El legado que deja el embajador de la agricultura en Cajamarca

Crédito: Suministrada / EL NUEVO DÍA
El empresario Pedro Julio Gaona Sosa se destacó por servir a la comunidad y será recordado por ser uno de los pioneros en la siembra de remolacha, repollo, fríjol y arracacha en la despensa agrícola de Colombia.
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Pedro Julio Gaona Sosa, hijo de Hibo Gaona y Enriqueta Sosa, oriundo de Boyacá y criado en una familia humilde, que llegó en 1960 a Cajamarca  a la edad de 14 años con una maleta, un sombrero, una ruana y un espíritu soñador, se dedicó a trabajar como jornalero, desyerbando y cultivando las tierras cajamaracunas y con su esfuerzo, sencillez y humildad logró convertirse en uno de los terratenientes más queridos e importantes de la región. 

Sus familiares y amigos lo recuerdan como un hombre trabajador, inteligente, servicial, respetuoso y tranquilo, una persona emprendedora que con sus más de 60 años cultivando las tierras Cajamarcunas se convirtió en referente para otros agricultores e impulsor del desarrollo y progreso de otras familias campesinas. 

Conquistó diferentes países de Europa con la exportación de granadilla, pero el producto que le permitió llevar con orgullo su profesión de agricultor fue la arracacha.

Los días de mercado, sentado en la cafetería El Descanso, con su apariencia taciturna y serena, escuchaba y debatía el precio de sus productos y de una manera perspicaz lograba conseguir el mejor costo de la compra y venta de las cosechas. 

Además de gustarle el campo y ser comprometido con sus cultivos, era amante a sentarse todas las tardes a jugar ajedrez. “A veces apostábamos 2.000 pesos para ponerle más diversión a la partida, pero el día que murió prometí no volver a jugar y regalé el ajedrez, era con la única persona que me gustaba sentarme a jugar una partida”, dice Jairo Caicedo, su amigo, su ‘compinche’ y a quienes los llamaban ‘Los Mandriles’.

El 26 de septiembre el reconocido empresario dejó este mundo para encontrarse con el Padre Celestial, su ausencia será uno de los momentos más dolorosos para sus hijos, sus nietos y demás familiares, quienes extrañarán la presencia de ese ser que les entregó toda su vida para hacer de ellos unos hombres y mujeres de bien, pero les consuela el saber, que su enseñanza, su forma de actuar y su cariño incondicional, siempre serán la semilla que deberán plantar. 

Hasta sus últimos momentos se caracterizó por ser un hombre apacible y con ganas de seguir luchando por su vida, pero al final los quebrantos de salud le arrebataron su mirada serena y su cálida sonrisa, llevándose con ellas todas sus ilusiones.

No solo deja un vacío en sus familiares sino también en sus amigos y trabajadores, quien con su don de servicio y apoyo permitió que jóvenes campesinos aprendieran del campo  y emprendieran sus propios cultivos, demostrando que cosechando y creyendo en sí mismos se logran conquistar las metas. 

Así lo recuerdan sus familiares: 

“Como hijo siempre lo admiré y me sentiré orgulloso de seguir sus pasos, fue un gran padre, mi apoyo incondicional y mi mejor amigo, siempre lo recordaré y lo llevaré en mi corazón hasta el día que volvamos a encontrarnos.”. recalca Jaime Gaona.

Su hija, Martha Liliana Gaona, da gracias a Dios por darle como padre un hombre maravilloso, inteligente, sabio, honesto y cariñoso. “Gracias papito no sólo por traernos al mundo, sino por hacerlo con la mejor mujer. Gracias por tus consejos, tus historias y cuentos. Nunca existió para nosotros un maestro como tú. Gracias por estar a nuestro lado en las buenas y en las malas. Gracias por haber soportado e ignorado mis malcriadeces y enojos. Gracias por tus llamadas cuando estabas lejos, que me alentaban y me daban fuerza, gracias por existir. Te llevaré por siempre en mi pensamiento y mi corazón”, puntualizó con nostalgia. 

“Recuerdo a mi padre acompañándonos en cada partido de fútbol, apoyándonos no solo con su presencia sino con sus estímulos de ‘tienda abierta’ para todo el equipo en el evento de salir victoriosos. Siempre soñó con ver a sus hijos profesionales, nunca nos faltó nada y se convirtió en alguien para seguir como ejemplo, por su capacidad, por su esfuerzo, por su deseo de hacer siempre las cosas mejor y lograr cada día grandes resultados”, reflexiona Carlos Gaona, uno de sus hijos y, agrega que su padre siempre demostró responsabilidad, compromiso, respeto, confianza, amor y apoyo por su familia y por las personas que lo rodeaban. 

“Nos conocimos muy jóvenes y comenzamos a cultivar arracacha, cebolla cabezona, tomate de guiso, mazorca y fríjol, todos de buena calidad, dándonos a conocer en el sector agrícola. Lo recuerdo como un padre responsable y trabajador, con quien sostuve siempre una buena relación”, señala la también agricultora y madre de sus tres menores hijos, Dioselina Gil.

Por su parte, Paul Rivera Sánchez, Yerno del Señor Gaona, menciona que el legado que deja es que "primero debemos ser buenos seres humanos, tratar con respeto a las personas, ser humildes y sobre todo muy trabajadores, decía que todas las cosas se debían hacer siempre con inteligencia., el Señor Gaona días atrás le manifestó que se sentía muy complacido con la vida que llevaba, con sus hijos, sus cultivos y sus logros… fue grato escuchar eso., siempre tenía una buena historia para contar, un buen consejo que regalar y por fortuna tuve oportunidad de conocerlo y disfrutar de su amistad".

"Siempre lo admiré por su inteligencia y su personalidad, admiré mucho la forma con la que solucionaba sus problemas y me gustaba mucho escucharlo, una de las cosas que más me marco fue su forma de cultivar, mencionaba que no había que cultivar lo que todos estuvieran cultivando sino lo que nadie estuviera cultivando y así tuvo éxito, reiteraba que no era necesario cultivar grandes cantidades de tierras sino una cantidades de pequeñas pero bien tecnificadas para sacar alimentos de calidad., cosas que hoy en día se pueden aplicar hasta en la vida diaria".

Cuenta su hija Sandra, que su padre comenzó desde cero, pero con dedicación, disciplina y trabajo logró trasegar por los caminos del éxito. “Su pasión por la agricultura y su amor al campesino lo llenaba de tristeza al ver que su labor era poco valorada”, añadió.

 “La enseñanza que nos deja es que siempre debemos estar dispuestos para ayudar a las demás personas y que todos somos iguales y merecemos respeto”, puntualiza Miriam Florido, quien fuese su compañera. 
“Don Pedro, como suegro, siempre mostró ser un hombre respetuoso, cauto y de buenos consejos. Se mostró como ese caballero silencioso pero audaz, sencillo pero con capacidad fuerte para tomar decisiones, amable y cordial” así lo recuerda Gabriela Gómez. 

“Nunca me alcanzarán las palabras para agradecerle por todos los buenos y sabios consejos que nos supo brindar, pues siempre estuvo ahí para escuchar y ser esa guía en cada uno de nuestros proyectos. En mí se quedarán los mejores recuerdos y aquellos comentarios con gran sentido del humor. Por siempre ‘abuelito chichiato’.”, finaliza su nuera, Viviana Castro.

Credito
EL NUEVO DÍA

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