Así es un hotel con habitaciones de $12 mil la noche en Ibagué

El hotel más barato de Ibagué
Crédito: Edwin Gutiérrez/EL NUEVO DÍA. El hotel más barato de Ibagué.
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En Ibagué hay hoteles cinco estrellas en los cuales una noche de alojamiento puede llegar a costar hasta $250 mil pesos y también hay otros en los que un momento de descanso no vale más de $12 mil. Vea cómo es por dentro la habitación más barata que se puede conseguir en la ciudad.
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Son las 10:00 a.m. del domingo y en la zona de la calle 18 con Segunda de Ibagué hay varios policías haciendo requisas a cualquier transeúnte que les resulte sospechoso. Los prostíbulos que operan en el sector ya están abiertos al público y algunos habitantes de calle disputan partidas de naipe en un andén. 

Al preguntarle a un hombre acerca de cuál es el hotel más barato del sector, este señala sin dudar un viejo edificio, construido hace más de 40 años en el costado sur del parque Galarza. Indica que allí funciona ‘El Gustazo’ y la pieza vale $12 mil, una tarifa que lo convierte en el hospedaje más económico que se pueda encontrar no solo en el entorno sino en todo Ibagué. En la entrada del negocio resalta un aviso luminoso visible desde varias cuadras de distancia. Dos amables mujeres paradas cerca a una puerta de vidrio dan la bienvenida a los huéspedes al tiempo que les ofrecen compañía durante la estadía en el sitio por precios que oscilan entre los $25 y $70 mil pesos. 

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Al fondo, luego de cruzar el pasillo y timbrar, una mujer abre rápidamente la reja, al tiempo que le pide a otra que acaba de prender un cigarrillo que deje de fumar mientras atiende. En la recepción hay algunos muebles viejos y una gran vitrina de vidrio repleta de mecato, bebidas, preservativos y productos de aseo que ocupa toda una pared; también hay plantas de sombra y elementos de decoración que han visto pasar por allí a miles de viajeros, visitantes y hombres solitarios ávidos de afecto y cariño.   

La recepcionista saluda y a la pregunta sobre la oferta disponible de habitaciones responde que hay solo dos en el segundo piso, con baño privado, televisión por cable y una privilegiada vista al parque Andrés López de Galarza. 

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No es necesario hacer reservas, llenar registros ni mostrar documentos de identificación. Hay que cancelar los $12 mil por adelantado. La recepcionista hace entrega al cliente del control del televisor, de un pequeño jabón y de un llavero de hierro colado con el número de la habitación y el nombre del hotel grabados, al tiempo que lo guía hasta unas escaleras de madera y le muestra por dónde debe ingresar al segundo piso. 

Allí varias mujeres aprovechan la mañana para lavar el ropero y hacer aseo general de los cuartos y zonas comunes. Algunas de ellas han convertido al ‘Gustazo’ en su casa. Viven y trabajan desde hace un buen tiempo en ese lugar. Les gusta porque es económico, el ambiente es familiar y entre todas se encargan de velar por la limpieza. 

 

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Conviven en ambiente de cordialidad y camaradería. Algunas se dedican a la prostitución, otras a las ventas ambulantes durante las noches y la madrugada, de tintos, dulces y cigarrillos, o atienden alguno de los tomaderos que abundan en la zona.  

La habitación asignada es la 202, a mano derecha del pasillo. En la entrada hay un aviso que advierte la importancia de constatar el correcto funcionamiento de los elementos para uso del cliente ya que cualquier daño será cobrado a la salida. Se trata de un viejo ventilador Samurai que a cambio de aire fresco emite un ruido estridente, un televisor de 19 pulgadas pegado a la pared y cuya modernidad contrasta con los demás elementos del espacio, un gran espejo con marco de madera, ubicado por alguna razón frente a la cama impecablemente tendida con sábanas de colores, un reloj característico de las casas de tierra caliente de los años 70, la fotografía de una gran cascada enmarcada en la pared, una silla de plástico, una mesa que alguna vez fue de un bar y una bella lámpara de techo, antigua y adornada con cristales que constituyen el único lujo que le puede ofrecer aquel modesto hotel a sus huéspedes.  

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Luego de media hora se escucha llegar a varias personas que ríen duro, hablan y comentan sobre lo ocurrido durante la noche del sábado. Un hombre les pide que “no den más lora”, al tiempo que recomienda acostarse a dormir pues son más de las 10:30 a.m. A pesar del esmero de los propietarios y residentes habituales del hotel por mantener limpio y ordenado el lugar, luego de una hora de estadía allí, un olor pestilente que proviene de las viejas cañerías del edificio se torna insoportable y obliga a encender el ventilador para que abanique el ambiente de la habitación. 

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Son las 11 y la bulla en los pasillos es constante. Un hombre ingresa con un bafle a todo volumen y se ubica en la habitación contigua. Al fondo se escucha una y otra vez el coro de una canción de Hip hop que dice así: “Andando por la calles de Medallo. De palo a palo, de polo a polo. De pelo a pelo, de pe a pa”, una letra imposible de olvidar luego de oírla tantas veces aquella mañana.  

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El ruido, los malos olores y el hecho de que el hotel se encuentre ubicado en una de las zonas que se perciben como las más peligrosas de la ciudad, tal vez justifique que sea tan barato. A pesar de eso, la atención es buena y el aseo aceptable. La regulación de las autoridades obliga a que estos lugares mantengan condiciones mínimas de higiene que las haga habitables, por lo que también está prohibido fumar y consumir alucinógenos en cualquier espacio.  

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El negocio puede llegar a generar ingresos mensuales por más de $9 millones de pesos a su dueño, cuya identidad es desconocida. Así como este, en el sector también hay al menos una docena de hoteles, residencias e inquilinatos que a diario albergan personas en habitaciones que van desde los $12 mil hasta los $30 mil el rato, la noche o las 24 horas. También se pueden pagar mensualidades por ocupar estos espacios de manera permanente cuyo valor no supera los $200 mil pesos, una cifra al alcance de aquellos que habitan la cotidianidad muchas veces desconocida de la ciudad donde la mayoría de sus gentes vive del rebusque o tiene que dedicarse a oficios que van en contravía de la dignidad de cualquier ser humano. 

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Luego de permanecer un tiempo considerable allí es hora de abandonar el cuarto, no sin antes tomar algunas fotos del parque Galarza desde un balcón del edificio. Durante la noche del domingo al ‘Gustazo’ acudirán decenas de clientes: pasajeros que llegan tarde a la Terminal de Transporte y buscan un sitio barato para quedarse, como cuando funcionaba la estación del tren en ese mismo lugar, hombres que acuden a los servicios sexuales de mujeres que usan los cuartos para trabajar y vivir, adultos mayores que en el día venden artículos en las calles y los exiguos ingresos que obtienen apenas alcanzan para comer y pagar la posada, mujeres que venden tintos y cigarrillos en las madrugadas, coteros de la plaza, entre otros protagonistas de la vida en las calles del centro de Ibagué. 

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Credito
EDWIN GUTIÉRREZ BARRERO

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