Jóvenes transformados… por la fuerza de la música

FOTOS
Pablo Martínez, Sharon Avella, José David Sierra y Anna Olivia Amaya brindaron un exitoso recital en el que se demostró el seguimiento de un proceso.

Los centenares de jóvenes que participaron durante esta edición del Cartagena Festival Internacional de Música pueden dar fe de que la música transforma sus vidas, y ello fue evidente el pasado sábado, en el último día de este gran evento.

Fue una programación intensa, cómplice de ella la belleza arquitectónica de la capilla del hotel Sofitel Legend Santa Clara: allí varios tuvieron el privilegio de brindar un repertorio producto tanto de clases magistrales como de la práctica constante.

Jóvenes Talentos: premio al esfuerzo

Cuatro músicos con promedio de 23 años brillaron en esta jornada en distintas habilidades: José David Sierra y Anna Olivia Amaya, con el violonchelo; Pablo Martínez, con la voz tenor, y Sharon Avella, con la viola.

En cerca de dos horas de ventana artística, el altar y el púlpito de este escenario sagrado se iluminaron con el conocimiento que ellos han adquirido en sus estudios profesionales, a partir de audiciones y selecciones a cargo de expertos en el tema

Clases magistrales

Complementó esta jornada sabatina de saberes compartidos el concierto Clases Magistrales, en el mismo lugar, producto de una selección a casi 60 muchachos de distintas ciudades como becarios, para formarse con artistas nacionales y extranjeros.Fue un proceso intenso de tres días, en el que se reforzó el conocimiento en la interpretación de instrumentos como arpa, fagot, clarinete, guitarra clásica, viola, violín y contrabajo, como parte de la programación académica del Festival.

Sharon Avella: “Si soy rígida, siento que no fluye la música”

La elección de su vida, la que rige ahora su rutina desde hace 14 años, fue la viola. Solo recuerda que lo hizo porque muchos preferían el violín y que, cuando la tuvo en sus manos, le enamoró su “timbre tan hermoso”.

En el recital, interpretó la Sonata para Viola y Piano de Rebecca Clarke. Allí, no pudo evitar moverse con la naturalidad de quien ondea una bandera al viento, sumado al vaivén habitual del arco. ¿Por qué? “Me muevo como loca, porque desde que toco la viola soy así”, dice.Y justifica, sobre esa manera particular de sentirlo, que “es para mí una manera de soltarme y relajarme, porque tienes mucha gente mirándote, muchos ojos encima de ti, y si estoy rígida, siento que no fluye la música”.

Hoy, a sus 23 años, es consciente de que lo que empezó como un hobby, es ahora, no tanto su vida, porque para ella es un cliché, pero sabe que si alguien eligió la música como la línea para su vida, es como si uno “empezara una relación con una persona.“Es muy intenso, porque todo el día está uno metido en la música. Me encanta además la música académica, no es que en mi día a día tenga que tocar Bach y luego ya no lo pueda escuchar. Todo el día está uno involucrado en ese tipo de cosas”, añade.

Pablo Martínez: “La música era ahora o nunca”

Entre la música, la política y la cocina llegó a estar Pablo Martínez, tenor bogotano de 27 años que, al final de cuentas, decidió que lo suyo era cantar. Luego, su inquietud era saber en qué se enfocaría, y entonces, desde hace 11 años, interpreta repertorio clásico.

“Llevo estudiando canto 11 años, cuando entré en crisis con mi carrera, la Ciencia Política, pues sentí que iba a ser profesor o político, y no me interesaba ninguna de las dos opciones. Entonces empecé a explorar posibilidades”, narra.Pensó muy bien que “cantaba en la ducha y cocinaba en mi casa, entonces opté por la música porque supuse que iba tarde para estudiar música –tenía 16 años, según lo recuerda- (…); la música era ahora o nunca”.

Entonces comenzó a esa edad juvenil a tomar clases de canto lírico, se enamoró de la ópera y comenzó a estudiarla con más ahínco. Viajó a Suiza, luego recibió diversas clases particulares y a los 20 años empezó a estudiar en la Javeriana. “Por cosas de la vida encontré un programa más afín en la Universidad Central, y obtuve una beca porque en ese tiempo gané un Concurso Nacional de Canto”, explica, y añade que por ello escogió viajar a Barcelona, a seguir formándose.

Presentó su audición a la Escuela Superior de Música Reina Sofía, que es de alto rendimiento, y producto de su excelente proceso fue becado por la Fundación Santo Domingo, en ese país, y como ‘premio’ ocupó un lugar en Jóvenes Talentos.“La verdad lo que hago me gusta, siento que tengo algo que dar y que la gente responde a lo que hago. Para mí el arte es un agente transformador de la sociedad, pues he conocido miles de personas que cambian sus vidas por el arte, el valor que tiene es infinito”, considera.

Credito
HERNÁN CAMILO YEPES VÁSQUEZ - ESPECIAL CARTAGENA DE INDIAS

Comentarios