“Le cogí temor a la vida en la calle”

La primera funcionaria transgénero de la Administración Municipal confiesa que varias veces pensó en retornar a la prostitución, pero algunos de sus compañeros, entre ellos su jefe, Claudia Cerón, y su pareja la detuvieron.

Entre las muchas preguntas que dan vuelta en la cabeza de Sandy Catalina Guzmán Morales, la representante transgénero del gobierno Jaramillo, es ¿cómo está viva? La única respuesta que encuentra es que cada día ha sido un milagro.

Y cómo no creerlo, sí ya perdió hasta la cuenta de cuántos atentados y redadas debió soportar durante sus largos años de prostitución, un trabajo que se convirtió en la única forma de sustento encontrada desde los 14 años, cuando rompió con todo lo que le recordaba su sexo masculino, hasta su nombre.

Esa ruptura con su pasado no fue producto de rebeldía, sino de las circunstancias que rodearon su niñez, una infancia marcada por el maltrato, el dolor por la pérdida de sus padres y el vacío que siempre la acompañó por sentir que su cuerpo no correspondía a lo que su alma y su mente le indicaban: que era una mujer, condición que adoptó en el parque Andrés López de Galarza, el espacio que por años fue su refugio, y donde una de sus “colegas” la bautizó como Sandy, haciendo alusión a la sandía, el alimento principal de su dieta.

De su vida como hombre lo único que tiene es una cicatriz en su labio superior, que recuerda con dolor, pues es una huella de su padre, quien la golpeó con la tabla de una cama por decir que era goda, en una reunión de liberales. La fuerte lesión afectó su habla.

¿Cómo se conoció con Guillermo Alfonso Jaramillo?

En tiempo de campaña él se metió en el mundo en que yo y mis amigas vivíamos. Él trasnochó con nosotras, nos vio aguantar frío y hasta llegó con una aguapanela para calentarnos. Desde el primer día nos ofreció que trabajáramos con él y yo no me le separé.

¿Fue el primer político que les hizo promesas?

No, pero sí fue el que se comprometió. De hecho mis compañeras no le creyeron, pero yo al otro día de que él nos buscó me quité los tacones y la minifalda y le caí en su oficina para decirle ‘qué me va a poner a hacer’, ‘yo quiero cambiar’, y tras de mí han venido más compañeras.

¿Ya como funcionaria qué hace?

Estoy adscrita a la Secretaría de Inclusión Social con el propósito de ayudar la construcción social de las mujeres y travestis que prestan servicios sexuales. Nosotros somos una población atropellada y abandonada a la que no se tiene en cuenta ni para un almuerzo, algo que empezó a cambiar en esta administración. Ya varias como yo están ganándose el sustento de otra forma.

¿Se encontró con muchos homofóbicos en la Alcaldía?

No, porque el Alcalde dejó muy claro qué personal iba a contratar. Sumado a ello, aquí me he encontrado con muchos integrantes de la comunidad Lgtbi serios y estudiados.

¿Qué cambios le ha implicado?

Muchos, hasta empecé a estudiar. Estoy en un instituto validando la primaria.

¿Ha pensado en volver a las calles?

Al principio me daba ese desespero por no tener plata, que me maquillaba y entaconaba y mi pareja me decía no lo hagas. Ese deseo de tener dinero diario, se vuelve como un vicio que se aferra a uno, pero con la ayuda de él, de la Administración, y de Claudia Cerón, que me decía ‘debes cambiar’ y ‘ser la voz de nosotros en estos lugares’, esos pensamientos fueron desapareciendo, ahora ya le cogí hasta miedo a la noche, a la calle.

¿Cómo así?

Pensar en lo dura y peligrosa que es la vida en la calle me aterra, tanto que cuando me tocan cruzadas de noche, hay quienes me dicen que los abandoné, que me crecí.

¿Qué hará entonces cuándo esto se acabe?

Me da pavor pensar que esto será pasajero, por eso tengo que estudiar para tratar que cuando esto termine pueda obtener un trabajo muy diferente.

SANDY CONQUISTANDO EUROPA

Sandy Catalina, ¿a los cuántos años empezó su transformación?

Cuando salí de mi casa jamás volví a cortarme el cabello ni  a usar pantaloncillos. 

¿A qué procedimientos se ha sometido?

Me hice una rinoplastia, me puse senos, me inyecté colágeno en los labios y me cambié de sexo, todos estos procedimientos fueron en Europa.

¿Qué la llevó al viejo continente?

En 1985 llegó el cuento de que los transgéneros eran muy famosos en Europa. Conocí unas personas que venían de Brasil buscando cirujano y me hablaron de París, me dieron direcciones y empecé a ahorrar lo de mi tiquete. Yo llegué a Francia con cinco dólares y un tiquete que valía 392 mil pesos. 

¿Cómo le fue?

Fue un país que nos acogió, nos permitía trabajar, la policía nos daba un beso en la mano, allí fue la primera parte donde sentí que nos respetaban como seres humanos.

¿A qué se dedicaba en París?

A la prostitución, las latinas éramos la gran demanda, atendíamos entre 15 y 20 hombres diarios.

¿Se protegía?

Mi gran protección y protector era Dios. A los cuatro años de mi llegada explotó la bomba del VIH, y se empezaron a enfermar y a morir mis amigas, entre ellas con quienes había hecho el viaje.

¿Cómo evitó el contagio?

La enfermedad atacó tanto a mi población que me fui al Instituto Pasteur y me ofrecí como voluntaria, para ayudar a frenar la enfermedad y evitar contagiarme.

Empecé a buscar información y me empezaron a dotar de preservativos, los cuales en medio de la nieve y de las bajas temperaturas en que trabajaba iba repartiendo. Me convertí en la más fuerte líder en contra de esta patología.

ADIÓS TOTAL A SU PASADO MASCULINO

¿Qué la convenció de cambiarse de sexo?

Yo no quería mi sexo masculino, y empecé a ahorrar para cambiarlo, tras viajar a Zúrich (Suiza), donde había más de 100 transgéneros con su sexo definido, ya eran mujeres casadas, con hijos adoptivos, y me enamoré de esa forma de vida.

Toda mi existencia había querido salir de ese encierro en el que vivía de ver mi órgano que no encajaba con mi cuerpo ni mi mente, entonces me realicé como mujer y me operé en Londres, ya hace 27 años.

¿También se casó?

No, pero tuve la oportunidad de hacerlo, pues conocí a un hombre que me sacó de la prostitución y me mantenía, pero por cosas de la vida me operé, él me apoyó en todo, y al poco tiempo me dejó. El señor ahora es casado con una travesti no operada, creo que él era más feliz conmigo cuando tenía mi órgano que cuando me realicé como mujer.

¿Cuánto convivió con él?

Duré con él cuatro años, fuera de la prostitución y ahí fue cuando empezó mi amor por los demás. Empecé a preocuparme por los emigrantes y por las trabajadoras sexuales.

¿Si le fue tan bien por qué retornó al país?

Retorné al país, puesto que en Europa debía pagar multas por ejercer la prostitución, y al colgarme en ellas me pusieron a elegir entre dos años en prisión o 10 años en Colombia, y opté por la segunda. Llegué a Colombia expulsada en 2004.

REENCUENTRO

Sandy, ¿qué la llevó a romper los lazos con sus 10 hermanos?

Fue muy difícil que ellos comprendieran mi identidad sexual, entonces huí para evitarles la vergüenza de tener un travesti en la familia.

¿Cuánto tiempo estuvo apartada de su familia?

Durante 38 años no les di la cara, pues había cambiado mi físico y no sabía cuál iba a ser su reacción al verme con pelo largo y senos. Quizás el respeto hacía ellos me hizo evitar buscarlos.

¿Cómo fue su encuentro?

Después de tantos años me entró la necesidad de saber qué había pasado con mi familia, de reencontrarme con todos mis hermanos, quienes se habían ido a vivir a Cali.

Una vecina me dio el teléfono para ponerme en contacto, viajé a esa ciudad y llamé a una de mis hermanas, con quien había hablado. Ella me citó en un parque, lo que para mí fue muy duro.

A esa cita llegó acompañada de su esposo quien se convirtió en la primera persona en darme respeto ante la familia, me llevaron al seno de su hogar, y me presentaron ante sus hijos como su tía, llamaron a mis demás hermanos, y a pesar de lo duro que me trataron me acogieron.

Hace 10 años sé lo que es tener a los seres queridos cerca y que me llamen tía.

¿Ellos saben su historia?

Sí, y también saben que sobreviví a matanzas, a intentos de suicidio, a odios y a violaciones de derechos humanos cometidos por la policía. 

Credito
EL NUEVO DÍA

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