Está bien que critique, pero no ofenda

Observar más allá de la superficie, no tragar entero, pedir explicaciones, considerar ángulos de análisis distintos de los que nos presentan, cuestionar, discrepar y atreverse a controvertir, son pruebas de inteligencia, de agudeza mental de entereza y personalidad.

En suma, tener capacidad de crítica y de reclamo, es algo que debe valorarse y estimularse, muy especialmente entre la gente joven, aquella que está en proceso de formación.

Pero todo ello es válido, sólo si se cumplen las siguientes condiciones: Primera, que se su crítica sea hecha con sumo respeto al otro, tanto como usted quisiera recibir; segunda, con argumentos y conocimiento, pues no tiene mérito alguno criticar por criticar; tercera, que la crítica también puede ser constructiva, usted puede aportar, complementar, precisar, profundizar sobre lo planteado por el otro, sin demeritarlo. Cuarta: sin pretender que la suya es la última palabra y verdad revelada, y que el otro es quien está equivocado, podría suceder que el equivocado sea usted, o que ambos tengan algo de razón; quinta, que se entienda muy bien que hay asuntos que no son materia de controversia, puede tratarse de gustos y preferencias en campos estéticos, religiosos y muchos otros, que inclusive se explican por razones culturales y, mientras no hagan daño a los demás, deben ser respetados y tolerados; sexta, que sepa diferenciar claramente entre la persona y el hecho de crítica, para que centre su alegato en el asunto y no en la persona.


Ahora bien, aún en circunstancias en que usted tenga la razón, si critica o controvierte con insultos y grosería, o si busca hacer burla y escarnio del otro, no sólo ofende al implicado, sino que rebaja el nivel a la discusión y puede generar conflictos y aún violencia. Serán muchos los que opten por ignorarlo o aislarlo y será usted mismo quien deprecie su imagen y se gane el calificativo de  conflictivo e indeseable. Por otra parte, si su decisión de criticar obedece a que el otro “no le cae bien” o quiere llamar la atención del entorno, muy rápidamente va a lograr que ello salga a flote y sus argumentos pierdan peso.


Todo lo anterior demanda especial atención hoy en día puesto que, con el advenimiento del internet y la popularización de las redes sociales, se ha vuelto común que muchos lectores hagan comentarios sobre personas, posiciones y artículos publicados en periódicos y revistas. Y, no hay duda, es muy positivo que exista esa posibilidad, sólo que, infortunadamente, son muchos los comentaristas que, ocultos bajo el anonimato, escriben verdaderas sandeces, improperios e insultos, inclusive utilizando lenguaje en extremo vulgar; con ello, ofenden no sólo a su víctima, sino a los demás lectores que deben concluir que, quien así se expresa no puede ser más que un desadaptado social y un cobarde.


Ante esta situación, lo usual es que los medios de comunicación hablados y escritos, físicos o virtuales, periódicos y revistas, se cuidan de señalar que “no se hacen responsables de las opiniones expresados por los comentaristas y que se toman el derecho de seleccionarlos”. Sin embargo, no queda claro con qué criterio seleccionan, porque los comentarios que sí divulgan, en su mayoría son mensajes insultantes que difaman a personas indefensas; basura, que alimenta el  morbo y la agresividad de los lectores. Tal parece que aún no es clara la diferencia entre el derecho a la libre expresión y el derecho a la honra y a un trato digno, que  también son derechos consagrados en nuestra Constitución. Los medios que así se comportan, sólo logran alejarnos cada vez más, de una cultura de tolerancia y respeto a la diferencia, de la convivencia y la anhelada paz entre los colombianos.

Credito
MARTHA CRUZ Especial para EL NUEVO DÍA

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