Disfrute la música

Por estos días es pertinente volver a este tema del cual escribí con anterioridad. Si bien estamos en época de fiestas y la rumba motiva a subir el volumen a los equipos, con seguridad se disfrutará más de la compañía de familia y amigos si el volumen de la música permite que pueda conversar con ellos.

Es posible afirmar que todos valoramos la música, independientemente del género que prefiera. Para cada uno, la mejor será la que más le gusta y, discutir si un pasillo supera a un vals o a un reggaetón, no sólo es inútil, sino que resulta imposible llegar a acuerdos y no tiene un final feliz. En lo que parece no haber discusión, es sobre la maravilla y la magia que encierra la música.

La música, además, tiene poderes sorprendentes, es capaz de mover las emociones más profundas, transmite energía, relaja, trae recuerdos, calma “tusas”, acompaña tristezas, alegrías; convoca al llanto, a la risa, alivia o aviva la nostalgia y se puede ajustar a cualquier estado de ánimo; incluso, forma parte de terapias curativas para males del cuerpo, la mente y el alma.

Todo ello es cierto, siempre y cuando el volumen con que se emita sea el adecuado porque, según expertos en el tema, todos los sonidos, cuando se escuchan a un volumen demasiado alto, pueden ser dañinos y llegan a convertirse en un problema ambiental que tiene consecuencias sobre la salud de la población y afectan su calidad de vida. Aumenta notablemente las posibilidades pérdida de la audición, disminución de la capacidad de aprendizaje, genera irritabilidad y hasta sirve de estímulo a comportamientos antisociales.

Por lo anterior, resulta imperativo que se tomen las medidas pertinentes para evitar los excesos que se observan, especialmente en una ciudad que se precia de ser la “Ciudad Musical de Colombia”. Ibagué debe hacer honor a su apelativo no solo por su tradición, por el Conservatorio, por el gran número de músicos que la habitan y la visitan y por la cultura que se supone, tienen los ibaguereños para escucharla.

En este aspecto falta mucho. Inclusive, quienes tienen a cargo la ejecución de eventos que involucran música, patrocinados por la Gobernación y la Alcaldía, deben dar ejemplo y controlar el volumen que se utilice en ellos y, de paso, cumplir las normas existentes, al igual que los empresarios u organizaciones que realizan eventos de diverso tipo. El problema no es la música, es el volumen del sonido, pues se transforma en un ruido exasperante y desagradable, que impide conversar y escuchar a los demás, actividades base de la convivencia.

Es necesario tener en cuenta que los sonidos se perciben mejor y se disfrutan más sin exagerar el volumen. Lamentablemente no hay control sobre quienes operan los equipos y tampoco direccionamiento sobre el tema, por lo que cada uno hace lo que quiere y, por lo general, piensan que entre más fuerte y escandaloso suene, atraen más público y será más exitoso el evento, cuando es todo lo contrario, un volumen exagerado resulta agresivo, aleja a los asistentes e impide entender lo que dicen los presentadores.

En consecuencia, es necesario que, de un lado las autoridades ejerzan su competencia en la materia para reducir los altos niveles de ruido que se registran en la ciudad, no solo en épocas de fiesta, sino durante todo el año. De otro lado, cada persona, cada vecino, debe revisar sus comportamientos, porque no tiene derecho a perturbar la tranquilidad de los demás, lo que constituye una elemental muestra de respeto.

Recordemos: La contaminación auditiva que se observa en la ciudad, habla mal de la cultura de sus ciudadanos y es algo que está en nuestras manos superar.

* Asesora y formadora en Habilidades Sociales y Productividad Personal.

macruztol@yahoo.com

Credito
MARTHA CRUZ

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