La fea costumbre del chicle

TOMADA DE INTERNET - EL NUEVO DÍA
Algunos disculpan su uso como una forma para distraerse, de controlar los nervios, de olvidar el uso del cigarrillo, de limpiar la boca, de suprimir el apetito, o de reducir la acidez de la boca o estomacal. Es posible que tenga esas bondades, pero de todas maneras el masticar chicle en público no deja de ser una muestra de mala educación.

Además también hay que decir que su consumo frecuente puede producir lesiones severas en la mandíbula y en los dientes y que su uso compulsivo no disimula su nerviosismo, por el contrario, lo pone en evidencia y de la peor forma.

De otra parte, es nefasto el que terminen en el piso, pegados en las ceras, bajo las sillas o dañando elementos públicos y sitios patrimoniales. Es tal el daño que causan y lo costoso que resulta su limpieza que ya en muchas ciudades y países como Quito, París, Italia, Singapur, entre otras, han establecido serias sanciones a quienes boten chicles al piso o los peguen. El colmo fue una ocasión en que se paralizó el metro de Singapur porque las puertas no se accionaron por las gomas pegadas en ellas.

El chicle es una de las golosinas más universales y son muchas las personas que conservan la fastidiosa manía de masticar gomas en forma continua,  aún en los momentos y situaciones más inoportunas, tal parece que no han tomado conciencia de los severos problemas que le genera a sí mismo y de la incomodidad que causa a quienes le rodean, especialmente cuando se les pegan a la ropa o en los zapatos.

Igualmente es enorme el malestar que produce en quienes lo observan pasarlo de un lado a otro de la boca, sacarlo a los labios o hacer bombas; masticarlo todo el tiempo no sólo refleja mala educación sino que también refleja inseguridad, nerviosismo incontrolado e irrespeto al otro. Y es que hay personas que mastican chicle aún en las situaciones más insólitas como: ceremonias, visitas, reuniones, al hablar en público, etc. Incluso, en la pasada misa dominical, el sacerdote llamó la atención al respecto y solicitó que cuando pasaran a comulgar no lo hicieran con chicle en la boca. 

Hoy, en algunos lugares como salas de arte y museos es frecuente observar una señal que indica no comer chicle, pues han identificado que al querer deshacerse de él dañan los pisos y el mobiliario.

Cabe agregar que, si bien esta fea costumbre puede encontrar algún atenuante entre los adolescentes, resulta detestable entre los adultos, que tendrían que haber superado estas manías que ponen en evidencia su mala educación y dan un pésimo ejemplo a niños y adolescentes, que aprenden mucho más del ejemplo que del discurso.

La sugerencia que debo reiterar, es: buscar una manera diferente de entretenerse, que sea más saludable y menos molesta.

Credito
Por: Martha Cruz - macruztol@yahoo.com

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