Óscar Humberto Godoy Barbosa: Entre el periodismo y la pasión por la literatura

SUMINISTRADA – EL NUEVO DÍA
Frente a siete autores finalistas más, el ibaguereño se quedó con este reconocido premio en Argentina. Primera entrega.

Mientras esperaba la hora de la ceremonia de premiación del Concurso de novela organizado por el diario Clarín y el suplemento Ñ,  donde figuraba como finalista, con siete autores más, Óscar contemplaba extasiado los hermosos vitrales del Centro Cultural  Kirchner y pensaba fugazmente en la sabia decisión que había tomado años atrás, al ganar su primer concurso nacional de novela. Tres días después, cuando aún no había dimensionado lo que significaba ser el ganador del concurso argentino, lo llamé para felicitarlo y más tarde le propuse esta entrevista a la cual accedió gustoso por la oportunidad de contarle a sus paisanos, ese periplo exitoso por la literatura.  

¿Qué recuerdos perviven de su infancia en Ibagué?

En Ibagué yo viví hasta los 17 años, cuando terminé mi bachillerato y viajé a estudiar en Bogotá. Mi infancia fue muy feliz con mi familia, con los amigos de la cuadra en el Barrio La Pola (en aquellos tiempos todavía los niños podíamos jugar en la calle sin peligro, y la cuadra, para nosotros, era el mundo). Las clases en el Colegio San Luis Gonzaga y los muchos paseos de domingo a las fincas de amigos de la familia, donde siempre había un llamado a la aventura, a explorar montañas, trepar árboles, atravesar quebradas, contemplar paisajes siempre exuberantes. Un recuerdo muy feliz es el de las excursiones de pesca al río La Miel, más allá de La Dorada, un lugar paradisiaco en el que instalábamos carpas y pasábamos los días bordeando el río, lanzando los anzuelos, ejercitando el silencio para no ahuyentar a los peces, cocinando en ollas grandes la pesca del día. Y, la alegría de llegar a casa con la nevera llena de peces que mis papás acostumbraban compartir con amigos, con vecinos, con la familia ampliada. Ibagué era una ciudad pequeña, tranquila, donde uno no se sentía extraño en ninguna parte.

¿Qué primó en la escogencia del periodismo como su carrera profesional?

En algún momento de la infancia, y ya entrado en la adolescencia, el texto escrito empezó a fascinarme. Leía todo lo que entrara en la casa: revistas, libros, periódicos. Y muy pronto  empecé a escribir. Al principio pequeñas historias, cuentos, notas sueltas, frases que se me ocurrían durante el día, hasta caricaturas y cortos relatos gráficos. 
Esta escritura fue  ganando en sofisticación, hasta el punto de que en sexto de bachillerato ya había escrito algo así como dos novelas cortas y una novela más larga. A los 14 años inicié un diario que todavía hoy escribo. Allí, en sus inicios, consignaba no solo los pequeños y grandes acontecimientos de mi vida y la de la familia, sino también los hechos del país y del mundo. Alguna vez, motivado por una lectura, le pregunté a un adulto cercano qué recordaba él de la segunda guerra mundial, y me aterró darme cuenta de que esta persona lo ignoraba casi todo, aunque no tenía más de 20 años en los años de la guerra. 

Por eso me empeciné en registrar en el diario los acontecimientos del mundo y del país, un ejercicio de memoria que elaboré con tal detalle que hoy todavía no dudo en consultarlo para salir de dudas sobre hechos específicos. Creo que en ese ejercicio nació mi pasión por el periodismo, y al mismo tiempo la pasión por escribir. ¿Por qué el periodismo? En aquellos tiempos no existían los programas de creación literaria como el de la Universidad Central, y yo no me veía como crítico literario egresado de un programa de literatura. A mí me interesaba crear, no escribir sobre lo que otros escribieran. La comunicación social me pareció el camino más cercano a lo que deseaba para mi vida.

¿Cómo aparece su gusto por la literatura?

En lo que acabo de mencionar. Tal vez por mi excesiva timidez de adolescente, o por mi sed por la lectura, o por una combinación de factores, encontré refugio en la escritura y ya nunca quise alejarme de allí. En la universidad tuve la fortuna de encontrar un grupo de amigos que se movían en ligas que yo desconocía pero que me fascinaban: por ellos leí por primera vez a Virginia Woolf, a Faulkner, a Hemingway, a Tolstoi, a Andrés Caicedo, a García Márquez, a John Dos Passos, a Henry Miller, a muchos más, y empecé a asentar sobre mejores bases mis gustos y criterios literarios. 
Lo que en Ibagué era un gusto desaforado por leer, sin mayor orientación, en Bogotá ya fue un recorrido sistemático y feliz por una cantidad de obras y autores que cada día me abrían nuevos caminos. Con esos amigos, además, escribíamos todo el tiempo, y hablábamos más de literatura y de cine (mi otra gran pasión) que de comunicación social. A eso debo sumar la circunstancia afortunada de ingresar, ya en el último año de carrera, al Taller de Escritores de la Universidad Central, con el maestro Isaías Peña Gutiérrez, donde hice una mayor conciencia de los recursos narrativos y sus posibilidades creativas. Ese espacio fue determinante para dar inicio a mi camino como escritor.

¿Cuándo toma la decisión de ser escritor y abandonar el periodismo económico?

Al terminar la universidad, diversas circunstancias hicieron posible que viviera tres años en París, donde cursé un diploma de segundo ciclo en estudios de América Latina, con énfasis en literatura. Allí amplié mi abanico de lecturas y me familiaricé con el ensayo y la crítica literaria, pero al mismo tiempo escribí muchos cuentos e hice parte de diversos grupos de jóvenes escritores latinoamericanos que se leían y se criticaban con mucho entusiasmo. Pero yo todavía no me veía como escritor. De hecho, al regresar a Colombia busqué trabajo en periodismo, y casi por accidente inicié una carrera en el periodismo económico, que ejercí por más de doce años. Fue una etapa de muchas experiencias vitales: los viajes, las ruedas de prensa, las salas de redacción, el estrés del cierre, conocer a mucha gente, conocer país, viajar al exterior. En lo personal, me casé con Mary Luz y nacieron nuestros dos hijos, Sergio Andrés y Juan Felipe, una amalgama de experiencias que me enriquecieron como ser humano y tal vez sirvieron como “cocina” de mi escritura posterior. Porque yo era un hombre fragmentado: escribía artículos periodísticos todo el tiempo, pero no dejaba de sacar tiempo para escribir literatura. El periodismo me daba mucha vida pero no me llenaba, no calmaba esa pulsión por la literatura que me acompaña desde hacía tanto tiempo. Esa etapa terminó cuando me gané primero un concurso nacional de cuento, y luego uno de novela. Allí tomé la decisión de jugármela toda  por la literatura.

¿Qué significó su vinculación a los talleres de escritura creativa que dirigía Isaías Peña?

Cuando gané aquellos premios, Isaías me invitó a ser profesor asistente de su taller, el mismo que yo había tomado años atrás. Hasta aquel momento la docencia nunca había entrado en mi plan de vida, y fue una sorpresa darme cuenta de que no solamente la disfruté como experiencia, sino que logré hacer empatía con los estudiantes. Se me abrió así un nuevo camino que estaba más cercano al cambio que quería darle a mi vida: enseñar a escribir, enseñar a leer, acompañar los procesos de los estudiantes, me permitía estar al mismo tiempo más cerca de mis propios procesos, ampliar mis lecturas, explorar nuevos caminos de escritura. Estamos hablando del año 2000. Desde ese momento mi vida tomó la orientación que hoy tiene.

¿Por qué  aceptó  la invitación de ser docente de los talleres en la U. Central?

Por lo ya dicho. Me abrió la posibilidad de vivir de otra manera, concentrado en lo que me interesaba. Con los años, el taller dio lugar al único Pregrado en Creación Literaria que existe en el país, y también a una Maestría, y eso se convirtió en mi vida, una vida que va de la mano con mi propia escritura. En la Universidad Central, además, tuve la oportunidad de cursar la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad de Texas en El Paso, gracias a un programa de apoyo a la formación postgradual de los docentes. 

Fueron tres años en el desierto de Chihuahua dedicados a escribir y a pensar la escritura, de los que surgió la novela Once días de noviembre, varios cuentos, una pequeña novela gráfica y muchos otros proyectos de escritura que todavía están en turno.

¿De dónde nacen sus historias?

De cualquier parte. De experiencias personales, de experiencias ajenas, de lecturas, de películas, del ejercicio constante de la curiosidad, de la observación del mundo desde la ventanilla de un bus, de estar sentado frente al computador, de mirar por la ventana, de caminar por la calle o por alguna montaña. Cuando menos lo espero se enciende un bombillito que me dice “allí hay una historia que quiero contar”.

¿Se puede afirmar que la violencia y el erotismo son sus obsesiones temáticas?

Esos dos temas están en varios de mis cuentos y novelas, pero no son los únicos. La realidad que me rodea es inmensa, y me gusta explorarla en sus muy diversas facetas. Mis dos primeras novelas, Duelo de miradas (2000) y El arreglo (2008), exploran relaciones de pareja, tienen mucho de erotismo y poco de violencia. En contraste, la novela Once días de noviembre, publicada en 2015, y Te acuerdas del mar, que acaba de recibir el premio internacional Ñ Ciudad de Buenos Aires, hacen parte de una trilogía que estoy construyendo sobre las víctimas del conflicto colombiano, y por eso mismo exploran la crudeza de la violencia, pero no se quedan allí. En ambas aparecen también la solidaridad, el amor, la pérdida, la nostalgia.

¿Se siente más cómodo escribiendo novelas, cuentos o guiones audiovisuales?

La de los guiones es una etapa que quedó inconclusa, pero no descarto retomar en algún momento. Recién llegado de París, con algunos amigos conformamos un grupo llamado Con- fabularios, con el que hicimos video experimental y varios guiones que nos merecieron algunos premios y reconocimientos, pero eso se interrumpió por diversas circunstancias y no hemos podido retomarlo, aunque siempre está allí la intención.
Respecto al cuento y la novela, creo que las preferencias se han dado por épocas. He tenido épocas en “modo” cuento. 
Hoy me siento en “modo” novela, aunque de vez en cuando se me atraviesa un cuento y no dejo pasar la oportunidad de escribirlo.

¿Cuánto tiempo duró su proceso de investigación para la escritura de “Te acuerdas del mar”?

La escritura de esta novela me tomó más de tres años. A diferencia de mi novela anterior, “Once días de noviembre”, que requirió un gran trabajo de investigación previa sobre los dos hechos que narra (la toma y retoma del Palacio de Justicia, en Bogotá, y la tragedia de Armero), en esta novela la necesidad de investigación fue menor, pues intencionalmente no quise ubicarla en una época o un contexto claramente identificables. 

En ella es posible encontrar huellas de la historia colombiana de los últimos 60 años, pero no hay ninguna intención de hacer una reconstrucción histórica rigurosa. 

Esta novela se mueve en otras coordenadas, con otras intenciones narrativas y estéticas. 
La investigación, en este caso, fue la que hice al tiempo con la escritura: delinear la trama, consolidar a los personajes, ajustar la estructura narrativa, afinar el lenguaje.

Credito
LIBARDO VARGAS CELEMÍN ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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