Popeye, “El Marino”: Impulsor de la espinaca

SUMINISTRADA – EL NUEVO DÍA
Somos muchos los que crecimos viendo cómo Popeye, “El Marino” le propinaba duros golpes de guante de boxeo a Brutus, para salvar a Olivia de sus garras, gracias a la fuerza sobrehumana que le transmitían las latas de espinacas que tragaba en un solo acto. Con ello, las mamás contaban con un gran argumento para hacernos comer esas nutritivas hojas que tanto nos costaba aceptar de pequeños.

Popeye es un personaje de las tiras cómicas y cortometrajes, creado por Elzie Crisler Segar, que apareció por primera vez en la edición de The New York Evening Journal del 17 de enero de 1929. Su nombre proviene del inglés Pop-eye que literalmente significa ‘Ojo saltón’ pero, en realidad, se refiere a su ojo dormido. A la muerte de Segar en 1933, Max Fleischer creó al Popeye mítico y famoso, el personaje que come espinacas para multiplicar su fuerza y salvar a Olivia de las fechorías de Brutus. 

Las contribuciones atribuidas a las espinacas, además de una licencia creativa del dibujante, estaban basadas en la creencia popular de que esta verdura tenía un alto contenido de hierro. Este mito popular tiene su origen en una terapia aplicada a los soldados franceses que combatieron en la I Guerra Mundial, a los cuales se les mezclaba, en una copa con vino, un poco de jugo de espinacas para superar la anemia. 

Sin embargo, aquellas creencias estaban basadas en un error de transcripción que se descubrió unos años después. Sucedió que, al traducir el estudio sobre las espinacas elaborado por el científico alemán E. Von Wolf y publicado en 1870, en el dato relativo a la cantidad de hierro se puso mal la coma de los decimales, de forma que la cantidad por error se multiplicó por diez. Este descubrimiento no consiguió acabar con el mito atribuido a las espinacas gracias a la fuerza sobrehumana del Popeye (tomado de Directo al paladar.com).

Esta hortaliza probablemente se deriva de la “spinacia tetranda”, una hoja verde comestible y silvestre encontrada en Nepal. En el año 647 dC, la espinaca fue llevada de Nepal a China, donde se le llamó “verde persa”. La introducción de esta planta en Europa se remonta al siglo XI dC. cuando el pueblo musulmán, en su expansión hacia occidente, la llevó hasta al-Ándalus. En la Edad Media, la espinaca se cultivaba y vendía en el resto de Europa, y en Inglaterra se la conocía como la “verdura española”. Una vez reconquistada la mayor parte de la península con las cruzadas, durante los siglos XV y XVI, llegaron las plantaciones a zonas de Holanda, Inglaterra y Francia, y aumentó así el consumo. También, en el siglo XV, la espinaca se convirtió en un elemento básico de la cocina mediterránea. 

Catalina de Medici (1519-1589) prefería las espinacas sobre otras verduras. Cuando salió de Florencia para casarse con Enrique II, trajo cocineros para preparar sus platos favoritos de espinacas, se convirtió en reina de Francia en 1533, y las espinacas volvieron a ganar popularidad. Le gustaban tanto que ordenó prepararla para cada comida. Los platos que se sirven con una cama de espinacas son conocidos como “a la florentine” en su honor. 

Más tarde se introduciría en el continente americano de la mano de los europeos, pero sería a partir de los años veinte y treinta del siglo XX cuando se convertiría en un alimento muy popular al descubrirse sus excelentes propiedades nutritivas y alimentar al personaje de tiras cómicas antes mencionado. Actualmente el cultivo de esta planta se encuentra extendido por todo el mundo, siendo China, Japón y Estados Unidos los principales países productores. 

Hay dos tipos de hojas de espinacas. La lisa produce una hoja oblonga de color verde oscuro a verde claro. Los tipos Savoy tienen hojas ligeramente arrugadas con hojas más gruesas de color verde oscuro. El trabajo de mejoramiento con espinacas comenzó en serio en la primera parte del siglo XX cuando los investigadores comenzaron a seleccionar e hibridar variedades de espinacas con resistencia a enfermedades y aquellas que son más lentas en su crecimiento.  

La espinaca es muy rica en vitaminas y en minerales, aun cuando no tiene tanto hierro como nos hacía creer de niños la historieta de Popeye. Sus hojas se pueden comer crudas en ensaladas, para aprovechar al máximo sus propiedades nutricionales. Cocidas se consumen en pastas, cremas, pasteles, con huevo y en muchas otras formas. Una de estas maneras es en una rica y fácil tortilla de espinacas con otros vegetales como zuchinni, champiñones, pepinos o puerros.


Tortilla de espinaca, pollo y parmesano

Ingredientes: 2 atados de espinaca, 2 cebollas grandes, 1200 grs de pechuga de pollo cocida, 3 huevos, 50 grs de queso parmesano, 2 dientes de ajo (opcional), sal y pimienta blanca molida a gusto. 

Lave y seque bien la espinaca. Blanquéela apenas unos minutos, en una cacerola al vapor. Retire y reserve en un colador hasta escurrir el agua. Pique ligeramente. Corte las pechugas en trocitos. Pique la cebolla y rehóguela junto con la pechuga y un poco de aceite. Añada dos dientes de ajo picados, si desea. Integre la espinaca, mezcle y deje cinco minutos hasta que la misma no tenga agua. Condimente con sal y pimienta blanca molida a gusto. 

Bata los huevos con un chorro de leche y 40 grs del queso parmesano. Añada los huevos batidos a la verdura, el pollo y la cebolla. Caliente bien una sartén antiadherente de 15 a 18 cm de diámetro (aprox) con un chorro de aceite de aceite. Ponga la mezcla sobre la sartén bien caliente. Cuando comience a tomar temperatura, mueva y despegue los bordes con una espátula. Continúe moviendo, déjela dos o tres minutos y, cuando esté firme, dele vuelta con la ayuda de una tapa de olla plana. Agregue unas gotas de aceite y ponga nuevamente en la sartén caliente. Déjela dos o tres minutos más hasta que esté bien firme. Retírela y espolvoree el queso rallado restante. Sirva caliente como entrada o guarnición de carnes.

Credito
Yezid Castaño González

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