EL NUEVO DÍA: Primero, cuéntenos quién es usted.
Wilson Ramírez Guzmán: Nací en Florencia, Caquetá. En 1989 ingresé a las Farc-EP, en un pueblo que se llama La Unión Peneya, en el corregimiento Montañita, en Caquetá. De ahí me trasladaron del frente 15 al frente 14, que quedaba sobre el río Caguán, en San Vicente. Era conocido como Teófilo González.
Me dejaron en la parte de la seguridad de Alfonso Cano, a quien trasladé hacia los Llanos del Yarí, y de ahí al Guaviare, donde se celebró la Octava Conferencia de las Farc, en 1993.
Luego, en 1994, estando ahí de guardia de la seguridad de Cano, nos desplazamos en una marcha hacia el páramo de Sumapaz, ahí la marcha continuó hacia el Tolima, donde trajinamos la Cordillera Oriental y nos radicamos especialmente en la vereda La Hacienda y en Marquetalia. En 2002 fui designado como jefe de seguridad de Alfonso Cano, hasta el 6 de enero de 2011.
E.N.D.: ¿Cuándo surgió la idea de hacer este libro y en qué momento lo escribió?
W.R.G.: Fueron nueve años los que estuve designado como seguridad de Alfonso Cano, y durante ese tiempo le enviaba todas las novedades a él diariamente. En ese diario de nueve años hay más de tres mil páginas escritas y cartas que todos los días me respondía. Me acostumbré a escribir, pero con su muerte se perdió eso. La inteligencia militar o la fuerza pública tiene ese diario.
A principio de 2015 decidí recordar algo de lo que pasó para escribir un libro. Entre 2015 y 2016 lo escribí y lo guardé casi un año, y hace como cuatro o cinco meses, decidí publicarlo. El libro está escrito a lo guerrillero, a lo campesino, no tiene intelectualidad, porque soy autodidacta.
E.N.D.: ¿Qué rescata de esta publicación?
W.R.G.: Todo el mundo escribe sobre las Farc, pero ninguno que haya estado directamente allá, sufriendo y gozando la vida guerrillera. La idea es que un excombatiente escribiera sobre cómo se vive allá, mostrando que, como seres humanos, tenemos cosas buenas y tenemos errores. Quiero mostrar, sin mentiras, cómo es nuestra vida diaria, la andada en las carreteras y trochas, los combates o cómo es un campamento.
E.N.D.: ¿Usted estuvo en combate o en tomas?
W.R.G.: Nunca estuve en una toma, porque fui el encargado de la seguridad de Alfonso Cano. En las veredas La Hacienda, Los Guayabos y Marquetalia duró 10 años y fue donde confrontamos la guerra. En 2003, nos metieron dos mil soldados desde Planadas hacia arriba y en 2005 llegaron otros dos mil, hasta el punto en que en las tres veredas nos metieron seis mil soldados por un lado y cuatro mil hombres más en el páramo.
Nosotros enfrentamos hasta finales de 2009 el operativo, hasta que nos metieron esos cuatro mil soldados y ahí ya eran 10 mil contra 100 combatientes que estábamos ahí. Entonces le dije al camarada Cano que debía salirse para otra región.
E.N.D.: ¿Usted estaba con él cuando lo mataron?
W.R.G.: No. Él se despidió de mí más o menos el 6 de enero de 2011, para ser entregado a la columna Jacobo Arenas y el 4 de noviembre murió en Cauca. En 2014 fui trasladado a Valle del Cauca, de ahí a Cauca y luego a Nariño, donde hice parte de la columna Daniel Aldana.
E.N.D.: ¿Usted cuenta en el libro cómo se entera de cuando a él lo matan?
W.R.G.: La inteligencia militar se da cuenta de que él ya no está en el área como al mes y medio, pero el operativo si nos quedó a nosotros, entonces nos tocó replegarnos hacia la población civil, al pie de Planadas. Nosotros estábamos al pie de Gaitania cuando el 4 de noviembre, por la noche, suena la noticia de su muerte. Nos duele mucho porque nosotros éramos la guardia de él.
Una de las cosas que pedimos es que nos unamos y que le exijamos al Gobierno y al Estado que nos cumpla, porque no queremos más guerra, queremos la paz.
E.N.D.: ¿En el libro se cuenta algo sobre Jerónimo Galeano, jefe guerrillero temido por su fama de sanguinario?
W.R.G.: Jerónimo era la cara buena del Tolima, era muy comprensivo y carismático con todas las comunidades, que lo adoraban, porque cuando él llegó en 1995 a formar el frente Joselo Lozada en el Sur, había un descontrol con las milicias en esa área. Él llegó, controló eso y comenzó a llamar a cuentas a los milicianos antiguos que habían del sexto frente. Les decía: ‘Venga para acá, usted está actuando mal, se compone o se va’. Toda la tropa lo adoraba.
No es quiera alabarlo y endiosarlo, pero lo que hemos querido con todas estas entrevistas o con lo que estamos escribiendo es que la gente conozca realmente cómo somos nosotros. Es que los medios de comunicación, no todos, especialmente Caracol y RCN, nos han satanizado, nos han mostrado ante Colombia y el mundo como unos sanguinarios terroristas, pero no explican la razón de ser, de por qué 48 campesinos decidieron alzarse en armas y enfrentarse a un régimen que dio origen a esta guerrilla.
E.N.D.: Esa puede ser una realidad desde el lado suyo, pero del otro, la gente tiene recuerdos frescos de las tomas de las Farc.
W.R.G.: No es un secreto que la guerra no es buena para nadie. Yo hablo de las tomas en una parte del libro, de la toma de Argelia, en Cauca, y muestro el gran error que tuvieron los combatientes en esa acción.
Lo que quiero que entiendan es que a los campesinos los obligaron a que se alzaran en armas. Si usted mira la historia, cuando asesinaron a Jorge Eliécer Gaitán comienza una guerra descontrolada hasta que Gustavo Rojas Pinilla hizo la amnistía. Todos los guerrilleros liberales de esa época se amnistiaron, entregaron las armas y después fueron asesinados uno por uno, y el único que no quiso entregar las armas fue Manuel Marulanda Vélez, con un grupo de campesinos en la parte alta de Gaitania, en el Tolima.
E.N.D.: En Roncesvalles, a una distribuidora de este Periódico le prohibieron vender, porque se habían publicado unas notas sobre una especie de ‘Reforma Agraria’. Al final, la asesinaron. En cuanto a la prensa, ¿qué se relata?
W.R.G.: Explico que no todos los militares son malos, que no todos los medios de comunicación son malos, que hay unos medios que hacen parte directamente de la oligarquía de este país, que es rancia. Es lo único que escribo sobre ese tema.
E.N.D.: Wilson, ¿qué le dice a las personas que los califican de asesinos?
W.R.G.: Yo le he dicho a la gente que lo primero que tienen que hacer es no ver las noticias de RCN y Caracol. Mire, fue la misma fuerza pública la que asesinó a más de siete mil muchachos indefensos y los mostraba como guerrilleros dados de baja en el combate.
Una sola persona, Víctor Carranza, uno que aparece en videos cuando toma trago, andando en caballo y que comercializaba esmeralda con Germán Vargas Lleras, tenía un millón de hectáreas en Puerto Gaitán, en Meta.
¿Cómo hizo para hacerse a un millón de las mejores tierras?, pues con un escuadrón de hombres de la muerte, descuartizando y desplazando a los campesinos. Entonces, si miramos eso, ¿quiénes son realmente los asesinos?, que están respaldados por la fuerza pública.
E.N.D.: Pero se puede desconocer que ustedes también causaron dolor, aquí todos mataron...
W.R.G.: La guerra no es buena para nadie. La guerra trae muertes y víctimas, pero, ¿quién se responsabiliza de que eso haya sucedido? Los guerrilleros no son traídos de Marte, son hijos de campesinos a los que obligaron a armarse.
A mí me ingresó a las Farc el Ejército nacional, porque en la época de 1984 al 1990, cuando nació la Unión Patriótica, comenzaron a asesinar colectiva e individualmente a más de cinco mil de sus líderes.
Yo era de la UP y la Juco y el Ejército me dijo que yo era el próximo. Yo nunca quise ser guerrillero, ni sabía empuñar un arma, yo soy maestro de construcción y ebanista, pero tocó salvar mi vida e irme para la montaña, porque yo dije ‘si me van a matar, que me maten peleando, pero no como han matado a miles de la UP’.
E.N.D.: Los comandantes de las Farc han visitado algunas regiones y han pedido perdón por sus acciones. En el Tolima, ¿no sería bueno que ese perdón también viniera de ustedes?
W.R.G.: Es una consigna. Los camaradas ‘Iván Márquez’ y ‘Pablo Catatumbo’, todos los jefes de las Farc y excombatientes, en todos los eventos, en reuniones o asambleas lo han dicho públicamente. Le han pedido perdón a las víctimas por el daño que hemos causado.
E.N.D.: ¿Este adiós a las armas es definitivo?
W.R.G.: Para mí, sí. Mucha gente dice que si continúan los problemas sociales que causaron la guerra, pues la guerra va a seguir. Nosotros llegamos a un punto en el que nos dimos cuenta de que por medio de las armas era imposible tomarnos el poder, y que de seguir peleando, iban a continuar estos crímenes, entonces dijimos ‘parémoslo ahí, negociemos y miremos cómo seguimos trabajando políticamente por la toma del poder’.
E.N.D.: A pesar de que la Farc ha denunciado que el acuerdo se está incumpliendo y haya dificultades con la implementación legislativa, por ejemplo, de la JEP, ¿ya no hay marcha atrás con la dejación de las armas?
W.R.G.: A la JEP la despedazaron. Estaba hecha para investigar a todo aquel que haya tenido relación con este conflicto armado: empresarios, periodistas, militares, guerrilleros, congresistas, etc. Pero la dejaron únicamente para juzgar a los excombatientes de las Farc, eso es un fracaso, pero, pase lo que pase, nosotros vamos a cumplir con nuestra palabra.
Van a asesinar a más de uno, ya han asesinado a 33 excombatientes y a 13 de sus familiares y somos conscientes de que van a desaparecer a más, pero nosotros vamos a seguir cumpliendo con la palabra.
E.N.D.: Jean Arnault, jefe de la misión de la ONU, ha dicho que en las zonas de capacitación solamente está el 55% de los que se desmovilizaron...
W.R.G.: Creo que menos, porque yo que he estado visitando las zonas de Nariño, Cauca, Tolima y estimo que el 70% de los excombatientes se ha ido.
E.N.D.: ¿Hacia dónde se han ido y qué están haciendo esos excombatientes?
W.R.G.: Unos se han ido para sus casas y sus fincas, porque el 98% de los excombatientes es de campesinos que tienen en la región a sus papás, sus hermanos y sus primos. Otros se han ido para la ciudad, esto hablando del Tolima. Si hablamos de Cauca o de Nariño, unos se han ido también para sus casas, pero otros se marcharon para las disidencias, por el mismo incumplimiento que ha habido en el transcurso de la implementación de los acuerdos.
E.N.D.: ¿En las zonas de Icononzo y Planadas todavía están concentrados excombatientes?
W.R.G.: Sí, digamos que queda un 40%.
E.N.D.: ¿El Gobierno terminó de adecuar las zonas? ¿Cómo están en estos momentos?
W.R.G.: En las zonas se planeaba construir bibliotecas, gimnasio, polideportivos y casitas, y eso no existe. En El Oso, en Planadas, cumplieron el 50%, y en La Fila, en Icononzo, no hay suministro de agua potable, eso es un falla gravísima, porque la guerrillerada tiene unos proyectos de agricultura, pero no tenemos líquido.
Necesitamos tierra, pero no nos dan ni siquiera una hectárea para sembrar comida, esa lentitud en la implementación de los acuerdos ha desmotivado a la guerrillerada, por eso han decidido más bien irse para su casa.
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