Fantasía de música y color

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Por tercera vez en la historia reciente, la Capital Musical se deja encantar por la inspiración, la precisión y la puesta en escena de los músicos que hacen parte de este importante proyecto social nacional.

Por algo es de las mejores orquestas del hemisferio Occidental, a juicio de maestros de otras latitudes y del público. Cada vez que pisa un escenario, la Filarmónica Joven de Colombia progresivamente da muestras de querer cautivar exigentes oídos, no solo con un repertorio muy bien preparado, sino también a partir de su propuesta escénica.

Y así resulta en las tres ocasiones que esta agrupación ha visitado Ibagué (2010, 2013 y 2017), cada una de ellas con una expectativa tan alta que aunque con la calidad de sus integrantes ya basta, no está de más brindar una inolvidable sorpresa musical, como en efecto ocurrió la noche del miércoles, en el centro de convenciones Alfonso López Pumarejo.

El muy buen comienzo

Con el auditorio ‘a reventar’, y con una pantalla en que se dibujaba paso a paso el relato construido con los instrumentos, empezó el tributo a la música francesa, con Claude Debussy y su ‘Preludio a la Siesta de un Fauno’, suficiente para comenzar a tejer esa conexión emocional con las cerca de mil personas que acudieron a apreciar esta presentación de lujo.

Flautas, oboes, cornos ingleses, clarinetes, fagotes, arpas, crótalos y toda la familia de las cuerdas frotadas iban apareciendo poco a poco, en un diálogo musical que llevaba a la audiencia por ese repertorio moderno que dicho compositor fue llamado a crear en aquel entonces, y en especial con esta obra, que afectara a los creadores del Siglo XX.

El pentagrama se desplazó a nuestro país, con la obra ‘Xoropo’, de Wolfgang Ordóñez, con que, de acuerdo con el programa, se expresaba la realidad del campesino llanero, la pérdida de sus cantos de trabajo y sus costumbres, a raíz de la industrialización, y cuya estructura rítmica utiliza el ‘Quitapesares’, joropo del Siglo XIX del venezolano Carlos Bonnet.Después, vino ‘Sensemayá’, del modernista mexicano Silvestre Revueltas, una “canción para matar una culebra”, en la que se narra el rito primitivo asociado con dicha ceremonia.

La tuba fue una de las protagonistas de la obra, en la que también se escucharon piccolos, un contrafagot, celesta y piano. Hasta ahí, ya había transcurrido al menos una hora de mágicos momentos, de un envolvente cambio continuo de luces y colores en el escenario, cuyo esplendor se conservaba pese al insistente sonido de las sillas del recinto gubernamental, y que evocaba la nostalgia de que este concierto se hubiera llevado a cabo mejor en la concha acústica Garzón y Collazos, como en las dos ocasiones anteriores.

Y la sorpresa...

Después de eso, y de esa exploración tan impecable por la ‘Sinfonía Fantástica’, composición de Hector Berlioz como un ejercicio imaginativo sobre el amor y el desamor, y de un par de exitosas intervenciones de instrumentos solistas como el oboe del tolimense Julián Manjarrez, llegaba el momento de cerrar.

¿Y cómo? Con el Bunde Tolimense. Al regresar de la salida de los aplausos, el maestro Botero hizo una sutil seña al intérprete del bombo, para que hiciera el redoble con que comienza en lo orquestal esta gloriosa obra de Alberto Castilla: nadie evitó ponerse en pie, y hasta algunos asistentes acompañaron sus líneas con canto. Y lo mejor, el joven violinista libanense David Camelo fue el concertino en esta pieza.

Pero ahí no terminaba todo. Vino la repetición de un fragmento de lo ya interpretado al inicio, y cuando se creyó que llegaba el fin, el público fue invitado a gozar con la faceta fiestera de la Orquesta, en su despedida a cargo de repertorio del caribe colombiano.

Sin duda, la alegría la demuestran los integrantes de este colectivo, como la violinista tolimense Lina María Casas Guzmán, quien tras su primera gira de conciertos con la FJC admite que ha sido una experiencia “súper enriquecedora.

Cada momento se aprende muchísimo y he conocido personas maravillosas, como maestros y compañeros, y uno se nutre como instrumentista y como persona”. Sobre este momento, asegura que “para mí y para mis compañeros es una experiencia muy bonita, llena de emoción y de orgullo, al estar en nuestra casa, tocando con la orquesta”.

Así, la agrupación que se ha caracterizado por combinar camisa y pantalón formal con tenis, sigue preparándose con los mejores maestros, como en este caso los franceses de la Orchestre Les Siècles, y conservando una virtud más allá de su profesionalismo y su pulcritud en escena:“Siempre vamos a ser una orquesta joven”, sella el maestro Carlos Andrés Botero.

Credito
HERNÁN CAMILO YEPES VÁSQUEZ - culturales@elnuevodia.com.co

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