La expectativa hizo que la Sala Alberto Castilla estuviera colmada de principio a fin, y de esa forma correspondieron los integrantes de la Orquesta Sinfónica y el Coro Institucional de dicho plantel, con un concierto de alta factura.

Lo bueno

De la mano de los directores Carlos Godoy, Diana Carolina Montaña y Sergio Andrés Sánchez, uno a uno eran representados los cinco actos en que Orfeo vivía el antes y el después de su esposa, Eurídice.

Ambos, además de la ninfa, los pastores, Messagiera, Speranza, Caronte, Plutón y Proserpina, tejían un emotivo relato con sus voces, en que contaban las alegrías y penas que Monteverdi escribiera hace 410 años.

Fue una hora más 10 minutos de un vibrante espectáculo, complementado con los ‘autómatas’, que en el centro de la tarima daban un nuevo sentido a la narración musical y teatral.

Solistas vocales e instrumentales llevaron entonces al emocionado público a un paseo con estos personajes, que entre soledad, alegría, orgullo y esperanza desfilaron por la tarima de este antiguo auditorio.

Lo malo

El lunar de este concierto, por supuesto no corrió por cuenta del grupo de jóvenes artistas, sino del público, que ha perdido tacto frente a números musicales.

Lo anterior, se evidenció en que si bien un fuerte golpe de percusión llegó sorpresivo, algunos no evitaron la risa y el murmullo, lo que molestó a la mayoría.

Lo feo

Aunque se entiende que los públicos y su manera de recibir el arte evolucionan con el tiempo, algo que se torna incómodo en un templo de la cultura como la Sala Alberto Castilla es que los aplausos vengan acompañados de chiflidos y silbidos, y que en ocasiones, al durar tanto tiempo, se hacen ensordecedores.

“Ojalá todo el mundo que asiste a nuestros maravillosos conciertos, algún día entienda la importancia del Salón Alberto Castilla”, opinó la maestra Tatiana Cecilia Arias, directora de la Escuela de Música del Conservatorio del Tolima.