‘Niebla al mediodía’, la nueva novela de Tomás González

REVISTA ARCADIA - EL NUEVO DÍA
La extrañeza recorre una vez más un libro de Tomás González. Como quien se sienta sobre un zabuton para practicar meditación zen, hay una incomodidad permanente. Una especie de desconcentración exasperante ocurre a medida que uno se va sumergiendo en la vida de los cuatro personajes sobre cuyas voces está armada la novela. Concurrir a la conciencia no es un asunto fácil.

Y uno es testigo, a través de cuatro miradas, de la conciencia -o inconsciencia, quién sabe- que tienen los personajes de lo ineluctable de las relaciones. De lo torpes que podemos ser los humanos cuando amamos.

Quizá, pensará, desde su casa en el campo en Cachipay, si uno no es capaz de vivir con uno mismo, nunca será posible entenderse con otros. ‘Niebla al mediodía’ tiene título de haiku. Sé que a González, quien practica con regularidad el zen, le molestan sobremanera los lugares comunes. Quizá también las exégesis de ocasión como la que se me ocurre después de terminar su novela.

Podría decir que es sobre el amor, la naturaleza, el clima o sobre cómo el clima y la naturaleza deciden sobre nuestras emociones. O sobre cómo uno puede irse lo más lejos que quiera para darse cuenta de que uno se lleva a cuestas. O sobre mirar la oscuridad, como dice Basho.

La voz de Raúl abre la novela. Es un hombre solo que vive aislado en una casita en un paraje nebuloso y húmedo cercano a Bogotá. Raúl es arquitecto, pasa los días oyendo “al mismo tiempo el arroyo, el aguacero y el río”.

Los pasa cuando comienza la novela y es, de nuevo, un hombre solo. Pues antes, que será el tema que recorrerá Niebla al mediodía, estará con Julia, una poeta insoportable con la que vive un romance brutal, que casi acaba con su vida.

Credito
JUAN DAVID CORREA / ARCADIA

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