“Por no tener esposa no soy menos hombre”

Si no hubiera sido sacerdote, el padre Antonio María Cifuentes de todas formas habría sido un católico piadoso y fervoroso, como sus padres. Así se describe, al abrir su corazón a En la Intimidad.

Muy joven sintió su vocación por el sacerdocio el chaparraluno Antonio María Cifuentes: fue a los 12 años, en su casa paterna, ya radicado en Ibagué. Ahora, 50 años después de haber dado ese paso ante Dios, siente que definitivamente sirvió solo para esto.

Se denomina ortodoxo, más que conservador, ante ciertas directrices de la iglesia, por ello sin ‘pelos en la lengua’ se declara convencido de que la familia ideal es la conformada por padre, madre e hijos, y que la comunidad Lgbti y la guerrilla de las Farc son los únicos beneficiados tras el acuerdo firmado en La Habana.

En esta entrevista En la intimidad, Cifuentes asegura que el ser humano no está exento a las tentaciones como el dinero, el licor y la mujer, pero que, en su caso, las ha superado con la oración; también, se siente plenamente seguro de que el hecho de no tener esposa no lo hace menos hombre.

EL NUEVO DÍA: ¿Qué significan 50 años de sacerdocio?

ANTONIO MARÍA CIFUENTES: Algo más de media vida dedicada al servicio de Dios y la comunidad católica. Y una satisfacción muy grande, porque no muchos llegan a este aniversario, y si yo llegué a esta cifra, fue un regalo de nuestro Señor.

E.N.D.: ¿Cómo inició su historia?

A.M.C.: Lo recuerdo muy bien. Estaba sentado en el andén de la casa paterna en la calle 13, y vi la fila ordenada de los seminaristas que llevaban los miércoles al San Jorge; al verlos tan aconductados todos en la fila, con sus sombreros, sentí el llamado y pensé ‘Debo estar en esa fila’. Y fue diciendo y haciendo.

E.N.D.: ¿Qué le dijo su familia en ese tiempo?

A.M.C.: Mis padres, como siempre fueron católicos auténticos y creyentes, sintieron la alegría de que uno de sus hijos quisiera ser sacerdote, y mis hermanos también eran muy piadosos. Era un adolescente, tenía 12 años.

E.N.D.: ¿De qué manera los ha celebrado?

A.M.C.: Desde el inicio del año he venido celebrando. Un año como este tan especial merece que sea realzado con cosas especiales, y por eso en la María Auxiliadora, donde soy párroco, programé una misión con participación del Seminario Mayor, religiosas y apóstoles de varias parroquias. La promoví como un regalo espiritual.

Y en casi todas las parroquias me han invitado: en la de Villahermosa, y en la de San Joaquín, donde estuve por 13 años. En la San José Obrero, en el Gaitán, tengo programada una celebración para el 25 de septiembre, y en San Cayetano, donde fui párroco por ocho años, una para el mismo día.

Esas son manifestaciones que agradezco mucho.

E.N.D.: ¿Celebra con licor?

A.M.C.: En esas celebraciones no falta que uno combine lo humano con lo divino. Por ejemplo en la gran celebración el 10 de septiembre, organizada por la parroquia María Auxiliadora, antes del almuerzo hubo para nosotros un whisky y para las señoras vino de consagrar. Esas cosas no faltan, pero sin exagerar.

LA PAZ Y LA FAMILIA

E.N.D.: ¿Cuál es su petición principal en las oraciones?

A.M.C.: He dado muchas gracias por mis 50 años de sacerdocio, y como no puedo desconocer este contexto, vengo pidiendo a Dios desde hace mucho rato que nos conceda la paz.

Y ahora cuando se acerca el plebiscito, uno pide al Señor que ilumine a los colombianos para que conozcan lo que se va a firmar y den un voto a consciencia.

E.N.D.: ¿Cuál es su postura?

A.M.C.: Pienso que ese acuerdo fue hecho a favor de la guerrilla y la comunidad Lgbti, no para el pueblo colombiano. Es un acuerdo ateo, y no porque no mencione a Dios en todas partes, sino porque va contra los principios cristianos, con la ideología de género, en contra de la familia, por el aborto y el homosexualismo, por eso muy honestamente he leído varios apartes y no tuvo en cuenta que el pueblo colombiano es católico.

E.N.D.: ¿Es un sacerdote de mente abierta o muy conservador?

A.M.C.: Cuando uno sigue la doctrina de la iglesia, lo tildan de conservador, y debo confesar que toda mi vida he sido muy ortodoxo, pues forma parte de mis convicciones. Vivo plenamente convencido de que el aborto no puede ser, que las uniones homosexuales en categoría de matrimonio no pueden ser y que la regulación de los nacimientos debe hacerse pero por medio de lo previsto por Dios. Soy más bien de mente abierta en el manejo de grupos, de las parroquias y del manejo de la gente.

E.N.D.: ¿Cómo ve la familia de hoy en día?

A.M.C.: Los sacerdotes siempre hemos visto tres tipos de familia: la celular, compuesta por papá, mamá e hijos; de hombres con hombres, mujeres con mujeres, y de padres o madres solteros, en esos temas muchos de mis hermanos sacerdotes somos partidarios.

Yo soy más partidario de la primera, porque los otros tipos, de los que uno conoce muchos casos, no brindan toda la felicidad y la formación de un papá y una mamá bien constituidos. Por ahí va el mundo, ¿qué le vamos a hacer?

HUMANO Y DIVINO

E.N.D.: ¿Qué extraña de la vida terrenal que hubiera tenido?

A.M.C.: Cuando murió mi papá, no dormía en mi parroquia, sino en casa de mi mamá, y cuando ambos murieron quedó mi hermana y yo le brindaba compañía, eso hizo que yo participara de una vida común y corriente, de una casa de familia, compartir fiestas, alegrías y tristezas.

Y cuando tenemos ganas de pasear con la familia nos vamos. He llevado una vida muy a la manera de todo el mundo, nada raro.

E.N.D.: ¿Extraña el haber tenido esposa e hijos?

A.M.C.: No, a uno lo forman muy bien en el Seminario, y ya lo tenía muy claro. Sabía que era con una serie de renuncias, como la de tener un hogar, y como uno prepara muy bien la mente, no se pone a extrañar ‘qué bueno fuera esto o aquello’.

Pienso que por el hecho de no tener esposa no soy menos hombre, soy tan hombre como cualquier otro, y nunca he sentido que haya quedado como castrado: me siento muy normal en todo.

E.N.D.: ¿Cómo reparte su tiempo?

A.M.C.: Además de ser director de la Pastoral Social, soy párroco en la parroquia María Auxiliadora, en Cádiz, soy tesorero de la Diócesis, y tengo unas arandelitas. Nos dijo el sacerdote Roberto Mejía que el tiempo es como un caucho que se estira y cabe todo lo que quiera.

E.N.D.: En sus 50 años imagino que han llegado las tentaciones...

A.M.C.: Sí, claro. La tentación en sí misma no es buena ni mala; depende de si se vence o no. Forma parte de la vida y están las tentaciones al dinero, al aprovecharse de la gente, al licor y las mujeres, y sé que algunos han caído, pero en términos generales he podido superarlas.

E.N.D.: ¿Como sacerdote ha tenido que afrontar amenazas o intimidaciones?

A.M.C.: Alguna vez tuve una amenaza de algunas personas, pero a las que no había que ‘pararle bolas’.

E.N.D.: ¿Qué papel ocupa la oración en su vida?

A.M.C.: La oración es fundamental, pues si no hubiera sido por ella, hubiera caído en tentaciones. Ha sido un baluarte y un escudo protector.

Credito
EL NUEVO DÍA

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