La Libertad, sentido de pertenencia y colaboración son sus banderas

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
El barrio La Libertad se ha constituido como la evidencia del empuje, el esfuerzo y la unión de sus habitantes para lograr una mejor calidad de vida.

Hace parte de la comuna 11, ubicada al sur de la ciudad en donde la mayoría de sus pobladores son de estratos Uno y Dos, e históricamente han unido todo su esfuerzo para lograr lo que se proponen; como pavimentar sus calles, lograr mejoras en el alumbrado y unirse contra la delincuencia.

Este buen hábito de unirse para lo que sea, es lo que los convoca hacía lo que más les preocupa: la contaminación del río Combeima.

Son vecinos del río y día a día por más de 30 años, han visto cómo va creciendo el problema de las basuras y como disminuyen sus aguas, “invaden su lecho, y con todas sus basuras lo que hacen es desviar el poco cauce que trae, afectando nuestras casas”, dice un habitante del sector.

El sentido de pertenencia es lo que los hace luchar cada día por su localidad y por los residentes de la misma, así como el cuidado de la naturaleza, por eso programan jornadas de limpieza y mejoramiento en el lecho del Combeima, pero es tal la contaminación, que lo que hacen, casi no se nota.

Historia

En 1970 un grupo de ‘lustra botas’, llegó a este sector de la ciudad, con la intención de construir sus hogares. El lugar era solo monte, tenía algunas zonas verdes, y como casi en la mayoría de los alrededores de la ciudad o donde se estaban gestando nuevos asentamientos, lo que existía era apenas unos cuantos tugurios.

Con la construcción de la estación Ospina (Terminal del Ferrocarril), junto a las obras del plan de alcantarillado, se fue mejorando la calidad de vida de los barrios que se fueron gestando alrededor del lugar, y se fueron poco a poco poblando otros, como el barrio La Libertad.

“Cuando llegue, de eso ya hace más de 30 años, todo lo que había era una especie de chozas, eran pocas, y las personas que llegaban a comprar los lotes, ellas mismas tenían que ponerse a desyerbar, a tumbar el monte”, apunta Anais Mosquera Trujillo, presidenta de la Junta de Acción Comunal.

Lo bueno

“La unión de la comunidad; lo mejor que tenemos es la forma en que nos juntamos en pro de todos nosotros. Son 168 casas, aproximadamente 580 habitantes, hay 119 niños, y a pesar de los problemas de seguridad que tiene toda la ciudad, la tranquilidad entre nosotros los vecinos, es excelente.

“Ya tenemos el 90 por ciento de las calles del barrio pavimentadas, y muchas por gestión de la misma comunidad, conseguimos el cemento y la gente del barrio pone la mano de obra; solo nos queda la carrera 4b sur, por pavimentar.

“La Junta de Acción Comunal ha logrado la mejora en la iluminación del barrio, también acordamos una alianza con el Icbf, y tenemos un programa con las dos guarderías para nuestros niños que están bajos de peso, allí les damos bienestarina, leche, entre otros alimentos y, para las madres, algunos mercaditos. Así mismo tenemos unos abuelitos a los que también les ayudamos para que se mantengan bien alimentados.

“Lo que nos caracteriza como comunidad es que acá todos somos muy solidarios, hay mucha unión entre todos nosotros, hacemos colectas si alguien necesita algo -medicinas, mercados- incluso ayudamos para los entierros de la gente que se nos muere”, señala Mosquera Trujillo.

Otros Problemas

El mayor inconveniente que se presenta en el barrio, es la cantidad de indigentes que poco a poco se van adueñando del lecho del río Combeima, algunos hasta ya tienen ‘cambuches’ o ranchos, y esto les genera, según dicen ellos, muchos problemas de inseguridad que se presentan en el barrio.

Algo que les preocupa mucho, es la contaminación del río; son demasiadas las basuras que día a día van llegando al río o que traen los mismos indigentes.

“Llevamos más de siete años gestionando con Cortolima, y nos dijeron que había que hacer gaviones de manera urgente, en ese tiempo el problema no era tan grave, y hoy en día es terrible la situación, convirtieron el río en invasión”, indica Mosquera Trujillo.

“Otro problema que tenemos es el canal; para nosotros no es benéfico porque poco le hacen limpieza y cuando la hacen, sacan la suciedad y la dejan ahí, y la comunidad tiene que absorber los olores que esto genera y todos los problemas de roedores que se presentan”, cuenta un vecino del sector.

“Realmente lo que necesitamos es que se haga más énfasis en el aspecto social, los niños no tienen que hacer, no hay una biblioteca, no hay parques, no hay zonas de esparcimiento, los muchachos les toca mantener en las calles y salir a jugar por ahí, con todos los problemas que esto conlleva”, puntualiza la líder comunal.

Seguridad

La comunidad expresa que por su cercanía a otros barrios del sur, y debido a que no tienen un CAI cerca, la inseguridad ha aumentado.

“A los lados del canal de Mirolindo, existe muchas zonas sin iluminación, haciendo fácil que los delincuentes se camuflen en la oscuridad y ya sea en las madrugadas o en las noches, salen a atracar a la gente”, señala Jenny Barragán, habitante del barrio.

De otro lado y gracias a una malla que les gestionó un político de turno, se logró la disminución del paso de los delincuentes que entraban por el río y hacían presencia en el barrio atemorizando a sus habitantes.

Han tenido que unirse e intervenir ante la astucia de los bandidos: “se trepaban por la malla, así que hicimos un recaudo de dinero, y logramos instalar un alambre en la parte superior, para evitar que por allí ingresaran, y lo último que han intentado es romper la malla, por lo que nos hemos visto en la necesidad de salir y hacer frente a esto”, indica otro vecino del sector.

Credito
EL NUEVO DÍA

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