Las supersticiones en la cocina

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
La gastronomía y las supersticiones juntas presentas muchas aventuras. Las supersticiones son tan viejas como la raza humana y al parecer muchas de ellas giran alrededor de la comida. De hecho, la mayoría de estas costumbres se relacionan con alimentos de la canasta básica.

Muchas no tienen sentido en la actualidad, pero nacieron por falta de información, por miedo a lo desconocido y por cierta creencia en la magia. 

Tal es el caso del uso de la sal; algunas personas consideran motivo de mala suerte recibir un salero directamente de las manos de otro comensal. Prefieren que, con el fin de evitar consecuencias posteriores, la otra persona ponga el salero sobre la mesa para que, quien lo requiera, lo toma desde ahí. Otros piensan que si la sal se cae, atraerá mala suerte. Cuando esto pasa, se debe tirar un poco de sal con la mano derecha por encima de tu hombro izquierdo. Se supone que la sal caerá directo en los ojos del diablo, lo cegará y así se evitará que tome su alma.

Otra de las creencias es la de consumir doce uvas a la media noche del Año Nuevo, o despedida de Año Viejo, para alcanzar éxito durante el año que comienza. Es una tradición española que se expandió a muchos países de Latinoamérica. Se supone que cada uva representa un mes del año. Si la uva es dulce, significa que ese mes en específico será bueno. De otro lado, las uvas son un símbolo de abundancia; así que, según esta costumbre, entre mayor número de uvas se logre comer, mayor abundancia tendrá en el próximo año.

No podemos olvidar la vieja costumbre de ponerse el collar de ajos o colgar un ramillete de ajos en una ventanas para protegerse contra los vampiros o contra el “mal de ojo”. De otro lado, como el pan es un alimento básico, existen muchas creencias y supersticiones entorno a él, por ejemplo, nunca lavar un cuchillo para pan en domingo. Tampoco, cortar los dos extremos de un pan, ya que se le dará permiso al diablo de volar por la casa. Una superstición europea señala que el pan se debe mantener en posición vertical para evitar la mala suerte. 

Al igual que el pan, existen muchas leyendas asociadas con el té y la buena o la mala suerte: Se considera de mala suerte que dos personas se sirvan el té de la misma jarra. Si se deja destapada la tetera mientras se prepara el té, probablemente un extraño llegará de visita. Siempre se debe poner azúcar antes de la leche; de lo contrario, nunca te casaras. Tampoco se debe revolver té en contra de las manecillas del reloj o la mala suerte se asomará. Si la etiqueta se cae dentro de la taza de té, probablemente perderá algo en una semana. En cuanto a los huevos, si se rompe uno, de doble yema, podría significar que pronto algún conocido se casará o alguien tendrá gemelos. De otro lado, un punto negro en la yema es un mal presagio. En cuanto a los fideos, no se deben cortar porque, según los chinos, los fideos largos representan una vida larga; si se cortan, se están acortando los días de vida. Para la longevidad, se deben sorber los fideos sin romperlos. 

Otra de las tradiciones más comunes relacionadas con la comida se refiere al arroz. Estamos tan acostumbrados a ver que a la salida de las bodas se lanza arroz que no nos hemos puesto a pensar su significado. El arroz siempre se ha visto como un símbolo de salud y prosperidad. Se creía que el arroz apaciguaba los malos espíritus para que no molestaran a la nueva pareja. Tirar arroz era un signo de felicidad, fertilidad, riqueza y prosperidad para la nueva familia. 

En China se les dice a las niñas que deben comerse todo el arroz de sus platos, de lo contrario, cada granito de arroz que dejen, representará una marca de acné en la cara de su futuro esposo. 

En México, se conocen una gran variedad de moles, tales como el negro oaxaqueño, el mole blanco o de novia, el mole verde, el amarillo, el coloradito, el mole rosa de Taxco, el chichilo, el mole almendrado, el manchamantel y el que es por excelencia el plato más representativo de México: El mole poblano. Sobre este último, las cocineras tradicionales, al prepararlo, si bien varían algunas cantidades, ingredientes y tiempos, hay algo que nunca cambia: mover el mole siempre en el sentido de las manecillas del reloj. Dicen ellas que, si se hace en sentido contrario, el mole se corta.

 

Mole Poblano

Se acostumbra prepararlo desde el día anterior. Para diez personas, compre un pavo de unas 8 lb. de peso y póngalo a cocinar en agua con 6 dientes de ajo, una cebolla cabezona y sal durante una hora, o hasta que la carne esté blandita. También puede hacerlo, despresando previamente el pavo y dorando en aceite cada pieza por unos minutos, antes de la cocción. Para hacer la salsa, la receta original contempla cuatro clases de chiles: Del ancho, 220 gr; de la pasilla, 90 gr; del mulato, 315 gr. y 4 chiles chilpotle*. 

Ponga a saltear los tres primeros chiles en un caldero con un poco de aceite por 2 minutos. Páselos por agua caliente por media hora y por la licuadora. Reserve. Saltee los chiles chipotle con tres tomates sin cáscara y haga otro puré. En el mismo aceite de los chiles, saltée unos 12 dientes de ajo y una cebolla cabezona finamente picada. Cuando esté transparente, adicione 150 gr. de almendras sin cáscara, 100 gr de maní, unos clavos de olor, pimienta negra, una raja de canela, y ½ cucharadita de semillas de anís, y deje saltear por 3 minutos. Añada 100 gr. de uvas pasas sin semillas y muela todo con el procesador o la licuadora. 

En un recipiente grande, incorpore todos los ingredientes procesados -3 purés- y póngalos a cocinar y a homogenizar por 5 minutos. Añada 100 gr. de chocolate amargo y una cucharada de azúcar y remueva. Al hervir, adicione caldo de la cocción del pavo y deje cocinar a fuego lento por 20-25 minutos. Salpimiente y controle el cuerpo de la salsa con caldo. Agregue los trozos del pavo, cocine unos 10 minutos más, obtenga una salsa algo espesa y sirva. Decore con semillas de ajonjolí doradas en una sartén. Puede hacerse también con pollo.

*Los chiles se encuentran frescos en supermercados y los hay enlatados. También se encuentran en Bogotá, en la Casa de Cultura Mexicana.

Credito
YEZID CASTAÑO GONZÁLEZ

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