MESSI levanta al cielo de Lusail su gran sueño, la Copa del Mundo

Crédito: FOTOS EFE
Messi anotó para el conjunto suramericano a los 23 y a los 109 minutos, marcó su penalti en la definición desde los once pasos y luego recibió el Balón de Oro al mejor jugador.
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Leo Messi, capitán de la selección de Argentina, ha levantado al cielo de Lusail su gran sueño, la Copa del Mundo, el gran anhelo con el que completa un palmarés imborrable e histórico.

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Messi recogió así el testigo de los dos anteriores capitanes de la Albiceleste campeones del mundo, Daniel Passarella en 1978 y Diego Armando Maradona en 1986, y del francés Hugo Lloris, rival en esta final, ganador con Francia en Rusia 2018.

El trofeo, que presentó al estadio de Lusail antes del encuentro Iker Casillas, campeón con España en Sudáfrica 2010, lo introdujeron de nuevo en el césped tras la gran final los exfutbolistas argentinos Nery Pumpido y ‘Chencho’ Batista.

Primero recogió el premio al Balón de Oro al mejor jugador, momento en el que, ante el mundo, ante un estadio entregado, besó el trofeo de la Copa del Mundo que minutos después, enfundado en un ‘bisht’, capa símbolo de realeza, estilo y elegancia, elevaría al cielo una vez que toda las plantillas de los ‘bleus’ y de la Albiceleste recogiera sus correspondientes medallas.

Recibió la copa de manos del emir Tamim bin Hamad al Thani y de Gianni Infantino, presidente de la FIFA, encargados de salir al escenario instalado en el césped para la entrega de premios junto al presidente francés, Emmanuel Macron, los presidentes de la Conmebol y de la UEFA, Alejandro Domínguez y Aleksander Ceferin, y los de las federaciones, Claudio Tapia y Noel Le Graet.

 

Final con más penaltis

 

La final del Mundial de Qatar 2022 ha sido la primera de la historia de la competición en la que se lanzan tres penaltis.

El árbitro polaco Szymon Maarciniak decretó dos penas máximas a favor de Francia, que transformó Kylian Mbappe, y otra para Argentina, que convirtió Leo Messi. El título, incluso, se resolvió en la tanda de penaltis.
Hasta esta final de Lusail, la que tuvo más penaltis fue, con dos, la que enfrentó a Alemania Federal y Países Bajos, uno para cada equipo, en Alemania 1974. Abrió el marcador para la ‘Oranje’ Johan Neeskens y firmó el empate provisional Paul Breitner. Acabó ganando el título el cuadro germano. 

 

Goleadores

Con 8 goles: 
Kyliam Mbappe (FRA)
Con 7 goles: 
Leo Messi (ARG)
Con 4: 
Olivier Giroud (FRA) y Julián Álvarez (ARG)
Con 3: Marcus Rashford, Bukayo Saka (ING), Richarlison (BRA), Enner Valencia (ECU), Álvaro Morata (ESP), Cody Gakpo (NED) y Gonçalo Ramos (POR).

 

“Sabía que Dios me lo iba a regalar”

 

El capitán de la selección argentina Lionel Messi aseguró, luego de consagrarse campeón del mundo, que sabía que Dios le iba a regalar un título en ese certamen.

“Es impresionante que pueda terminar de esta manera. Sabía que en algún momento Dios me lo iba a regalar y no sé por qué presentía y sentía que iba a ser esta. Una vez más me hizo dar una felicidad enorme”, dijo el 10 en declaraciones a la Televisión Pública de su país.

Por otra parte, remarcó que el encuentro ante Francia fue “muy raro” por la forma en que el equipo europeo igualó en dos oportunidades el tanteador y lo comparó con el que Argentina jugó frente a Países Bajos en los cuartos de final.

 

‘Partidazo’

 

Entre la ebullición tremenda de dos futbolistas únicos, extraordinarios, en una final de la Copa del Mundo trepidante, que sintió ganada dos veces Argentina, empatada por la fuerza increíble de Kyllian Mbappe y decidida en la tanda de los penaltis, Messi por fin ganó su Mundial, traspasó aún más la eternidad, culminó una carrera sublime y devolvió a Argentina a la cima del fútbol por tercera ocasión en su historia, 36 años después de Maradona en México 1986, con una victoria agónica.

Al de Argentina, resurgida de los dos goles en un minuto que logró el conjunto galo, entre el 80 y el 81, también del 3-3 en la prórroga, para dominar de nuevo el mundo con la pelota, para ganar la copa dorada cuyo brillo va mucho más allá de lo visible.

Mereció ganar antes Argentina, que dinamitó de inicio el desafío. No dudó ni un segundo. Su convicción, su ambición, sin matices. Ninguno. No hay apenas nada al azar en la pizarra de Scaloni (salvo alguien como Mbappe). Huye de frases hechas, lo analiza todo, exhaustivo, lo comprime en una idea y lo expone sobre el terreno con unos futbolistas que lo ejecutaron con una determinación absoluta. Todo el primer tiempo. Hasta casi el final.

Cuando en el minuto 21 Dembele cometió una torpeza tan visible que no le quedó otra al árbitro que pitar penalti por el derribo dentro del área de Di María, más discutido por la fuerza que por el contacto en sí mismo, cuando Messi lo transformó con la seguridad propia de un fuera de serie, con un lanzamiento con el que no dio ninguna opción a Hugo Lloris, la Albiceleste imponía ya su propio encuentro de manera irrebatible en todo el campo.

Sí lo hacen decisiones. Con tan solo ocho minutos en los últimos tres choques, impedido por una sobrecarga, Di María regresó directo al once. Una tormenta para Dembele y Koundé, destrozados por el extremo, sobrepasados por el escenario, desbordados cada vez que Messi abría a la izquierda. El plan “claro” y “decidido” de Scaloni. El desastre de Francia.

Por ahí fue el penalti y definió el 2-0 en el minuto 35. Todo de ‘El Fideo’, que remachó el trepidante y fantástico contragolpe que provocó un despeje a la nada de Upamecano y la actividad vertiginosa de Argentina, que en seis toques rebasó todas las expectativas en 35 minutos, con un gol que no sólo realzó la rotundidad de Di María, sino de todo un bloque, desde el primero al último, desde De Paul y Messi hasta Mac Allister, origen y asistente.

La desfiguración más expresiva de Francia. Arrollada por los lados, desactivada por el medio, inferior nombre por nombre (magnífica la primera hora de De Paul), sitio por sitio, sin una sola noticia de su hombre crucial, Antoine Griezmann, desaparecido entre la estructura compacta de Argentina, sin visión ni opción más allá de una cantidad de camisetas celestes y blancas que lo redujeron a la nada.

El fracaso general de los ‘bleus’ parecía entonces irremediable. Tanto demérito, tanta concesión, en una final fue un peso insoportable para Francia, sin reacción, sin espíritu, sin fútbol y sin plan. 

El amago de rebelión que sugirió en algunos momentos fue nada más que eso, una sucesión de pases, algún regate, por fin alguna internada por la banda... La Brasil de Pelé, la última ganadora de dos Mundiales seguidos, le quedaba demasiado lejos. Tan complejo. Tan extraño. Tan definitivo. O no tanto.

Porque la peor Francia de este Mundial tiene a uno de los mejores futbolistas del planeta, capaz de destrozar incluso todas las leyes de la lógica. Ya con casi hora y media de juego, entre el primer tiempo, los 7 minutos añadidos antes del descanso y casi 40 de la segunda parte, reemplazado hasta Griezmann en la desesperación de Deschamps, renació de repente. Sin anunciarlo. Sin preverlo Argentina. Sin otra explicación. Es fútbol.

Había persistido en la irrelevancia más absoluta, hasta que otro penalti tan discutido como el primero ofreció a Francia una oportunidad que ni siquiera intuía, por una acción de Otamendi sobre Kolo Mouani que transformó Mbappe en su primer tiro a portería. Era el minuto 80. En el 81, el segundo, también fue gol: una volea desde la esquina del área que sobrepasó a Argentina y a ‘Dibu’ Martínez. Imparable. De pronto. Una revolución.

Y la prórroga, porque Lloris voló en el último suspiro para repeler el último intento de Messi, porque nadie pudo oponerse a la resurrección repentina de su oponente, porque el fútbol es tan imprevisible que ni 80 minutos de una evidente superioridad son suficientes para sentirse campeón del mundo.

Ni siquiera con el 3-2. Ni con Messi, que remachó el gol en el minuto 109. Porque en el otro lado hubo respuesta inmediata, a través de un penalti promovido por Kolo Muani, como el primero, por mano de Montiel y transformado por Mbappe, protagonista de un triplete en la final del Mundial desconocido salvo para Geoff Hurst, en 1966, de nuevo para discutir el triunfo de Argentina, entre la locura en la que derivó el partido, con ocasiones para los dos. Hasta los penaltis. 

Mbappe lanzó el primero. Gol. Messi transformó el segundo. El tercero de Coman lo paró ‘Dibu’ Martínez. El cuarto lo marcó Dybala. El quinto lo mandó fuera Tchouameni. El sexto lo anotó Paredes, el séptimo Kolo Muani y el octavo, el definitivo, Montiel para confirmar a Argentina como la campeona del Mundo. Y a Messi como un jugador aún más eterno.

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El final feliz de Messi. Ya tiene la Copa del Mundo.

 

 

Credito
EFE

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