Palma de aceite cambiaría uso de la tierra en El Espinal

En El Espinal, tierra tolimense donde se produce arroz, y el Urabá Chocoano, dedicado al cultivo de banano, afrontarían transiciones en el uso de la tierra.

Un trabajo realizado por Carmenza Castiblanco, profesora del Instituto de Estudios Ambientales (IDEA), pretende dar cuenta de los efectos de la implementación del modelo de la palma de aceite en el país.

En opinión de la investigadora, este se ha presentado como un tipo ideal organizacional para promover el desarrollo rural, el empleo, el mejoramiento del medioambiente y la diversificación de las fuentes de energía, pero todavía no cuenta con estudios sistemáticos y rigurosos que validen dichas expectativas.

En su tesis del Doctorado en Estudios Ambientales y Rurales, realizado en la Universidad Javeriana con el apoyo del IDEA, la docente se centró en analizar los escenarios de la futura expansión de este modelo en Colombia y los impactos generados por el sector de los biocombustibles.

Para ello, modeló y cuantificó las áreas de expansión recientes y futuras, determinó las transiciones de cobertura y uso de la tierra y evaluó los impactos socioeconómicos de la producción en zonas rurales y las repercusiones económicas de las políticas de subsidios tributarios y de mezclas obligatorias de biodiesel.

La investigadora explica que el Gobierno ha fijado ambiciosas metas de mezclas con biodiesel al 20 % y 25 % para el 2020, proyectando un área cultivada de tres millones de hectáreas (según proyecciones del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, 1,8 millones estarían en la Orinoquia).

Sin embargo, según las estimaciones espaciales y econométricas realizadas por la investigadora, se encontró que aún con el apoyo gubernamental, las áreas proyectadas para el 2020 no superarán el millón de hectáreas.

El modelo diseñado en el estudio mostró que para ese año apenas se cultivarán unas 350.000, además de las que ya existen.

Los anuarios estadísticos de Fedepalma muestran que entre el 2002 y el 2008 el área sembrada en el país se incrementó en 155.000 ha; para el 2012, era de poco más de 452.000 ha y, aunque para el 2014 se proyectaba una extensión cercana a 600.000 ha, Jens Mesa Dishington, presidente de este gremio, reconoció recientemente que apenas se llegaría a las 500.000 ha.

Cambios en el uso de la tierra 

Aunque no concuerda con las proyecciones del Gobierno, Castiblanco advierte que se trata de una expansión considerable, especialmente dado que el cumplimiento de dicha meta tiene efectos en las transiciones de uso de la tierra e impacta coberturas vegetales importantes para la regulación hídrica, como bosques de galería, morichales y humedales.

Las proyecciones del modelo mostraron que el cultivo podría expandirse hacia regiones no palmeras como Tolima, Antioquia, Cundinamarca y el Urabá chocoano.

La experta comenta que se observaron dos nuevas zonas con altas probabilidades de expansión de cultivos de palma de aceite, con un área aproximada de 23.750 ha ubicadas en El Espinal y en el Urabá chocoano, las cuales están destinadas a la producción de arroz y banano, respectivamente.

Otras transiciones de uso serían 49 % en pastos, es decir 178.500 ha en la zonas oriental y central, y 13 % para vegetación natural (bosques, matorrales y sabanas) en la zona oriental.

Asimismo, tendría lugar una expansión aproximada de 13.000 ha en la zona suroccidental, de las cuales 4.200 ha actualmente son áreas agrícolas, 3.500 ha son bosques naturales y 4.000 ha corresponden a vegetación secundaria.

En cuanto a los efectos de la expansión de dichos cultivos sobre los indicadores socioeconómicos municipales, se tuvieron en cuenta los municipios ubicados a 1.000 msnm (metros sobre el nivel del mar) y los “municipios palmeros”, es decir, aquellos con un área cultivada de 50 ha. 

Según la investigadora, dadas las condiciones institucionales del país (altos niveles de corrupción, burocracia, irrespeto a las normas y debilidad en la definición de los derechos de propiedad de la tierra) y sociales (grandes inequidades en la distribución de la tierra y los ingresos y elevados niveles de violencia), la especialización en este tipo de cultivos podría constituirse en una trampa que inhibe el crecimiento y el desarrollo rural de las regiones productoras a largo plazo.

Credito
Agencia de Noticias UN

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