El hambre ataca sin preferencias en Coyaima

FOTOS
Los jóvenes del municipio están abandonando sus tierras por la falta de oportunidades laborales; los niños y ancianos sufren la escasez de alimentos; algunos denuncian que las ayudas del Estado están siendo direccionadas a unos pocos. Desde el Crit buscan soluciones para ayudar a indígenas y habitantes.

En la casa de Marceliano Tola solo había para comer peto de maíz, arroz y huevo. Este líder que integra la Junta de Acción Comunal de la vereda Tres Esquinas en Coyaima, dice que la situación ha sido difícil para poder alimentar a su familia y que no tiene acceso a los beneficios del Gobierno.

Su pareja sentimental asegura que aunque por estos días ha llovido y los pastos volvieron a reverdecer, durante la sequía se presentaron numerosas dificultades para alimentar a su familia; ella tuvo 12 hijos, de los que sobrevivieron nueve, los que ya crecieron se tuvieron que ir por falta de oportunidades laborales.

“Para poder comer nos toca ‘camellar’ mucho -cuenta la mujer-, compro limones para ir a vender a Castilla, o frutas como anón, mango y a veces ciruelas. Cuando no hay cosechas, ¡Virgen Santísima!.

“Es que no nos hemos muerto de hambre porque Dios le da valor a uno para vivir; cuando no hay frutas, me pongo a vender pollos, y así sea poco lo que gano, todo es para mis hijos, porque acá no llega ayuda del Gobierno. A mi hija le tocó irse con el marido a trabajar a Bogotá porque acá no hay nada para hacer”.

Por esto días, el invierno ha resultado beneficioso para las familias coyaimunas, pues de nuevo están sembrando sin que el verano les queme las plantas, pero llega otro drama a las ‘chozas’ de bahareque, como la de la familia de Marceliano, que se inunda.

Con voz de protesta, pues Marceliano hace parte de la Junta y ha estado involucrado con la política, denuncia que las ayudas humanitarias les llega solo a algunas personas y muchas necesitadas no tienen acceso a los mercados o dineros que envía el Estado.

“Envían recursos para mejoras de vivienda, pero no es para todos, solo para algunos; cerca a mi casa hay una casa que arreglaron, pero ahí no vive nadie, son familias que tienen otras casas y así recibieron su incentivo.

“Con el agua también nos ha tocado difícil, teníamos que traerla con mis hijos a un pozo, varios metros de acá, pedí ayuda para construir un algibe, pero nunca me la dieron, pude construirlo porque me salió un trabajo para curar a unas personas enfermas, pues también ejerzo la medicina tradicional”, dice.

Y agrega que cuando no tiene para ir a vender limones, o ir a curar a alguna persona ayudado de sus conocimientos ancestrales, debe salir a buscar otras maneras de conseguir dinero, una de ellas, la minería artesanal.

“Me han metido varias veces a los calabozos, pero uno se ve urgido sin plata, entonces debo coger mi batea e irme a ‘minear’; me toca en vez de irme a robar. Hoy todavía no sabemos qué vamos a comer, ella se va a vender limones, y yo creo que me iré a barequear”.

Ancianos y niños

Pero como los Tola, quienes deben ejercer diferentes oficios para poder alimentarse, hay cientos de familias en Coyaima que aguantan hambre y que tienen a sus niños desnutridos o con problemas de peso.

Por las veredas de esta población del Sur del Tolima, considerada la ‘segunda Guajira’, se ven las precarias condiciones en que la gente sobrevive, niños descalzos y ancianos sentados en esteras o en sillas de ruedas, pensando quizás en el futuro o en el momento de ser parte de la tierra.

El consejero Mayor del Consejo Regional Indígena del Tolima, Crit, Rigoberto Tique Loaiza, cuenta que desde la organización vienen adelantando campañas de mitigación, apoyados con el Gobierno, aunque en el momento no se han girado recursos, según él, con la excusa del empalme administrativo.

“En Coyaima la situación es muy notable para los indígenas, campesinos y la población que ha llegado al municipio, son 22 niños en estado de desnutrición y 300 que están bajos de peso, puede haber más porque no se han detectado.

“Pero es alarmante porque son muchos los que van camino a la desnutrición; aspiramos que el Gobierno apoye nuestras campañas, porque no sólo es entregar mercados, hay que resolver otros problemas, saber cómo viven las personas en sus territorios”.

El Consejero Mayor del Crit concuerda con los habitantes acerca del destino que deberían tener las ayudas que desde los gobiernos Nacional y Departamental llegan, pues muchas personas no las están recibiendo.“Hablamos con la oficina de Inclusión Social y con el Icbf, para que las ayudas lleguen directamente a la población, para evitar que se queden en el camino”. 

También los ancianos

Pero el drama no solo lo viven los más pequeños, también los ancianos deben sufrir para conseguir alimento, algunos se aferran al subsidio de 80 mil pesos que ofrece la Nación cada dos meses.

Con la población de avanzada edad, Rigoberto Tique piensa que, si bien existe el subsidio bimensual, este es mínimo, debido a que hay muchos ancianos abandonados o sus hijos viven en extrema pobreza, con demasiados hijos y por ende les queda complicado ayudar a sus padres. 

“Buscamos cómo generar oportunidades de trabajo en nuestra población, inclusión para los jóvenes, porque la falta de oportunidades laborales está obligando a que ellos deban irse para las capitales.

“Estamos fomentando proyectos para que los jóvenes se queden, ellos estudian y se van para otros territorios a trabajar, algunos vuelven, pero deben padecer por falta de recursos, contamos con proyectos productivos, capacitaciones con el Sena y universidades, para que se queden en el territorio desarrollando una profesión”, concluyó Tique Loaiza. 

Viven del ‘rebusque’

La unión Poloche Cruz está conformada por cinco hijos, ellos tuvieron que dejar la montaña, donde vivían con sus familiares, debido a la falta de oportunidades laborales y para que sus hijos pudieran estudiar, viven en una casa de bahareque y también se ganan la vida comerciando con frutas.

“Mi esposo, -inicia Doranis Cruz-, vende frutas en Castilla, pero cuando hay, cuando el clima nos ayuda como los de los últimos días, del resto, él tiene que trabajar en lo que resulte, jornaleando, desyerbando o cogiendo algodón.

Hace un año tuvimos que venir a vivir por acá, pues antes estábamos donde mi papá, pero allá es muy lejos, para estudiar había que cruzar quebradas y el peligro con los animales como las culebras”.

Mientras empaca sus mangos en mallas, a la vista de su esposa y dos de sus cinco hijos, Rodrigo Poloche, cuenta que hasta el momento no ha recibido ayuda del Gobierno, y en cambio sí ha enviado fotocopias de sus documentos, fotografías de sus hijos, pero nunca ha recibido alguna respuesta positiva.

“Por esta vereda (Tres Esquinas), hay muchas casas que están que se caen; quisiera que las ayudas que prometen nos llegaran, a veces nos piden cinco mil pesos, fotos de los niños, papeles, pero nunca pasa nada”.

Credito
ANTONIO GUZMÁN OLIVEROS

Comentarios