Todo el que sube al Cañón baja con la memoria de su celular llena de fotos: un animal que se deje entrever en los bosques, un risco que ofrece un paisaje abismal, un plato especialmente instagrameable, un pájaro que se posó sobre una rama unos segundos o una foto grupal coronando una ruta ciclística o el sendero más empinado.
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