La clásica Ibagué captada desde otra lente

Bogotano de nacimiento, pero se sentía más ibaguereño que cualquiera, trabajó como periodista en la Capital Musical y captó con su cámara la Ibagué de antaño, la que en su época pocos se dieron el lujo de fotografiar.

Cuando Pedro Antonio Rocha Peñaloza dejaba por unos momentos los micrófonos, tomaba su cámara fotográfica y se iba con su hijo Luis Ernesto en su Simca, modelo 1960, a recorrer las polvorientas calles de Ibagué, y buscaba un sitio estratégico para captar la mejor imagen de la antigua Villa de San Bonifacio del Valle de las Lanzas.

Antonio Rocha fue un reconocido periodista de varios medios radiales de la Ciudad Musical de Colombia, amante de la fotografía y el coleccionismo, y aunque no nació en la capital tolimense, se sentía como un auténtico ibaguereño, y fue tanto el amor sentido por la tierra firme, que no perdía oportunidad para fotografiarla.

Y esta última circunstancia lo llevó a tener en vida una extensa colección de imágenes de aquella Ibagué clásica y destruida por el modernismo; llenó por lo menos dos cajas de papel fotográfico que heredó a su hijo, luego de su fallecimiento en 1993.

Amor hacia Ibagué

Sentado en una banca de la Plaza Bolívar, Luis Ernesto recordó los momentos vividos con su padre, cuando se montaba en el viejo automóvil y esperaba el momento en que se detenía el coche para salir detrás de su progenitor, quien con cámara en mano buscaba el mejor ángulo.

“De los momentos que más recuerdo y tengo marcado en mi mente, es la vez que nos bajamos por la carrera Octava, él conducía despacio mirando desde dónde poder sacar la mejor foto, entonces detuvo el carro en la calle 25; sacó la Nikon y caminó un poco más abajo de donde ahora queda el semáforo.

“Lo seguí y desde el punto donde se paró, se veía toda la avenida Ambalá, era de una sola vía y solo tierra, me impresionó mucho la forma en que se veía la carretera en esa época”.

Cuenta Luis Ernesto que siempre le pareció la actitud pacífica que su padre tomaba ante estas las situaciones, pues sucedía que cuando iba conduciendo, no hacía falta, quien, en otro vehículo lo cerrara, y en vez de enojarse se quedaba callado, y aunque lo llegaban a insultar no se ofendía y permanecía muy sereno.

“También era muy ordenado, pues con un archivo fotográfico tan inmenso, a todas las fotos les pegaba una hoja doblada y escribía el sitio al que correspondía la imagen, por ejemplo la Plaza Bolívar, el Panóptico, y todas las conservó hasta sus últimos días”.

Compromiso social

Antonio Rocha fue traído muy pequeño a Ibagué por su padre, Ángel María; en la Capital Musical estudió hasta décimo grado, pues decidió empezar su vida en la radio local; su primer trabajo lo tuvo en 1954 en la emisora Ondas de Ibagué, en ese tiempo se encontró con un amigo que lo escuchó y decidió darle una oportunidad.

Luego pasó a La Voz del Tolima, donde, según narró su hijo, empezó a ayudar a la gente de escasos recursos, mediante el programa La Voz de los Barrios: “Él conseguía patrocinio en mercados y se iba a los barrios más pobres, escuchaba los problemas de las personas y les daba mercados.

“Luego instauró el programa ‘El Cantante del Año’, desde donde impulsó el talento local; incluso ahí cantó Meliyará (Mélida Yará Yanguma, ‘La India Meliyará’); además institucionalizó un programa dedicado a los niños para que ellos cantaran y recitaran, y recibían premios y dulces”.

“En La Voz del Tolima también leyó las noticias y luego hizo sociedad con Enelia Caviedes Pérez, con quien empezó a manejar la emisora La Voz del Nevado (luego Radio Súper).

“Y como tenía una visión colectiva, ayudaba mucho a los amigos y les daba un espacio regalado de media hora para que solucionaran sus problemas económicos; incluso iba gente a pedirle plata, y aunque él no tenía mucha, trataba de ayudar”, agregó.

Los últimos días

El hombre que retrató la Ibagué de antaño falleció a los 65 años en su apartamento, ubicado en la calle 15 con carrera Segunda, quizá y según lo indicado por su hijo, días antes de fallecer le entregó las llaves.

“A mi papá no le gustaba que lo llamaran, me decía ‘cuando me marque, timbre tres veces y yo sé que es usted’, y un día pasó algo premonitorio, me dijo: ‘Mire mis llaves y cuando yo fallezca lo que acá queda es suyo; a veces me invitaba a almorzar y en una ocasión me dijo ‘nos vemos a las 6 cuando salga’.

“Llegué a la calle 15 a esperarlo y nunca llegó, nada que aparecía, entonces me fui a buscarlo y cuando iba subiendo las escaleras, hasta el tercer piso, noté el bombillo encendido y se me hizo raro, cuando entré estaba muerto en su cama: había sufrido un infarto”, recuerda Luis Ernesto.

Coleccionista

Rocha, aparte de coleccionar las fotos de su amada ciudad que lo adoptó, tenía una afición por coleccionar otras cosas, como música: dejó al menos 80 discos de acetato de música colombiana, tangos y boleros.

“Tenía habilidad para sacar los discos y no empañarlos. Además dejó un tren eléctrico y a escala N que importó desde Estados Unidos; tenía las estaciones, los muñecos y los vagones que cargan tronquitos y carbón; además de numerosos carros a escala”, agrega Luis.

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Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

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