El miedo y sus fantasmas

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
Por empoderarlo más de la cuenta, el miedo siempre está dispuesto a hacernos ver las cosas peor de lo que realmente son.

El poder que ejerce el miedo sobre nosotros hace que veamos y creamos que suceden cosas, sin que en realidad sean ciertas. Y nos afecta tanto que, cuando nos dejamos llevar por él, se nos anula toda la voluntad y no somos capaces de decidir bien.

Él funciona como un círculo que da vueltas sobre sí mismo y que se alimenta de nuestras cobardías.

Desde esta perspectiva, todo nos frena, nos paraliza y nos ata. En consecuencia, se perturba nuestro estado de ánimo y, por ende, perdemos la confianza en nosotros mismos.

Cuando se instala en nuestra cabeza esa emoción negativa, sentimos que nuestras defensas caen y entramos en estados de indefensión, de baja autoestima y de soledad.

¿Sabe qué es lo más desalentador?

Que muchas de las reacciones de temor que experimentamos obedecen a hechos infundados. La verdad es que no siempre estamos atravesando por riesgos determinados.

Es decir, muchos de nuestros miedos solo existen en nuestras mentes. Y eso -léase bien- genera severos estragos, pues nos dejamos dominar por angustias innecesarias.

El tema también es médico, ya que esta emoción dilata las arterias, aumenta la velocidad del flujo sanguíneo y sube el ritmo cardíaco, sin contar las escenas de ansiedad.

Por algo dicen que es tan fuerte el poder del miedo, que nos hace “temblar las piernas” o “nos pone los pelos de punta”.

El miedo también es contagioso: Tiene la particularidad de propagarse como pólvora. A medida que aumenta, nos sugestionamos y entramos en crisis.

Decidí tratar este tema porque el miedo, de manera particular, es el que arruina muchas de nuestras metas. Nos la pasamos empoderando tantos temores que, al final, preferimos no emprender algún proyecto profesional o no nos atrevemos a asumir riesgos.

Eso es malo porque, además de inhibirnos como personas, permitimos que nuestros pensamientos somaticen esos temores, aumentando nuestros niveles de estrés.

Lo mejor es aprender a identificar el temor y enfrentarlo, entre otras cosas, para controlarlo y ejercer dominio sobre él.

Si después de intentarlo no conseguimos superarlo, es preciso acudir a un profesional que nos permita disminuir la intensidad.

Quiero aclarar que no estoy hablado del miedo a situaciones que nos ponen la vida en peligro. No hablo de los que evitan la muerte, sino de los que paralizan la mente. Me refiero a los temores que nos quitan el valor para enfrentar nuestra realidad.

Solo por mencionar un ejemplo, cito el miedo que nos hace retroceder a nuestra zona de confort.

Ese y otros temores, casi siempre, son fantasmas que nos asustan en la medida en que les seguimos atribuyendo poderes que no tienen.

El miedo es una sombra que tiene la capacidad de obstruirlo todo: nuestros amores, nuestros verdaderos sentimientos, nuestra felicidad y hasta nuestras oportunidades de ser nosotros mismos.

No se trata solo de una emoción frustrante, sino que además nos impide lograr lo que deseamos y nos deja tras las rejas de nuestra incapacidad para actuar. Al estar dominados por él, arruinamos vivencias y dejamos pasar buenas oportunidades.

Es fundamental liberarnos de esos temores para poder afrontar las situaciones que la vida nos presenta con dignidad y asertividad.

Lo importante entonces es tener la voluntad de vernos ‘cara a cara’ con nuestras preocupaciones y no pasar la vida como cobardes. Debemos tener claro que hay muchas opciones esperando que las aprovechemos y no podemos dejarlas pasar solo por nuestros absurdos miedos.

Credito
EL NUEVO DÍA

Comentarios