El documento de la verdad sobre 161 vidas sagradas

Bien guardado en el Icbf está uno de los documentos de más valor del país, con el que se espera dejar de alimentar falsas expectativas con respecto a la tragedia ocurrida en 1985.

Si bien páginas tristes para la historia colombiana dejó la tragedia de Armero, tras la avalancha del volcán Nevado del Ruiz aquel 13 de noviembre, otras de esperanza se resguardan en las oficinas del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar regional Tolima, en Ibagué.

Se trata del Libro Rojo, donde se guarda las historias sociofamiliares de los 161 niños que fueron rescatados de este desastre natural y que, ya fuera por intermedio de un Hogar amigo o de manera directa, llegaron a feliz término a los brazos de algún miembro de su familia.

Este documento se ha situado en el centro de la polémica en medios nacionales, pues se asegura que los niños que aparecen en su interior no fueron rescatados y entregados a sus familias, sino que fueron dados en adopción de forma indiscriminada.

Punto de inflexión

Pero sobre este punto quieren hacer énfasis Teresa Sabogal Correa y Nidia Beatriz Rozo, funcionarias del Icbf de aquel entonces, quienes señalan haber tenido en su responsabilidad el haber llenado dichos expedientes, con la precariedad de los recursos de la época.

“El entonces director, Jaime Benítez Tobón, volcó el instituto, las regionales de Huila, Bogotá, Cundinamarca, Caldas y Tolima, que llegaron al otro día, a trabajar en la tragedia, a buscar niños e ir a los albergues, para protegerlos”, cuenta Teresa Sabogal, en aquel entonces defensora de menores.

“En este libro -complementa- no hay nada ilícito, ni irregular, ni datos de otros niños salvo los 161 entregados tras la tragedia”.

Dice esto en consideración de una nota que presentó hace una semana Noticias Uno, en la que se hablaba de que al parecer en este documento se plasmó expedientes de centenares de niños que habrían sido entregados en adopción sin indagar en si sus familiares sobrevivían.

“No hubo adopciones masivas. Eso es absolutamente falso. Sí hubo cinco casos de entregas que estamos tratando de reconstruir, pero las adopciones siempre han requerido de sentencia judicial; la gente se ha hecho un imaginario de que era así no más, pero no: éramos funcionarios probos en estos temas, y ante todo seres humanos”, añade.

E indica: “El impacto emocional de la tragedia era inmenso. Hubo mamás que reconocieron a sus hijos por lunares en la ingle, por ejemplo, por señas particulares”.

Lo que destaca la abogada Nidia Rozo, jefe de la Oficina Jurídica del Icbf de la época, es que la gran mayoría de los niños afectados por la tragedia y en espera de entrega a sus padres superaba los tres años de edad.

“El director nacional (Benítez Tobón) concentró los niños, pues como había en muchas partes, aquí las familias de todo el país vinieron a rescatar sus niños y los vieron, y los que reconocieron se los llevaron. Los que quedaban fueron trasladados a Bogotá, porque había muchos damnificados de allá, para que tuvieran facilidad de verlos”, cuenta la señora Rozo.

De hecho, con aquellos niños de los que había dificultad de reconocimiento de padres se tuvo que recurrir a pruebas de ADN, en las que colaboró el instituto de Genética Yunis Turbay.

“Había gente que alegaba que determinado niño era su hijo, por eso tuvimos que hacer pruebas de ADN; incluso hubo un menor al que tuvimos que practicarle cuatro pruebas porque cuatro familias lo pedían”, sostiene.

Reencontrar a alguien 29 años tras la tragedia es difícil, según la abogada Sabogal, aunque “es interesante y lo debería hacer el Estado, pero hay que tener cuidado para no crear falsas expectativas, ya que es una eventualidad muy remota.

“Todos tenemos pedacitos de lo sucedido. No estábamos preparados y fue un año muy difícil”, cierra.

“Falsas expectativas”

La crítica más fuerte de las exfuncionarias del Icbf va dirigida a Francisco González, director de la fundación Armando Armero, de quien, señalan, está generando malas expectativas con “información falsa.

“Él ha manejado una información falsa (el libro blanco de los niños perdidos de Armero) para que le den plata”, advierten.

De hecho, que en cada aniversario se escuche historias de gente motivada a hallar familiares desaparecidos, según agrega, es “porque les han despertado falsas expectativas. Nunca tuve personas de la tragedia pidiendo orientación sobre sus niños. Pero oí el año pasado en Caracol alguien quejándose de llevar ese tiempo pidiendo al Bienestar por su niño”.

Y agrega que hace cinco años, tras una columna de Salud Hernández criticando la aparición del Libro, la Oficina de Investigación de la Universidad de Ibagué mostró la intención de liderar la reconstrucción de estos relatos, pero nunca ocurrió “ni con el Icbf ni con la Fundación”.

Credito
HERNÁN CAMILO YEPES VÁSQUEZ

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