Si la ciudad es alegre, la percepción de sus ciudadanos es que somos también alegres. Las asociaciones principales son el florecer de los ocobos, el clima y las fiestas. La alegría es un sentimiento grato y vivo que está relacionado con el tiempo que pasamos con nuestra familia y amigos; la ciudad se nos ofrece como un sitio para recorrer en calma.
Otras respuestas posibles al carácter del ciudadano fueron: sereno, agresivo, melancólico. Las dos primeras no distan mucho de las respuestas sobre la alegría y quedaron con el mismo porcentaje (24%); definitivamente, los ibaguereños no somos melancólicos. Los jóvenes, hombres y mujeres, de 13 a 25 años, son los que más consideran que los ibaguereños somos serenos y alegres; mientras que la agresividad la perciben más los estratos 1 y 2.
Las respuestas que no encajaron en las posibilidades del cuestionario, sino que permitieron a las personas proponer otras ideas, nos acercan un poco a los problemas de la ciudad, centrados en la cultura ciudadana y en que esta no se posibilita, precisamente, porque existe en el imaginario que somos apáticos, envidiosos, perezosos y mal educados.
“Dentro del 16% de la muestra, el 36% afirmó que los ibaguereños eran apáticos; el 17% que eran envidiosos; el 14% perezosos. Un 12% dice que somos amistosos y otro 12%, mal educados. Un 9% señaló que los ibaguereños somos inconformes”.
Esta idea de la pereza ha marcado el imaginario que se tiene en el país de los habitantes de los departamentos del Huila y Tolima. Esta respuesta se relaciona directamente en la forma en la que los ibaguereños creemos que somos percibidos por otros; por encima de la alegría y la amabilidad, está la pereza.
Al pensar en cómo creemos que somos percibidos por el resto de Colombia o Latinoamérica, los habitantes de Ibagué, un poco más de la mitad, pensó en adjetivos con carga positiva como: amables, alegres, musicales, trabajadores y acogedores.
La tercera parte, en cambio, encontró respuestas que suenan negativas, como perezosos y problemáticos, mientras que un poco más de la sexta parte, pensó en opciones neutras como pasivos, pueblerinos o desconocidos. Llama la atención recordar que se dice que los españoles calificaban a los indios que habitaban el llano del Tolima como perezosos y que con este apelativo se califica también a los habitantes de tierra caliente o a los opitas.
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