La Chamba: Necesidades y retos detrás de un orgullo nacional

HÉLMER PARRA - EL NUEVO DÍA
Decenas de familias luchan diariamente para lograr que sus artesanías se sigan tomando las vitrinas del país y del mundo. Esperan que el reconocimiento que tienen sus artículos sea el medio para que algún ente finalmente les materialice su mayor ilusión, contar con agua potable.

La Chamba es reconocida como uno de los centros artesanales más importantes del Tolima y de Colombia, pues allí se crean piezas en barro a través de un proceso ancestral único. Sin embargo, detrás de cada artículo se esconden diferentes historias de dificultades, logros, desilusiones y sueños que están atrapados en esta vereda ubicada en el Guamo.

Teniendo en cuenta la importancia de este lugar, el potencial de sus habitantes y el trabajo que se adelanta para proteger y preservar la cultura, EL NUEVO DÍA, a través de tres reportajes busca recordar lo que significa para el Tolima, tener un legado por el que se lucha para que no desaparezca.

 

Un pueblo con sed

A comienzos de julio, los residentes de La Chamba protestaron porque llevan 12 años sin agua potable, a pesar de las inversiones que han hecho las administraciones de turno. Por ejemplo, en 2009 la Gobernación del Tolima a través de la Edat destinó mil 200 millones de pesos para construir un pozo pero quedó con muy poca profundidad.

El sistema consiste en extraer el líquido a través de bombeo, luego pasa a un tanque elevado estructura de donde se distribuye a toda la comunidad. “Cuando hay invierno tenemos agua cada tercer día, lunes, miércoles, viernes y domingo y va rotando, solo por una hora y media”, contó Camilo Prada, integrante de la Asociación de Arte de La Chamba y Chipuelo, Asoarch.

Asimismo, señaló que el volumen del líquido depende del riego de los cultivos, ya que el líquido terminaría filtrándose al pozo. Al hecho se suma que la poca agua que se distribuye tiene altos niveles de coliformes y metales.

Otro de los problemas que tuvieron que afrontar los residentes es que cuando se cambió la fuente de abastecimiento, es decir de pozo, surgieron enfermedades en la piel y renales, también diarreas, por lo que se optó por no consumirla.

“Si usted se piensa tomar una gota de agua tiene que comprarla en los carros. Nosotros compramos tres galones de agua y 10 pacas para la semana, entonces cuánto estamos pagando al mes”, expresó Prada.

En cuentas, cada galón tiene un costo de $4 mil 500 y cada paca $3 mil, es decir, que semanalmente se debe invertir un promedio de $43 mil 500.

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Ante los precios, las otras opciones que tienen los habitantes es ir a las veredas vecinas o a un manantial que está ubicado en campo abierto en el sector El Olvido; aunque el líquido en esta fuente a simple vista se ve limpio, también hay riesgos porque en ocasiones los animales se bañan allí.

Otro de los recuerdos en este tema es que a pesar de que se trató traer agua por gravedad desde Suárez, finalmente no se logró porque según estudios adelantados en su momento, la bocatoma quedaría por debajo del nivel de La Chamba.

A pesar de las dificultades, Rosa Magnolia Salazar opina que podrían estar peor, pues existen regiones del país que no tienen una sola gota, “hay gente que de verdad sufre por un poco de agua, acá no es potable pero tratan de mantenernos el servicio una o dos horas al día y uno la aprovecha para otras actividades, menos para el consumo”.

La artesana dijo que no entiende por qué una zona que es importante para el Tolima y hasta para el país, no cuenta con dicho servicio básico, “le echo la culpa al Gobierno, nos tienen muy abandonados”.

Sandra Patricia Rodríguez, habitante del sector Centro comentó que en su caso, recibe el abastecimiento del preciado líquido cada tres días una vez al día, pero en malas condiciones.

La mujer precisó que solo la utilizan para los quehaceres domésticos y para bañarse, mientras que la de consumo deben adquirirla por pacas o traerla de un manantial, allí “toca ir en las mañanas, pues el sol es muy intenso”.

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La división detrás del proceso de

Denominación de Origen

A mediados de agosto Juliana Márquez Tono, madre del presidente de la República Iván Duque Márquez, estuvo de paso por La Chamba junto a la gerente de Artesanías de Colombia, Ana María Fries, para conocer de cerca el trabajo que hacen las familias a partir del barro, pues el objetivo que se busca es lograr que las artesanías de esta vereda obtengan el reconocimiento de Denominación de Origen.

Y cómo no hacer la tarea, si el trabajo artesanal es un oficio que tiene una alta incidencia en la economía de La Chamba.

En la actualidad existen dos asociaciones: La Corporación de Artesanos de La Chamba, Coartechamba, que tiene gran trayectoria y la Asociación de La Chamba y Chipuelo, Asoarch.

Coartechamba logró hace 12 años una marca colectiva, es decir, una nominación que protege, impulsa y divulga la actividad en la vereda. Dicha figura tiene vigencia hasta el 31 de diciembre de este año.

Y por el lado de Asoarch, asociación de la que también hace parte Coartechamba, se inició hace dos años el trámite para lograr la Denominación de Origen, reconocimiento que certifica la procedencia del producto, que este no se encuentra en otro lugar y que cuenta con factores específicos y representativos de los habitantes de un lugar.

Es decir que la Denominación es un blindaje que indiscutiblemente se necesita para proteger los productos y evitar que en otras partes se haga imitaciones sin derechos, como sucedió en algún momento.

En medio del camino, las asociaciones se enteraron que la Superintendencia de Industria y Comercio no acepta que una comunidad artesanal tenga al mismo tiempo la marca y la denominación, por lo que la opción más cercana sería que Corartechamba representada legalmente por Astrid Betancourt García renuncie a la marca colectiva ‘Cerámica La Chamba’.

“Cuando la Gobernación del Tolima y Artesanías de Colombia han reunido a la población, los socios de Corartechamba escuchan lo que le explican estos profesionales y dicen sí, si es de esa manera, apoyamos el desistimiento de la marca para que se dé la Denominación de Origen, pero quien tiene que firmar es el representante legal, pero este no va a las reuniones”, comentó Camilo Ernesto de Asoarch.

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Al consultar a Astrid Betancourt García, representante legal de Coartechamba, explicó que para la Denominación de Origen se debe crear una asociación que represente a toda La Chamba, pero aunque en Asoarch se muestra en el papel una unión, en la realidad existiría una marcada división.

“No nos tienen en cuenta para tomar una decisión. Coartechamba tiene a cargo la marca colectiva, entonces hay que entregarla para poder tener la Denominación.

“La idea inicialmente de la directiva de Asoarch era que se tenía que acabar la Corporación, posición que generó dificultades”, dijo Betancourt García.

Precisó, que en este caso la firma para renunciar a la marca colectiva debe hacerla tras una autorización de la asamblea de la Corporación, ya que no es una decisión autónoma. Asimismo, comentó que ante la complejidad del tema buscará la asesoría correspondiente.

Ante la importancia del proceso se espera en los próximos días adelantar una reunión entre las diferentes instituciones y la comunidad, para hablar nuevamente sobre cómo está realmente el panorama para llegar a la meta de la Denominación de Origen.

Pero ese no sería el único inconveniente que ve la comunidad de La Chamba, pues existe otra intranquilidad entre varios artesanos y es que la Denominación también cobijará los productos de la vereda Chipuelo, zona en la que las piezas no tendrían la misma calidad porque, dicen algunos, las características del barro que se utiliza allí son de menor calidad lo que daría como resultado un objeto frágil.

Por ello, varios habitantes comentaron que si se persiste en incluir a Chipuelo, la propuesta es que se haga un seguimiento y una investigación exhaustiva para evitar que con el tiempo “nadie nos compre porque estamos revolviendo Chipuelo con La Chamba y no sabemos qué clase de producto sea, es el único inconveniente que veo”, comentó una artesana.

Mientras que otra, agregó que no está de acuerdo en que unan bajo una misma denominación dos productos que aunque a simple vista son iguales, en su esencia son totalmente diferentes, “no me convence mucho esa Denominación de Origen porque quieren juntarlos, cuando no es la misma calidad”, comentó.

Y para Camilo Prada miembro de Asoarch, no hay problema de incluir a Chipuelo siempre y cuando implementen en sus creaciones la calidad que tiene La Chamba, por lo que sugirió que se les puede enseñar.

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De la ilusión de un centro artesanal a un

‘elefante blanco’

En esta vereda ubicada a 10 kilómetros del casco urbano del Guamo, existe un lugar que pasó de ser un centro de exposición artesanal a un dolor de cabeza, pues el paso del tiempo y el descuido administrativo, terminó convirtiéndolo en un refugio de murciélagos y de consumo de sustancias psicoactivas.

Según archivos noticiosos, la obra es el resultado de una inversión del Gobierno departamental que se hizo en 2005 y la cual ascendió a los mil millones de pesos. El objetivo era beneficiar a 300 familias artesanas.

Algunos habitantes recordaron que quedó listo durante el mandato del gobernador Fernando Osorio Cuenca en 2006, pero nunca se hizo una entrega oficial del bien, hecho que terminó dejando la estructura a la deriva.

En la actualidad, se aprecia un sitio saqueado pues está sin vidrios, sin puertas, con el cerramiento deteriorado, y tampoco cuenta con elementos eléctricos, las lámparas se las robaron y las paredes están ‘pintadas’ por excremento de murciélago, lo que genera malos olores.

El propósito de este ‘elefante blanco’ era crear un espacio para las asociaciones, “incluso era como un museo porque habían fotos de los primeros artesanos de los maestros, había exposición de piezas que prácticamente ya no se fabrican”, comentó Camilo Prada.

En la comunidad está la percepción de que ninguna de las administraciones que han transitado por el ‘Palacio del mango’, se preocuparon por mantenerlo en pie, llevando la estructura a transformarse en un monumento al abandono.

Por su parte, Astrid Betancourt García representante legal de Coartechamba, comentó que el centro se vio hace 13 años como una alternativa de formalización de empresa y coincidió en que nunca lo entregaron a la comunidad, “lo han utilizado en dos o tres ocasiones para eventos, se hicieron unas ferias muy bonitas. Y ahí quedó, terminó cayéndose y ahora para restaurarlo es muy difícil, se necesita una cantidad de dinero”.

Añadió que cada cuatro años en época electoral se hace la misma promesa y a pesar de que en algún momento existieron buenas intenciones, a la final todo se queda en trámite y nada pasa.

Mientras que el lugar se suma al listado de proyectos inconclusos del Tolima, las familias artesanas que no pertenecen a ninguna asociación y que no cuentan con un espacio adecuado en sus viviendas para instalar un punto de venta siguen viendo con tristeza los vestigios de una ilusión que nunca se materializó.

“Lo cierto es que eso sigue ahí y siempre seguimos en las mismas”, concluyó Betancourt García.

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¿Se acaba la materia prima?

Los tres elementos claves para la elaboración de las artesanías son el barro liso y el arenoso, cuyas minas están en área de La Chamba, y el rojo, que se convierte en barniz y a la vez en un protector, en este caso la mina está ubicada en Batatas jurisdicción de Suárez.

La mina lisa que está ubicada en el sector Santelmo, la conforman dos hectáreas que son de uso de la comunidad, pero el terreno estaría mostrando señales de agotamiento, por lo que la opción es extraer la materia prima de predios particulares cuando se está en temporada de cultivos, pero el acceso a ella, depende de la voluntad del propietario.

“Hay un señor que cultiva al lado, ahí da harto barro, él lo deja sacar cuando recogen el arroz o el maíz, da dos semanas para que la gente vaya y saque”, contó Alba Avilés artesana de La Chamba.

Mientras que Sandra Patricia Rodríguez indicó que hay temporadas que pasan dificultades por la falta del material, la alternativa es “meterse” a las siembras vecinas, pues si no se logra hacer una arcilla entre barro arenoso y liso, la pieza final no queda igual.

Añadió, que el problema en ocasiones es que hay algunos excavadores que terminan dañando los cultivos.

Por lo que la alternativa sería que la Gobernación del Tolima compre un nuevo predio que cumpla con las características que se necesitan y el Ministerio de Minas entregue la respectiva autorización de explotación.

En medio de esta situación existen algunos residentes que opinan que el lote se puede regenerar esparciendo agua y removiendo el terreno con una máquina agrícola y otros consideran que es un simple mito.

Este es un hecho que genera gran preocupación porque las artesanías son el motor de la comunidad, muestra de ello, es que en cada casa hay un punto de venta o un taller.

Asimismo, son varios los empleos que se generan pues en la cadena de producción están los encargados de extraer y transportar el barro, el triturador ya que se necesita moler el material para dejarlo en polvo.

Luego pasa a un amasador, persona que deja lista la arcilla para el artesano. Una vez queda lista la pieza pasa a los brilladores y finalmente cuando hay un volumen de pedidos, se adquiere el servicio de un artesano hornero.

 

Dato

A los costos del agua se le suma el elevado cobro en el servicio de energía eléctrica.

 

Dato

Los artesanos deben aprender a sortear las condiciones climáticas, por ejemplo, durante agosto el viento juega en contra, motivo por el cual las piezas se mantienen totalmente cubiertas.

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Credito
XIMENA VILLALBA C.

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