Baluartes que han vestido de oro a EL NUEVO DÍA

EDWIN SALCEDO - EL NUEVO DÍA
El trabajo decidido enfocado en la verdad y la objetividad que adelanta desde su fundación EL NUEVO DÍA ha sido reconocido por los premios de periodismo más importantes del territorio colombiano, gracias a la experticia de sus plumas y fotógrafos.

Con el compromiso de la verdad y el respeto por la información, EL NUEVO DÍA ha logrado consolidarse como el medio con mayor credibilidad de la región.

A su nombre, sinónimo de confianza y veracidad, lo respaldan los diversos premios y reconocimientos obtenidos en sus 23 años de historia, entre los que se destacan dos premios nacionales de periodismo Simón Bolívar, en investigación y caricatura; dos premios CPB en fotografía y caricatura; un premio Nacional de Fotografía Ecológica, así como mejor cubrimiento de la Copa Toyota Libertadores y un premio Colprensa a la mejor crónica.

Detrás de estas exaltaciones hay un trabajo arduo e independiente adelantado por un equipo que descubrió el verdadero valor de la profesión, y que a pesar de que sus proyectos de vida los tienen en lugares distintos aún sienten que esta es su casa, una casa en la que aprendieron a ver más allá de lo evidente, a leer la letra menuda, a analizar los antecedentes y a discernir sobre las posturas políticas.

Entre estos baluartes que tiñeron de gloria al diario de los tolimenses están Olga Piedad Torres, Juan Carlos Escobar Montoya y Claudia Polanco Yermanos, ganadores de los más importantes premios de periodismo del país, y que así como entraron salieron: por la puerta grande.

“Le debo mucho a  EL NUEVO DÍA,  hasta mi marido”

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Olga Piedad Torres, quien desde hace más de 11 años es profesional universitaria de la Secretaría de Salud departamental, dejó una imborrable huella como periodista en esta casa editorial.

Entre 1994 y 2001 sus informaciones se vieron plasmadas en todas las páginas, especialmente en la sección Ibagué, en la que se forjó un nombre llevando a cabo periodismo investigativo, género al que fue enrutada por sus jefes de redacción de turno: primero, Amparo Forero, y posteriormente, Martha Myriam Páez.

Su riguroso trabajo fue exaltado con un Simón Bolívar en 1998, por develar los malos manejos de Álvaro Ramírez Gómez, alcalde de la época, quien pretendía vender el espacio público instaurando zonas azules en toda la ciudad.

El traspasar los boletines oficiales, junto con su olfato, su intuición, buen manejo de fuentes y rigurosa lectura a la letra menuda fueron las claves que le permitieron cumplir con un verdadero trabajo de investigación, representado en una serie de artículos publicados durante seis meses, con los que logró que se derogara un decreto nocivo para la Capital Musical.

Las zonas azules eran en realidad un negocio por más de 20 mil millones de pesos y cuya contraprestación para el Municipio era mínima. Olga Piedad logró evidenciarlo no solo con la publicación de los decretos expedidos, sino haciendo todo un tejido social por la carrera Quinta.

Pero este no fue el único trabajo meritorio: ella era dedicada, disciplinada y apasionada no solo en la página de Ibagué Administrativa, sino en todos los cubrimientos en que su pluma era requerida, entre ellos el Festival Folclórico, que disfrutaba hasta último momento; los partidos de fútbol en que jugaba su hermano y el torneo suramericano de natación desarrollado en Ibagué, con las más selectas figuras de esta disciplina.

Y es que la ganardonada comunicadora llegó a EL NUEVO DÍA con la obsesión de cubrir Deportes, en razón a que conocía del tema; de hecho era una deportista consumada, perteneció a la selección Tolima y Colombia de Baloncesto, pero lo más cercano que estuvo en esta sección fue como apoyo y tocando el corazón del editor deportivo, Guillermo Álvarez, de quien se enamoró dos años antes de abandonar el diario, y con quien conformó un bello hogar con dos hijas, Luciana y Sarita.

Es por esto que no duda en asegurar que a este medio, al que aún siente su casa y su escuela, le debe mucho, “hasta mi marido”.

En esta sala de redacción y haciendo trabajo de campo terminó de formarse y aprendió, además, a amar el ‘cuarto poder’. Cuando fue contratada acababa de graduarse como comunicadora social de la Universidad Central de Bogotá; exactamente durante la licencia de maternidad de Martha Myriam, por lo que dice que “fue una licencia que me duró nueve años”.

Según cuenta Olga Piedad, al igual que sin buscarlo llegó a convertirse en una de las periodistas más mordaces y respetadas del Departamento, fue su incursión en el periodismo, carrera a la que llegó por descarte, o tal y como ella lo cree “como un juego”, ya que en sus planes estaba estudiar Educación Física.

Al ver que no había el programa al que quería ingresar vio en Comunicación una buena oportunidad para aprovechar la beca que le habían conferido como deportista, en la que hasta hoy es considerada la mejor universidad deportiva de Colombia.

Su trasegar por el periodismo, una profesión en la que aprendió que es más “importante tener amigos que plata”, le permite decir con total convicción que Dios se la puso en el camino porque “tenía madera”.

Aprendió a escribir bonito

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Hace nueve años Claudia Polanco Yermanos dejó EL NUEVO DÍA, pero aún guarda en su memoria los más gratos momentos, entre ellos de aprendizaje, pues esta fue su mejor escuela, y donde aprendió a “escribir bonito”, una tarea difícil, pero que como ella lo reconoce, en este periódico “sí es posible”.

A esta casa editorial llegó a hacer su pasantía, cuando cursaba noveno semestre de Comunicación Social en la Universidad de Manizales.

Lo que en un comienzo sería su práctica se convirtió en su primera experiencia laboral, donde realmente se formó como periodista. Su buena y creativa redacción se vio en todas las páginas; sin embargo, la sección Económica y el área de Publicidad fueron sus dos más importantes fuentes.

Pese a su experticia e impecable escritura, fue hasta 2005 donde su trabajo se vio recompensado con la obtención del premio Colprensa, por la crónica rotulada ‘Los niños del Túnel’.

Dicho trabajo fue publicado en Facetas, la sección más amada y de la que recuerda todos los de su ‘generación’ se peleaban, porque les permitía escribir diferente, cambiar el chip de las noticias diarias por un tema más reposado y en cuya construcción podían sacar su garbo de escritores, tal como ella lo logró en una historia inspiradora, de la que se enteró tras la emisión de un capítulo de ‘La Granja’, un reality que Caracol Televisión rodaba en Ibagué.

Los participantes de este programa llegaron a un humilde barrio para llevar útiles escolares a un grupo de niños que recibían clases en un túnel que había sido activado como escuela.

Al día siguiente a la emisión, acompañada del reportero gráfico Hélmer Parra, Claudia Polanco emprendió camino en búsqueda de su propia historia, enfocada a mostrar todos los sacrificios que le representaban a 84 niños recibir clases en malas condiciones.

Su forma de narrarla fue a través del diario vivir de un pequeño que tenía que caminar largas horas por agrestes caminos para llegar a la escuela. Su sueño de superarse, al igual que el de sus compañeritos, era apasionante y conmovedor, tanto que a medida que la periodista hacía su trabajo de campo iba llegando a su mente cómo su crónica debía plasmarse.

Su decisión fue la acertada, no solamente porque tiempo después le dio un premio, sino que al otro día de haberse publicado muchos lectores, entre ellos empresarios, se vincularon para intentar construirles un colegio. La ciudad se conmovió a tal punto que un promotor taurino organizó un evento en la plaza de toros Pepe Cáceres, al que fueron llevados todos los niños del Túnel, muchos de ellos era la primera vez que salían.

La crónica no solo catapultó a Claudia sino que, según cuenta, transformó su visión de la profesión, haciéndole comprender que “siendo periodista se pueden lograr cosas importantes en el tema social, no simplemente denunciar, sacar a la luz casos de corrupción sino también ayudar en el día a día”.

En el campo profesional también le abrió puertas, permitiéndole tras siete años y medio, aspirar a un nuevo trabajo en Bogotá. En enero de 2007 se vinculó a la agencia española EFE, donde aún se desempeña como editora para América Latina, y como miembro de Colombia.inn, equipo creado por EFE para hacer las noticias que tienen que ver con innovación y emprendimiento.

Un sueño  cumplido

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Apasionado por la fotografía ha sido toda la vida Juan Carlos Escobar Montoya. Su gusto por este arte inició en la adolescencia.

Acompañado de una Kodak 110 perteneciente a su familia recorría Ibagué para capturar sus más bellos paisajes y los rostros de sus gentes. Siempre tuvo en mente que a eso quería dedicar su existencia, pero después de terminar su tecnología en Mercadotecnia cuando dio rienda suelta a sus instintos.

Viajó a Bogotá a estudiar Fotografía y Publicidad, y a su regreso tras ayudar en la empresa familiar, una distribuidora de cerveza que había montado su padre tras pensionarse de la Policía, empezó a laborar en Foto Japón, donde gracias a sus conocimientos fue nombrado coordinador técnico de fotografía.

Estando en ese cargo entró en circulación EL NUEVO DÍA, y con él el sueño de Juan Carlos de pertenecer a esta editorial.

“Con mi gran ilusión y la bendición de Dios se me presentó el momento”, dice al mencionar que en 1992 empezó su vida como reportero gráfico, y sus glorias en lo más alto del periodismo, al obtener su primer CPB, precisamente en una de las épocas más sangrientas de la violencia colombiana.

El galardón le fue conferido en 1996 con una imagen captada durante una toma guerrillera en Anaime, corregimiento de Cajamarca, a la que tituló ‘Guerrillero muerto’.

La fotografía con que convenció al jurado nombrado por el Círculo de Periodistas de Bogotá, congela en el tiempo, en medio de los escombros, a un policía arrodillado echándose la bendición delante de un insurgente que ha sido dado de baja.

El CPB, refiere el reportero gráfico, llegó en un momento en que sentía que había cumplido su ciclo en EL NUEVO DÍA, es así que emprendió nuevos proyectos, sin imaginar que de nuevo la vida y su amor por este diario lo traería de vuelta, para una segunda etapa entre 2003 y 2008.

Su paso por este medio, menciona, representó además de un sueño cumplido, una gran experiencia, “puesto que la empresa me prestó todas las oportunidades para que yo creciera en mi profesión”.

Además de aprender sobre el oficio conoció a su amor, Olga Lucía Garzón, una periodista que se ha convertido en su mano derecha en todos sus proyectos, entre ellos el más reciente, el libro ‘Un viaje colorido por el Tolima’, y con la que descubrió que no había perdido su sensibilidad.

Lo anterior, en razón a que según cuenta Juan Carlos, de tantas imágenes de dolor, tragedia y muerte que debió capturar llegó a un momento en que no se conmovía, sentía que su corazón se había vuelto duro como una roca, a tal punto que en muchas ocasiones a donde le tocó ir a hacer reportería era sordo a los pedidos de auxilio, solo le interesaba tomar la imagen tipo portada.

Pero todo cambió en el cubrimiento de una incursión guerrillera en Puerto Saldaña. Las escenas fueron tan desgarradoras que no pudo obturar, entró en un llanto profundo al igual que su compañera Olga Garzón.

Ese día se dio cuenta de que había recuperado sus sentimientos, ya se sentía un ser humano completo, y cómo no: el panorama era de terror, tanto que en una de las casas quemadas por insurgentes una mujer dio a luz.

Al llegar a cubrir se encontraron a un hombre pidiendo ayuda y tras de él una madre ensangrentada con su niño desnudo aún pegado al cordón umbilical.

“Ver eso me bloqueó. Lo único que pude hacer además de llorar fue quitarme la camisa para que cubrieran al bebé. Fue un momento difícil, de ahí en adelante fueron muchas las escenas que me dolieron”, acotó.

Credito
REDACCIÓN SOCIALES

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