Hacer grande de nuevo al río Magdalena

Crédito: Camilo Jiménez / EL NUEVO DÍA.
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Ambalema, Flandes, Espinal, Suárez, Guamo, Purificación o Natagaima le deben sus inicios al río Magdalena. En los demás municipios fue el medio de transporte y comercio que hizo posible su expansión y crecimiento.
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El renombrado explorador y escritor colombocanadiense Wade Davis afirmó que Colombia es un regalo del río Magdalena: la principal razón por la que existimos como nación.

Desde su nacimiento en macizo colombiano, esa estrella hídrica que parece mágica de tan abundante, hasta su desembocadura en Bocas de Ceniza, transcurren unos 1.540 kilómetros (km) entre las cordilleras Oriental y Central.

Antes de volverse mar, les obsequia inconmensurables dones económicos y ambientales a millones de colombianos. A ese “hilo de agua, de tierra, de memoria, de arte y de música”, como lo llama William Ospina, van a descansar más de 500 ríos menores y numerosas quebradas, concediendo el don de la vida a varias regiones que no serían lo que son sin su curso incesante.

Para el Tolima ha sido vital en el desarrollo de sistemas biológicos que generan posibilidades de existencia a sus orillas, además es la fuente de la que han brotado innumerables tradiciones y saberes que se manifiestan en las formas de la pesca, en artesanías, vestimentas, gastronomías, historias orales, costumbres, músicas y otras abigarradas expresiones culturales.

Ingresa por el sur, en Natagaima, y sale por Honda, en el extremo norte, recorriendo unos 250 km.

“Es el elemento estructural del departamento. No es posible imaginar lo que hoy es el Tolima sin esa lógica ecosistémica tan maravillosa que es el Magdalena”, asegura Germán Ferro, director y curador del Museo del río Magdalena.

 

La corriente del intercambio

 

La corriente del intercambio.

 

Su cauce permitió el asentamiento de pueblos originarios sobre los valles alto y medio Magdalena. Construían balsas de guadua con techos de paja para cuidar sus mercancías y viajaban por él cruzando un sendero trazado por la inteligencia silenciosa de la naturaleza.

Con la llegada de los españoles se convirtió en la principal ruta de la invasión y en cada etapa histórica ha ido guiando el camino de millones de personas. 

“Históricamente es la columna vertebral del país. En un primer momento para la entrada de los pueblos indígenas. En la época de la Conquista fue por donde se internaron las avanzadas hacia el interior. En la Colonia se consolidó como ruta obligatoria entre la capital Santa Fe y el resto de la nación”, cuenta el profesor Tiberio Murcia Godoy, miembro de número de la Academia de Historia de Honda.

 

El ocaso del río

 

El ocaso del río.

 

Con el ascenso de los ferrocarriles y el auge de las carreteras dejó de transportar al país, agrega el profesor Murcia Godoy. Ese enrevesado relieve montañoso colombiano, que se alza de tantas formas desiguales por todo nuestro territorio, fue desbravado poco a poco por los nuevos medios de transporte y el Magdalena comenzó un pronunciado declive.

Las características del río y las arbitrariedades del progreso fueron las que lo dejaron atrás: lo empinado y erosionable de su cuenca, la predisposición a formar bancos de arena y la fuerte deforestación que viene padeciendo después de siglos de intervenciones obstaculizaron su navegabilidad.

El primer barco a vapor que intentó sacarlo, llamado Fidelidad, debió ser retirado a los seis meses. Otros dos, el General Santander y el Gran Bolívar, se perdieron al encallar en 1828.

Según el profesor Edmundo Pérez, la prioridad al ensanchamiento de la red de carreteras por encima de la navegabilidad se debió “al interés de la industria automotriz norteamericana en la expansión de sus mercados en América Latina”. El país decidió fijar su futuro en otras rutas.

“Cuando ya no tuvo la misma trascendencia fue quedando relegado como una parte más del paisaje. Esa fue la principal razón de su ocaso. Sin embargo, la oportunidad de recuperar toda la riqueza económica y cultural está ahí, en ese flujo de agua que no se cansa de correr pese a todo”, añade el profesor Murcia Godoy.

 

Hacer grande al río de nuevo

 

Hacer grande al río de nuevo.

 

Son muchas las personas que trabajan por recuperar el río y dos los temas que más les preocupan: por un lado, la rehabilitación medioambiental y el por el otro la anhelada reanudación de la navegabilidad.

“El río Magdalena es el corazón de Colombia porque conecta territorios, ecosistemas, culturas y tradiciones. En esa medida, la acción más básica para hacerlo grande de nuevo pasa porque cada persona entienda el daño que se le hace botando una simple basura”, comentó Nancy Vargas, subdirectora Técnica de la Fundación Natura.

Para Edison Sandoval, integrante del Comité Ambiental en Defensa de la Vida del Tolima, es necesario que “haya también un enfoque desde lo gubernamental que facilite una legislación integral que proteja los territorios, de los que hace parte fundamental nuestros ríos”.

Por su parte, desde Confecámaras se viene adelantando el Magdalena Travesía Mágica, un “proyecto que busca articular diferentes sectores relacionados con el río para proyectarlo internacionalmente, concientizando a las personas en general, y a nuestros empresarios en particular, sobre lo que la naturaleza nos ha dado. Por ejemplo, si habilitamos positivamente los malecones que hay en el Tolima seguramente podremos pensar en la recuperación total del Magdalena”, comentó William Calderón, presidente ejecutivo de la Cámara de Comercio de Honda.

Entre decenas de proyectos destacan el implementar cruceros desde la Costa hasta Mompós y Barrancabermeja, así como aerodeslizadores desde Honda hasta Neiva.

Iván Romero, representante de la empresa ‘Turivan por el río Magdalena’, propone la creación de una ‘cátedra del río Magdalena’.

“Una cátedra general en los colegios, no solo en la poblaciones ribereñas, sino en todo el país. Si un niño entiende qué pasaría si el río se acaba seguramente no lo dañará y cuando crezca no dejará que los demás lo destruyan”, finaliza.

 

Los nombres del río

 

Los nombres del río.

 

Los muiscas lo llamaban Yuma, río del país amigo. Guacamayo, el río de las tumbas para quienes se asentaron en el alto Magdalena. Arli, río del pez para los moradores de las zonas cercanas a Barrancabermeja. Karacalí, gran río de los caimanes para los Caribes. 

En abril de 1501 el conquistador español Rodrigo de Bastidas lo bautizó definitivamente como el ‘río Grande de la Magdalena’ en honor a María Magdalena.

 

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Camilo Jiménez

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