“Cuando me da por cantaletear, ¡Virgen santísima!”: Negra Grande de Colombia

JORGE CUÉLLAR – EL NUEVO DÍA
La Negra Grande de Colombia asegura que su paso por el Congreso solo le dejó tristeza y frustración, pues además de no tener apoyo a sus iniciativas conoció políticos que solo iban a “robar”.

Éxito, reconocimiento y dolor han rodeado la vida de Leonor González Mina, la colombiana que mostró al mundo la grandeza de la música del Pacífico.

Su alma es pura, no tiene nada de qué arrepentirse: ha sido buena madre, una abuela afectuosa y dedicada a promocionar la cara amable del país, aunque en sus inicios esto le valió enemigos, entre ellos Julio César Turbay Ayala, en cuyo gobierno fue víctima de las ‘chuzadas’.

Hoy, aunque con algunos quebrantos, disfruta de una vida tranquila en Cali y es objeto de propuestas para retornar a la política, las cuales descarta de lleno, porque quiere morir en paz.

Maestra, ¿cuándo se creyó el cuento de que era la ‘Negra Grande de Colombia’?

Hace casi 50 años, cuando me dio ese nombre Hernán Restrepo Duque, un gran disc jockey que había en ese momento.

¿Ese apelativo qué le representó?

Dedicación. Me tocó duro para justificar ese nombre, además que mi marido me guió en ese sentido, me hacía leer mucho, y estar informada para que cuando fueran a hablar conmigo no pensaran que era una niña que no tenía ni idea de la vida.

¿Qué le debe a su ex (Esteban Cabezas)?

Mi lanzamiento como artista, y son muchas las cosas que tengo que agradecerle.

Con él compartió éxitos y experiencias. ¿Por qué se separó?

El alcohol hizo mucho daño a esta unión y yo preferí criar a mis hijos y no hundirme con él, que no quiso liberarse de ese vicio.

¿Cómo fue ese proceso?

Estaba tan dolida que cuando me separé me sentí como un ave que volaba, que estaba libre, y me dediqué a criar a mis hijos, que es lo más valioso que tengo.

Se me murió uno, el mayor (Candelario), y el otro no hace más que darme satisfacciones. Doy gracias a Dios por habérmelos dado, fue una maravilla.

Más de 30 discos y cientas de canciones: ¿cuál considera su gran joya?

‘A la mina no voy’, canción que me sacó. Yo la cantaba nada más acompañada del tambor de Esteban e impactaba muchísimo.

Sus canciones la han llevado por el mundo y le han dado reconocimiento, ¿también problemas?

Sí. Hay quienes siempre me ubicaban como de izquierda. Usted sabe que en nuestro país la gente es supremamente apasionada y lo está viendo en este momento, que este dolor no tiene cuándo acabar, y a mí me tocó eso, más aún cuando me presentaba en la Unión Soviética.

¿Cuál fue su mayor enemigo?

Nada más que el presidente de la época (Julio César Turbay Ayala). Me tenía bloqueada y me tocó irme.

¿Cómo?

Hasta me tenían el teléfono intervenido. Eran tan descarados que se escuchaba cada vez que levantaba el teléfono.

¿Ante las ‘chuzadas’ cuál era su reacción?

Me volví muy grosera. Yo creo que esa gente que controlaba mis conversaciones tiene la peor imagen de mí.

¿En algún momento se arrepintió de ese acto?

Para nada. Creo que a la gente hay que ponerla en su sitio y fue la única manera, porque fueron tan cobardes que no se manifestaron personalmente. Yo quedaba feliz porque les echaba mi chorro de vulgaridades.

¿Para la Negra Grande cómo fue vivir alejada del país que representaba?

Me daba un dolor de patria muy grande y a veces me echaba unas lloradas...

¿Cómo fue su regreso?

Distinto, porque él ya no estaba. Llegué con reconocimiento y como salía tanto en revistas la gente sabía qué estaba haciendo afuera.

¿Siente que el país está en deuda con usted?

Yo nunca pienso en si me deben, solo en dar.

Además de esta fuerte ¿experiencia, qué cosas la han marcado?

La muerte de mi mamá, un 31 de diciembre. Fue horrible: yo estaba trabajando en un ballet en Cali, y no podía dejar tirado el puesto.

Igualmente horrible fue la muerte de un hermano; entraron a la casa y lo mataron, cayó en los pies de mi mamá y a raíz de eso ella desarrolló un problema cardiaco que finalmente se la llevó.

“EL MIEDO NO SE QUITA NUNCA”

Usted ha actuado, ha cantado y viajado, ¿qué le falta por hacer?

Morirme en paz.

¿Hasta los cuántos años quiere vivir?

Hasta que mi Dios quiera, el 16 de junio cumpliré 81 años.

¿Qué siente cada vez que se presenta en público?

Miedo, porque no se sabe si me puede fallar la voz. Yo hago el esfuerzo de practicar, pero el miedo no se quita nunca.

¿Ha perdido la cabeza alguna vez?

Sí, por Esteban Cabezas, 19 años, que ¡Dios mío! Solo yo estaba casada.

¿Cantaletosa?

A ratos, cuando me da por cantaletear, ¡Virgen santísima!

¿Qué la saca de casillas?

El desorden me priva.

¿Es de muchos amigos?

Por ahí le intentan calentar el oído, pero yo quedé muy golpeada, y con muchas desconfianzas, entonces prefiero estar tranquila.

¿Volvería a la actuación?

Sí, pero solo en una película u obra de teatro; pero televisión, no más, es muy agotador.

¿Cuál es su clave para seguir tan vigorosa?

Caminar, yo creo que el día que deje de hacerlo empieza mi cuerpo a deteriorarse.

LA POLÍTICA LA DESENCANTÓ 

¿Volvería a la política?

No, jamás.

¿Qué le dejó esa experiencia?

Tristeza y frustración. Además, “zapatero a tus zapatos”, yo no debí nunca llegar allá.

¿Por qué lo hizo?

Me dejé convencer de Piedad Córdoba, una mujer tan incisiva que convence a cualquiera y yo caí en su red.

¿Por qué el desencanto?

Porque conocí unos personajes que solo van por su plata, a ver cómo roban, es muy triste.

Yo llegué con mucha ilusión a trabajar por los niños y no fue posible.

¿Cuáles fueron esos ‘pillos’?

No quiero recordar ni comprometerme.

Algo bueno debió quedarle de su paso por el Congreso...

Yo trabajé por los niños, pero con la colaboración de unas profesoras en Bogotá a las que siempre les agradezco. De mi sueldo en el Congreso sacaba una parte para esa labor en Ciudad Bolívar. También me dejó satisfacción el trabajo con un grupo de mujeres a las que enseñé a hacer manualidades y de eso aún están viviendo.

¿Entonces el peor consejo que le han dado fue incursionar en la política?

Sí, se me eriza la piel de solo recordarlo. Por ahí me están llamando que para sea concejala en mi pueblo (Robles) y les digo “ni loca, quiero morir en paz, tener una vejez rica y trabajar por los niños”.

Credito
EL NUEVO DÍA

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