El Círculo de Ibagué: Fundación

Crédito: Suministrada / EL NUEVO DÍA
Suministrada / EL NUEVO DÍA

Vieja casona, adyacente a la antigua Gobernación (esquina suroeste de la calle 11 con carrera 3ª) en cuyo segundo piso funcionó durante muchos años el Círculo.
A Augusto Trujillo Muñoz, connotado jurista e historiador, como también gran ibaguereño
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“Los clubes sociales –anota la diserta historiadora Beatriz Castro Carvajal- se fundaron por la influencia europea. El club fue en sus inicios una asociación libre de toda imposición y sin otro objetivo que sí mismo: optaba por ignorar los vínculos con la familia y estableció un nuevo modelo de socialización. No había secreto, ni iniciación, ni programa. El único compromiso era la adhesión a un simple código de conducta, idéntico para todos los miembros, que no imponía ninguna relación preferente con ninguno de ellos. Sin embargo, llevaba una marca original: la exclusividad masculina. A través de ellos se crearon nuevas formas de encuentro y de relaciones, de manera exclusiva, entre la élite en cada ciudad. Primero, los miembros fueron exclusivamente hombres, para afianzar la vida pública varonil que paulatinamente se venía ampliando con los desarrollos urbanos. Posteriormente, se abrió  el mismo espacio a las mujeres, primero únicamente con la asistencia a las fiestas que los hombres determinaban, después se dio más libertad, y se establecieron algunas actividades sólo femeninas dentro del club; más tarde, las actividades se empezaron a mezclar entre hombres y mujeres, adultos y niños, con la introducción de los deportes.  El club fue y sigue siendo un espacio para la socialización… De esta manera se dio paso a una sociabilidad más abierta, libre en la adhesión de individuos y al margen del control estatal. Antes había predominado una sociabilidad más cerrada y vinculada a la actividad política, como en las logias masónicas, seguidas por las sociedades democráticas o sociedades católicas, en las cuales el “secreto” era la premisa para ingresar a dichos ámbitos”.

Beatriz Castro Carvajal nos brinda en las anteriores líneas una razonable síntesis de lo que fueron, son y serán los clubes sociales, síntesis de la que no puede sustraerse la historia de este centro social.

En Colombia, y circunscribiéndonos a las pautas delineadas por la citada historiadora, los primeros clubes sociales aparecieron a mediados del siglo antepasado, cuando, principalmente, se fundó El Club de Soto en Bucaramanga (1854), que se convertiría poco después en el renombrado Club del Comercio. En 1894 se fundaron El Club Unión, en Medellín, y El Jockey Club, en Bogotá; este último era una réplica del homónimo establecimiento parisino que surgió a la sombra del “deporte de los reyes” y que fue, como se verá, esencial punto de referencia para este tipo de asociaciones que se establecieron posteriormente en Colombia, entre ellas El Círculo de Ibagué.

Las únicas noticias locales de clubes sociales anteriores a esta institución las conforman El Club Minero, del que nos habla Fortunato Pereira Gamba en sus escritos, entidad esencialmente gremial, circunstancia que lo excluye del propósito de este recuento; y El Club Maceo, fundado en 1897, que tenía objetivos netamente políticos, de solidaridad con el proceso emancipador  de Cuba.

Pero, ubiquémonos en el Ibagué de los inicios de la pasada centuria. Monseñor Ismael Perdomo Borrero, egregio pastor y testigo excepcional de esa época, describía así el inficionado ambiente que aquí reinaba en los años inmediatamente posteriores a nuestra última guerra civil declarada: “Cuando yo llegué a esta ciudad, a fines de 1903, a encargarme del gobierno de esta Diócesis, la hallé tan desolada por la revolución de los tres años, que frecuentemente me venía el pensamiento: “esto parece un cementerio”. Por todas partes no hallaba sino ruinas de todo orden; los campos talados y desiertos, la miseria general, las costumbres relajadas, la fe amortiguada… Ya no había combates, la sangre había dejado de correr, reinaba la paz exterior, pero en el interior de las conciencias reinaba el odio de los partidos, y la venganza se alimentaba de rencores que fraccionaban la sociedad y hacían difícil la vida social”.

Paradójicamente, lamentables circunstancias coadyuvaron para rehacer el deteriorado tejido de la unidad nacional con el inherente olvido de lo ocurrido pocos años atrás, y a restañar las heridas dejadas por la mentada conflagración: primero, fue la dolorosa pérdida de Panamá; y posteriormente, el movimiento bipartidista que combatió y derribó la dictadura del general Rafael Reyes; luego llegaría el período Republicano con la presidencia del doctor Carlos E. Restrepo Gaviria, época en que se afianzaría aún más la concordia nacional con el consecuente y casi definitivo apagar de odios ancestrales, porque todavía no se acallaban las voces de los fundamentalistas de ambos partidos políticos: Marco Fidel Suárez, en el conservatismo, y Rafael Uribe Uribe, en el liberalismo; además, meses antes de las discutidas fechas de fundación de El Círculo de Ibagué, se instaló y deliberó en el viejo Teatro Torres la célebre Junta de Tolimenses, escenario en el que los gremios y los partidos políticos se unieron para reclamar al gobierno central, reivindicaciones de índole territorial, como también, la realización de urgentes obras de infraestructura para el desarrollo y progreso de la región, entre ellas la comunicación ferroviaria de Ibagué con Flandes, es decir, con el río Magdalena.

Y fue, precisamente, ese espíritu republicano el que se encargó de entronizar, al menos temporalmente, la tolerancia, la cordialidad y la reconciliación, creando así, en el orden local, el ámbito propicio para el establecimiento de un club social que aglutinara los más disímiles miembros de la élite ibaguereña.

Por esas mismas calendas hizo presencia en Ibagué Abel Casabianca Castro como diputado en la Asamblea del Tolima, entidad que poco después presidiría; después, en 1912, se desempeñó como Secretario de Gobierno de la Administración de Francisco Tafur. Casabianca era hijo de quien fuera la figura política emblemática de La Regeneración en el Tolima Grande, el general Manuel Casabianca W.

Solamente la efectiva presencia de un agente catalizador, encarnado en la persona de Abel Casabianca Castro, se encargó de cohesionar un selecto contingente humano, constituido por 24 personas (médicos, abogados, artistas y empresarios) para realizar ese anhelado y reprimido propósito: crear un grato remanso de sociabilidad en esta ciudad.

Carlos Peláez Trujillo nos legó una idiomática semblanza de Abel Casabianca Castro, un cosmopolita por antonomasia: “Era de cultura selecta, de aficiones refinadas, de maneras finas y exquisito tacto social”.

 

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Homenaje a Laureano Gómez Castro, a finales de la década de 1920.

 

Manuel Antonio Bonilla Rebellón

Como siempre se polemizará sobre la verdadera y auténtica fecha de fundación del Club, dejo a más acuciosas y doctas plumas dirimir tan enconoso contencioso.

Por último, agradezco a Clara Saravia Henao -que actualmente preside los destinos de club- la oportunidad que me brindó para realizar este viaje por el pasado, y de rendirle el merecido homenaje a esta venerable y benemérita institución, cuyas fundación y ejecutorias a lo largo de más de cien años, son esenciales componentes de los más acendrados fastos ibaguereños, como también por haber sido durante este largo período la más celosa guardiana y depositaria de apreciable parte de la grandeza espiritual y del ancestral de esta Villa de San Bonifacio.

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Abel Casabianca Castro

Gran señor, perfecto hombre de mundo, y de este había remontado la corriente, dio con el propósito de crear un centro que a la vez que fuese foco de actividad social y lugar de gentil esparcimiento, levantase el nivel de civilidad que salvo excepciones gallardas mantenía el común de las gentes, y a estas diese modo de manifestar su vocación –connata en el tolimense, sino que represada entonces por el aislamiento y las constricciones ancestrales- por formas más depuradas de convivencia y sociabilidad, y hacer que se despabilase, removiendo el sedimento de la pacatería y el descubrimiento que habíale entrañado el bronco vivir de los días laborales… A todo esto unía Casabianca temperamento afable, y esmeradas formas de trato, carácter expansivo y abierto y simpatía subyugante que le habían ganado en los medios sociales y políticos excepcional prestigio y ascendiente”. Casabianca estrecharía más sus vínculos con esta ciudad cuando contrajo matrimonio con Paulina Cuervo Trujillo, ibaguereña raizal.

El selecto contingente humano mencionado estuvo conformado por los siguientes ciudadanos: Abel Casabianca Castro, Alberto Castilla Buenaventura, Jesús María Cuervo Galindo, José Vicente Melo Montealegre, Jorge E. Otero, Francisco Lamus Obando, Josías Domínguez, José María Casabianca, Clímaco Botero Escobar, Juan José Neira Sánchez, Francisco Rivera Mazuera, Henrique Isaacs Diago, Marco Antonio Barrios Santamaría, Adán Barrios Santamaría, Guillermo Barrios Santamaría, Manuel Tribín Murcia, Manuel A. Cuervo Galindo, José María Caicedo Antorveza, Paulo Emilio Casas Espinosa, Pedro Santofimio Hernández, Luis Enrique Ramírez Rubio, Heriberto Amador Rangel, Martín Restrepo Escobar y Rudesindo Torres Galindo, quienes fueron signatarios del siguiente Convenio Inicial:

Los suscritos hemos en constituir en esta ciudad un centro social; al efecto y para mayor seguridad de su propia realización, nos comprometemos a aceptar las siguientes bases:

1ª. La adopción de los estatutos que rigen El Jockey Club de Bogotá, con las modificaciones a que diere lugar la diferencia de medio social.

2ª. Suscripción de una cuota inicial de $10.00 oro, pagaderos en dos contados: el uno en los primeros cinco días del mes de marzo próximo y el otro en los últimos cinco días del mismo mes de marzo.

3ª. Pagar una cuota mensual de $1.00 oro en los primeros diez día de cada mes a partir del 1° de abril del año en curso, y

4ª. Contribuir cada uno de nosotros con una obra de literatura o de ciencia, empastada, para la formación de la Biblioteca del Club.

Ibagué, febrero 21 de 1912.

Para algunos, este 21 de febrero de 1912, es la fecha de fundación de El Círculo de Ibagué.

Empero, Carlos Peláez Trujillo tiene otra apreciación sobre esta fecha de fundación y sobre los verdaderos fundadores del Club. En efecto, en 1972, en una nota de pie de página de su célebre escrito La Convención Liberal y El Círculo de Ibagué apunta: “Sucede que el día de la fundación no fue el 21 de febrero de 1912, como ha llegado a pensarse con fundamento en el compromiso atrás inserto, menos aún el doce como sin fundamento lo proclama una resolución reciente de la Junta Directiva, sino el 20 de abril como resulta del acta de esta última fecha: “Después de una ligera exposición hecha por el señor Presidente respecto al fin que entraña la presente reunión que es la formación de un centro social en esta ciudad…, el mismo señor Presidente declaró constituido tal centro”. Carece consiguientemente de explicación plausible la aquiescencia que durante algún tiempo se ha dado al supuesto de que la institución fue fundada el 21 de febrero de 1912… El 21 de febrero sólo se puso de manifiesto un propósito que no vino a cuajar sino dos meses más tarde; y la expresión de un simple propósito, así se le haya dado forma de convenio que puede realizarse o no, nunca puede confundirse con su hecho cumplido”.

En efecto, el 20 de abril, en otra reunión, presidida provisionalmente por Abel Casabianca Castro, efectuada en El Rin, establecimiento comercial ubicado en la calle Real (actual calle 10ª), a las ocho de la noche, a los veinticuatro signatarios originales se sumaron otros nueve, y se procedió a elegir una Junta Directiva provisional que quedó constituida por Abel Casabianca Castro, Francisco Rivera Mazuera y Henrique Isaacs Diago, como miembros principales; y Guillermo Barrios Santamaría, Jesús María Cuervo Galindo y Clímaco Botero Escobar, como miembros suplentes. Acto seguido el presidente provisional pro tempore la Secretaría y la Tesorería de la institución a Clímaco Botero Escobar y José Vicente Melo Montealegre, respectivamente, quienes fueron aceptados por unanimidad. Los nuevos nueve signatarios fueron: Fidel Peláez Arboleda, Félix Restrepo Briceño, Carlos Vila Camacho, Antonio Pineda Vargas, Arturo Camacho Triana, Abelardo Rico, Gabriel Echeverry, Miguel Ignacio Buenaventura Hernández y Segundo Santofimio Mejía.

La siguiente asamblea general, convocada para el 22 de julio, eligió los dignatarios definitivos. La votación, cuyos escrutadores fueron Paulo Emilio Casas Espinosa y Carlos Vila Camacho, eligió a los siguientes socios: presidente, Abel Casabianca Castro; vicepresidente, Jesús María Cuervo Galindo; procurador, Antonio Pineda Vargas; tesorero José Vicente Melo Montealegre, secretario Clímaco Botero Escobar; bibliotecario Miguel Buenaventura Hernández. Como miembros principales de la Junta Directiva fueron elegidos Jesús María Cuervo Galindo, Enrique Isaacs Diago y Francisco Rivera Mazuera; como miembros suplentes quedaron: Tomás Obdulio Gutiérrez, Guillermo Barrios Santamaría y Alberto Castilla Buenaventura.

El Círculo de Ibagué honraría gratamente a Abel Casabianca Castro invistiéndolo de la Presidencia del Club, la que ocupó hasta el final de sus días, acaecido en 1966.

Este ciclo inicial del Club se cerraría en noviembre, cuando los socios Francisco Lamus Obando, Manuel Mejía Benítez, Manuel Tribín Murcia, Luis A. Vélez, Gabriel Echeverry, José Vicente Melo Montealegre, Leonidas Cárdenas y Antonio Pineda Vargas, propusieron el nombre de Manuel Antonio Bonilla Rebellón como primer socio honorario del club; moción que fue unánimemente aceptada con las siguientes palabras:

“La Asamblea General de socios tiene el honor de distinguir con el título de Socio Honorario del Círculo de Ibagué al laureado poeta y pensador Manuel Antonio Bonilla Rebellón”.

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Credito
HERNANDO BONILLA MESA / ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

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