Paraíso en Ibagué: verde, humano y productivo

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Los 17 corregimientos nos dejan ver esa Ibagué cercana al cielo, vital, de caras amables, botas gastadas y semillas sembradas por doquier.

EL NUEVO DÍA recorrió cuatro de ellos, que por su estigma como lugares inaccesibles suelen ser menos visitados, para encontrar historias de esa ciudad cuyos 466 años también debería festejar con quienes cuidan su verdor y proveen de alimento a sus centenares de miles de habitantes.

Toche: El paraíso del fríjol, elMachín y otras bellezas.

-Noroccidente-

El volcán Machín no los asusta. Lo que de verdad preocupa a estos nobles pobladores es que su dependencia sea más de Cajamarca que de la capital tolimense, debido al mal estado de las vías de acceso y evacuación. Aun así, la pujanza que caracteriza a sus campesinos les impulsa a entregar fríjol y arracacha en grandes cantidades.

“Vine de paseo (hace 22 años) a ver a un familiar y me pareció una tierra muy buena”, destaca Vicente González, de origen cundinamarqués, quien señala además que el lugar ha cambiado mucho, pues “es muy tranquilo, comparado con hace ocho o 10 años, con los problemas de orden público”.

Y sí, es cierto que el Machín les ha dado algunos coletazos -el más fuerte de ellos hace algunos años-, pero ya están acostumbrados, pues como dice Gloria León, si están declarados como zona de alto riesgo “¿por qué nos cobran el Predial y servicios como estrato Dos?”.

Sus habitantes coinciden en que Toche no debería ser declarada ni ‘zona roja’ ni zona de riesgo, porque de hecho, el turismo se manifiesta todos los días con los aventureros que llegan ya sea a subir el Machín, bañarse en aguas termales o conocer el verdor y la bondad de sus gentes.

El consenso de los pobladores está en la belleza de especies como la danta y el tigrillo, y en cuanto a aves los adornan guacharacas, pavas, azulejos, tucanes, loros orejiamarillos, toches, así como el cóndor en las partes altas; también, ofrece el paisaje tupido de palmas de cera en la vereda Alto de Toche.

“Por eso pienso que esto debería ser más visto por el Gobierno”, asegura Alonso Valencia, reclamo justificado en las voces de líderes que piden también asignación de docentes al igual que de médicos y enfermeras, ya que esto último lo hallan más fácil en Cajamarca, a más de dos horas de camino.

Habitantes: cerca de 250Distancia de Ibagué: 3 horas por Cajamarca

Dantas: Arrieros que desafíanel olvido con empuje

-Suroccidente-

Transportarse en un camión ‘mixto’ por arriesgadas laderas es el modo de llegar a un pueblo que, aunque se siente olvidado de la gran ciudad, cada día sigue procurándole la mejor calidad en fríjol, lulo, gulupa, arracacha, queso, leche y otros productos.

Allí no hay señal de celular, televisión básica -salvo algunos que adquirieron televisión por cable- ni Internet, y cuando la suerte los acompaña, tienen servicio de energía eléctrica; no obstante, su paisaje es envidiable y sus habitantes se reconocen como un sector integrado y visionario del mejor mañana.

“Aquí trabajamos en cultivos, hoyando y arreglando la tierra para sembrar”, narra María Emilse Suárez, quien añade que al sector lo caracteriza la tranquilidad tras haber sido ‘zona roja’ del conflicto armado hace varios años.

Por eso lo predominante es la vida social de sus habitantes, quienes “los fines de semana salen a tomar y a divertirse”, añade María Emilse; reuniones, para las que aprovechan una edificación a la que acuden tanto los niños que estudian en el corregimiento Laureles como los labriegos que reciben y/o montan la carga con que se relacionan Dantas e Ibagué.

Dora Delgado, secretaria de la Junta de Acción Comunal, cuenta que el olvido institucional se refleja en la falta de un puente para los niños que deben cruzar el río y en la falta recolección de basuras, para que no se deba recurrir al quemado de los desechos agrícolas.

Habitantes: cerca de 400Distancia de Ibagué: 1 hora y 30 minutos

San Juan de la China: La generosidad del caféal filo de una montaña

-Nororiente-

Más allá del barrio El Salado y del corregimiento San Bernardo, a 1.900 m.s.n.m., está uno de los mayores aportantes del café que se consume en la capital tolimense.

El relato de don Pastor Sandoval, uno de sus habitantes más longevos, conduce a antiguas casas cuyo techo era elaborado con astilla de palo, y que inevitablemente han ido transformándose.

Tiene 78 años, y añora muy bien cómo hace 60 laboraba transportando remesas de Ibagué, desde San Bernardo, en nueve mulas, con un pago muy bajo. Y aunque producto de su duro trabajo debe usar una silla de ruedas, se siente satisfecho de haber dejado a su pueblo varias cosas.

“He hecho lo que he podido”, así resume que gracias a su gestión San Juan de la China tiene templo católico, una escuela, puente en una de las veredas y sede de la Cooperativa de Caficultores.

Las vías en óptimas condiciones y el acueducto son tal vez la mayor necesidad en el lugar, ya que, según cálculos de don Pastor, hace pocos años se cifraba en 185 fincas dedicadas al café, y hoy el número parece ser mayor.

Hace falta juventud para ayudar en los trabajos del campo y en un costado una falla geológica sigue amenazando, pero él guarda esperanza en que “si doy el primer paso, sigo, para velar por el pueblo”.

Habitantes: cerca de 500Distancia de Ibagué: 2 horas

Carmen de Bulira: Nostalgia tras labonanza panelera

-Suroriente-

De este corregimiento ubicado en la vía hacia Rovira se cuenta que inició hace cerca de 50 años, como sitio de descanso para los campesinos que iban justo a ese destino, hasta ir colonizándose paso a paso y hoy contar en su mayoría con tiendas, galleras y la cotidianidad de la panela, pero no en las viviendas, sino en fincas.

Además de ser embellecido por el ocobo morado y el iguá, es una ‘zona rosa’ predilecta para el disfrute de trabajadores y turistas, que también tienen como opción bañarse en el río Coello.

“No es productivo, pero sí hay una buena cantidad de tiendas, punto de encuentro de los trabajadores los fines de semana, porque se toman sus cervezas, y los que vienen de la ciudad también”, asegura Carlos Iván Poloche, coordinador de la sede Carmen de Bulira del colegio Fernando Villalobos, que atiende a unos 72 niños de básica primaria.

Aunque encantadas en el terruño, Celizar González y Julia Esther Montealegre, amigas desde hace 50 años, concuerdan en la necesidad de empleo para los jóvenes, pues se ven forzados a salir a Ibagué o Bogotá, como ha sucedido con algunos de sus hijos; además, claman por que el puesto de salud inaugurado por la Alcaldía hace unas semanas ofrezca atención permanente.

Por ahora, sus habitantes se apoyan en los cultivos de pancoger: yuca, plátano, naranjas, cachaco, banano, aguacate y caña.

Credito
EL NUEVO DÍA

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