El discípulo asume las reglas de su maestro

Tomada de: Pixabay
Crédito: Archivo / EL NUEVO DÍA
Dice el santo evangelio: “mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: ‘si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío’”. (Lucas 14, 25-33).
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Lograr ser un buen discípulo del maestro de Nazareth tiene sus exigencias, embarga sacrificios, su hilo conductor es la conversión de cada persona. Así lo enseñó el salvador del mundo. El primer paso es la conversión de cada persona. El segundo es renunciar a todo aquello que le impida al discípulo servir a su maestro de una forma libre, voluntaria, sin apegos; que nada ni nadie impida la tarea evangelizadora.

El tercero es el sacrificio, la perseverancia, asumir el dolor y el sufrimiento en aras de la cruz del señor. El cuarto, es edificar la vida cristiana sobre los valores, las virtudes. Un buen discípulo sabe cómo construye su casa. El quinto, es aprender a ganarle la batalla al mal.

Si las tentaciones o debilidades humanas se presentan, la respuesta es la pregunta: ¿cómo voy a enfrentar al enemigo?, con la oración, con el cambio de actitud, o como dice la escritura: envió delegados para pedir condiciones de paz. Regreso nuevamente al primero, ‘conversión’. Siempre y a lo largo de la vida, habrá una oportunidad para cambiar.

Todo discípulo debe definir sus prioridades. Una decisión sabia y certera, es que cada discípulo entienda que seguir a Jesucristo no es irse al extremo. En ningún momento el nazareno planteó un discípulo del odio a este mundo, de abandonar a las personas, de crear divisiones en la sociedad. Al contrario, todo discípulo debe vivir una vida cristiana acorde con la vida del maestro, su pedagogía, sus sentimientos, sus deseos de servir, de amar, de salvar la humanidad. 

Así lo explica el papa Francisco cuando afirma que: “Nosotros no podemos pensar la vida cristiana fuera de este camino. Siempre está este camino que él ha hecho antes: el camino de la humildad, el camino también de la humillación, de negarse a uno mismo y después resurgir de nuevo. Este es el camino. El estilo cristiano, sin cruz no es cristiano, y si la cruz es una cruz sin Jesús, no es cristiana.

El estilo cristiano toma la cruz con Jesús y va adelante. No sin cruz, no sin Jesús”.

Jesús ha dado el ejemplo y aun siendo igual a Dios, se humilló así mismo, y se ha hecho siervo por nosotros. Este estilo nos salvará, nos dará alegría y nos hará fecundos, porque este camino de renegarse a sí mismo es para dar vida, es contra el camino del egoísmo, de estar apegado a todos los bienes solo para mí. (cfr. Homilía, 6 de marzo 2014).

 

Credito
Padre Jairo Yate Ramírez Arquidiócesis de Ibagué

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