lo acompañaban uno de los cincuenta sábados del año al mercado. Para llegar allí, tomaron un bus escalera.

En algún punto del trayecto, un grupo de guerreros vestidos como los militares bloqueaban la vía y ordenaron al conductor que se detuviera, eran paramilitares.

Los armados dispusieron que algunos hombres, entre ellos Genaro, los acompañaran a un sitio apartado del grupo. Dieron la orden de que alguna mujer recibiera a los niños para que nuestro héroe se fuera con ellos.

Era la muerte la que lo esperaba. Consciente de eso, Genaro se abrazó a ellos, dilatando un poco y otro poco aquel último momento. Nada les dijo. Ya habían fusilado a dos de los primeros hombres que descendieron del bus.

De pronto, otro carro apareció en la carretera. Los paramilitares lo hicieron detener. Otra vez el drama de bajar a los pasajeros y la elección de los condenados a muerte... y se armó la confusión. Todos corrieron en desbandada y así, Genaro se libró de morir.

Documentales de sorpresas

Esta es la sinopsis del documental ‘Un viaje sin final feliz’, de Gustavo Castaño, ganador en el séptimo Festival Internacional de Cine de Oriente, Rionegro Guatapé, que se efectuó este mes, con Alemania como país invitado. Más de 40 documentales se juzgaron en esta oportunidad.

“Ya Genaro venía diciéndome que me contaría una historia que ni sus mismos hijos sabían”, cuenta Castaño.

Fue grabando el documental y ahí delante de las cámaras, que sus hijos se enteraron de la historia. Ellos eran demasiado chicos entonces como para tener algún recuerdo claro de ese viaje sin final feliz.

También sorpresiva para ellos, es una parte de la obra en que Genaro acude al sitio de los hechos. Nadie le había preguntado que se proponía hacer con dos maderos que cargó hasta allí. Al llegar al sitio, después de inspeccionar por aquí y por allí para estar seguro del lugar preciso, formó con ellas una cruz y construyó con sus manos un calvario, que nunca tuvieron esos dos amigos suyos.

Otro segmento emotivo es que el padre les muestra el pueblo, Quebradona, a los dos niños. Nacidos allí, tras aquel episodio de horror huyeron con su mamá y su papá hacia Medellín, dejando su tierra. “Creían que la casa estaría en ruinas, pero la encontraron en pie, aunque con varias cicatrices de balas”.

El documental, con duración de media hora, tiene música de Gabriel Caro. Un bambuco, titulado Los Andes.

“Si el cine de argumental es un ejercicio que, por lo general, deja pérdidas, el de documental, dos veces más —dice Castaño—. Por eso, el único aliento que tenemos los documentalistas es que, por lo menos, se vea nuestro trabajo”.

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