¿Cuáles serán los símbolos del posconflicto?

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
La Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad, la Sagrada Familia y otras imágenes inspiran lo que en Colombia podría significar el fin del conflicto armado y una forma de representarlo.

Si algún día se llega al posconflicto en Colombia, ¿cuál será la arquitectura conmemorativa y los símbolos de ese hecho histórico? ¿cuál será el rol del pasado y del futuro en su concepción?

El nuevo Acuerdo de Paz contempla la construcción de monumentos y medidas materiales y simbólicas para las víctimas, así como obras de infraestructura y arquitectura conmemorativa. La fragilidad con la que la implementación del Acuerdo ha iniciado, requiere de una ayuda simbólica a lo largo no solo de ese proceso, sino de cara al resto del siglo.

Resulta clave enfrentar el futuro sobre la base de una idea que no solo se refiera al conflicto de las últimas décadas, sino a la erradicación de las causas de la violencia y la intolerancia. Las violencias, vengan de donde vengan, de las Farc, paramilitares, narcotráfico, partidos políticos… pero sobre todo las del día a día.

 

¿Cuál podría ser la idea simbólica?

Hay algo admirable de ciertas sociedades y es la capacidad de transformar su realidad sobre la base de ideas o conceptos. La libertad fue una de las influencias que inspiraron la narrativa del nacimiento de las naciones americanas. Para muchas personas la no muy grande pero potente estatua ubicada en la bahía de New York; plasmó en cobre y hierro una de las ideas centrales de la revolución americana y francesa: La libertad.

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A finales del siglo XIX una torre de hierro y sin mayor funcionalidad que la radiodifusión, simbolizaría no solo para la sociedad francesa, sino para muchas otras partes del mundo, la posibilidad de una nueva noción: la modernidad.

En muchos otros lugares es posible encontrar iniciativas orientadas a simbolizar ideas de los cuales nos podríamos inspirar para crear las propias. Ya sea para no olvidar el pasado o para soñar un futuro mejor.

La palabra paz va más allá del símbolo de una paloma blanca y sería clave ligarla a la alteridad. La condición y respeto por el otro es un concepto no en vano trabajado por grandes filósofos colombianos. Para Estanislao Zuleta “el otro” en nuestro sistema es sinónimo de enemigo y nos cuesta demasiado tomarlo en serio. Para Carlos B. Gutiérrez respetar al otro es la tarea básica “…tanto para los individuos como para los pueblos y los estados (…) De lo que se trata es de reconocer la radical e inconmensurable singularidad del otro y de recuperar un sentido de la pluralidad que desafíe cualquier fácil reconciliación total”.

Decidir el diseño y la ejecución de los símbolos del posconflicto determinará muchos aspectos del futuro del país y la región. Además, que, al no ser un aspecto técnico del Acuerdo, serviría para ampliar la participación de todas las partes. En ese sentido, más que señalar el cómo quisiera reflexionar sobre algunos elementos mínimos.

 

De la financiación

Inspirado en la idea de constante construcción y de larga duración, el ejemplo de la Sagrada Familia resulta interesante como referente. Se trata de un edificio que no se construye por un solo arquitecto ni en un solo tracto, sino por muchos coarquitectos, trabajadores y voluntarios en distintas décadas. Además, la adaptación de dicha iniciativa más que pensada para vetar ideas, podría ser el crisol de otras. Las que nos gusten y las que no.

Un lugar que no se limite al pago de una entrada, tomar unas fotos, mirar al pasado con estupor y continuar con el siguiente destino turístico. Dada la diversidad del conflicto colombiano, la construcción colectiva es un ejemplo inspirador de la oportunidad de confluir distintos orígenes sociales y políticos a la elaboración de símbolos y acuerdos necesarios. Ideal también que no sea el diseño del arquitecto X o del artista Y, sino de un abecedario amplio de participantes.

 

La ubicación y la descentralización de las estructuras

Dadas las limitaciones económicas y a que el posacuerdo implica inversiones prioritarias, se podría pensar en los diseños del arquitecto Alejandro Aravena. Estructuras que cumplan unos mínimos y que puedan ser mejoradas en el futuro.

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En ese caso, para los seguros críticos del costo financiero, las edificaciones podrían ser modificadas en distintos momentos del siglo. Además, habría la posibilidad de autofinanciarse con los ingresos del turismo, donaciones y asociaciones público-privadas. También podría ser una fuente laboral y de reinserción social para actores y víctimas del conflicto. Todo bajo la presencia simbólica de una constante y detallada construcción colaborativa.

 

Los materiales y las dimensiones

La idea de Doris Salcedo de tejer, podría ser extrapolada a muchos otros materiales como el hierro, tierra, sangre, madera, fuego, agua, iluminación, etc. Los elementos descritos y la creatividad permitirían un amplio número de posibilidades para materializar la idea y racionalizar los recursos y las etapas de ejecución de las estructuras de base.

No se puede dejar de pensar en grande ni mucho menos pasar la página como si se tratara de la construcción de una infraestructura más. Se trata de uno de los acordes de la banda “sonora” o “simbólica” que nos acompañará a lo largo del siglo por construir.

 

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Segunda oportunidad

Sin lugar a dudas, son muchas más las aristas por desarrollar en una propuesta de esta envergadura. La intención de este escrito es simplemente señalar unos mínimos y de paso recordar la importancia de los símbolos en medio del difícil inicio de la implementación del Acuerdo de paz.

Ante los desafíos de este oscuro inicio de siglo, no resulta del todo descabellado soñar con esa utopía contraría que permita iluminar la segunda oportunidad que tenemos como sociedad condenada a cien años de soledad. Esta segunda oportunidad ofrece no solo la construcción de edificaciones que simbolicen ideas; sino con actos materializar esas ideas.

 

La constante transformación y participación colectiva

Antes que nada, resulta clave debatir la pertinencia. Aparte de estar en el Acuerdo de Paz, resulta fundamental una conversación abierta y democrática. En relación a la ubicación, no es fácil encontrar en el mundo una capital que ubique los poderes centrales (judicial, legislativo y ejecutivo) en una misma calle.

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Bogotá es uno de esos lugares. Desde el centro de la ciudad y desde muchos otros lugares del sur, el norte y el occidente es posible observar el cerro de Guadalupe y en dichos cerros orientales podría ser el lugar para una edificación de estas características. De ser viable construir en esa zona, el o los “símbolos” ayudarían a recordar el conflicto y la necesidad del respeto por el otro.

Sin embargo, resulta fundamental desbogotanizar la idea. Hay un símbolo común en casi todos los rincones del país y es la existencia de una plaza central alrededor de la noción y figura que se tiene de un hombre. ¿por qué no alrededor de la alteridad y la paz? El modelo de edificación podría ser llevado a todos los rincones urbanos y rurales del país. Monumentos de distintos tamaños y construidos por muchas manos. Una figura en la que quepan las distintas tonalidades políticas de amarillos, azules y rojos de la bandera. Así como las combinaciones que surgen de esos colores.

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Credito
POR JUAN C. HERRERA ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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