La mujer y su derecho a la equidad

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
En una peluquería escuché decir a una señora: "Espero que mi marido me deje entrar a la casa a pesar del corte de pelo que me hice".

Lo lamentable es que ella lo decía como un gracejo, sin advertir el contenido machista y la baja autoestima que su mensaje transmitía.  

Esto no es nuevo. La desigualdad en las relaciones entre hombres y mujeres ha existido y se perpetúa en muchas sociedades y la fisiología de unas y otros se ha utilizado para atribuirles comportamientos, actitudes y roles diferenciados, casi siempre otorgando preponderancia al hombre. Si bien, hoy en Colombia se cuenta con muchas leyes que protegen a la mujer y se observa creciente acceso de la mujer a la educación, al mercado laboral y a la política, entre otros, pareciera que la brecha de desigualdad se ha reducido un poco en algunos escenarios, y eso es cierto, pero queda muchísimo por hacer. Basta con observar las alarmantes cifras de violencia contra la mujer que se reportan para Colombia y los aberrantes actos de abuso sexual inclusive con niñas de muy corta edad que conmueven a muchos y movilizan marchas y plantones, pero continúan ocurriendo. Muchas de esas leyes no se cumplen y las autoridades que deben aplicarlas las desconocen o prefieren ignorarlas.

En esta gran tarea de lograr equidad y respeto a los derechos humanos de la mujer, por supuesto, ella debe ser la gran protagonista, pero también a los hombres les corresponde actuar, porque el maltrato a la mujer degrada a la sociedad en su conjunto. Entonces, es una tarea de todos y es mucho lo que cada uno podemos  hacer, y no se esperan actos heroicos, se trata de tomar conciencia de la gravedad de esa situación y asumir la responsabilidad de  introducir ajustes a ciertos comportamientos y actitudes, hasta modificar el vocabulario que utiliza porque con él, sin proponérselo se valida y contribuye a perpetuar tal situación.

Por ejemplo, si es madre cambie su actitud frente a que sea la niña a quien pide que colabore en la cocina, arregle la casa, le tienda la cama o sirva a la mesa al hermano mayor. Invite a su hijo varón a que también participe en la preparación de los alimentos, que tienda la cama o ponga la mesa. No considere impropio que el niño sea quien ayude a barrer la casa, anímelo a que lo haga. Él también vive allí y forma parte de la familia con iguales derechos y deberes que su hermana. No discrimine los oficios ni los juegos de niños y niñas; no hay razón válida para que las niñas jueguen solo con muñequitas y a la cocina mientras los niños andan en bicicleta y usan patines. O que las niñas jueguen a ser princesas y reinitas, mientras los niños juegan a ser superhéroes.

No se congratule o presuma ante otros de que su marido es muy querido porque le "colabora" en los oficios de la casa y la atención de los niños, como si eso fuera algo extraordinario; es lo mínimo que él debe hacer porque los hijos, la casa y su buen funcionamiento es cuestión de los dos. Máxime si usted también trabaja.

Tome decisiones, ejerza su autonomía. No espere a que su pareja sea quien decida todo, inclusive cosas menores cómo el tipo de pan que compra o las flores para adornar la sala; tampoco aquellas como la ropa que usted usa, o si se corta el pelo o no, o si se depila las piernas. Está bien que intercambie sobre esos asuntos pero ejerza su derecho a decidir. Por otra parte, usted, al igual que él necesita momentos de esparcimiento, visite a sus amigas o a su familia sin tener que pedir permiso para hacerlo, observe que tampoco él le pide permiso.

También será de gran ayuda que cuide su vocabulario y evite expresiones que afirman la inferioridad de la mujer, como por ejemplo: "Detrás de cada hombre hay una gran mujer", "Definitivamente usted necesita un hombre", "Es que somos el sexo débil", "Si su marido le pega será porque se lo merece", "Los niños no lloran", "Sea machito", "Qué machera". 

Usted es una persona valiosa y es quien primero debe reconocerlo.

 

Credito
Martha Cruz

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