Educar para la felicidad de los estudiantes

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¿Qué tan felices están nuestros estudiantes en las instituciones educativas?

POR LUIS EDUARDO CHAMORRO RODRÍGUEZ

ESPECIAL PARA EL NUEVO DÍA

luiseduardochamorro10@gmail.com

El viernes anterior (9 de febrero) se divulgó el ranking de los países según el porcentaje de estudiantes que manifestaron estar felices en sus colegios.

Colombia ocupa el quinto puesto con un porcentaje de 92 por ciento de estudiantes felices, superado por Indonesia (96%), Albania (94 %), Perú (93%) y Tailandia (93%), según datos de la revista Semana.

Que los estudiantes manifiesten estar felices en sus instituciones escolares, implica que se sienten satisfechos con el ambiente físico del plantel, que aceptan con agrado lo que se les enseña y como se les enseña; que les satisface el clima social escolar y de convivencia que experimentan, etc.

El quinto lugar de Colombia en el estado de felicidad de los estudiantes, es coherente con el segundo lugar del país, entre 55, según la encuesta de felicidad aplicada por Gallup Internacional en el último trimestre del año 2017. Sólo superado por la república insular (330 islas) de Fiji, en el continente de la Oceanía en el océano Pacífico sur.

Es pertinente decir que las dos clasificaciones aparentemente son sorpresivas y en cuanto a educación hay hechos que evidencian graves problemas de cobertura, eficiencia interna y calidad que afectan al sistema escolar colombiano. ¿Entonces por qué los estudiantes colombianos se sienten tan felices en sus establecimientos educativos? Sería bueno saberlo.

Por lo pronto sería muy bueno que se realizara una encuesta en los 46 municipios del Tolima para saber qué tan felices están nuestros estudiantes con la educación que se les ofrece.

Educación para la felicidad

Ya hay un modelo de educación positiva y de educación para la felicidad que da respuesta al interrogante de cómo educar para la felicidad. Existe una red internacional de educación positiva y el Gimnasio Moderno de Bogotá es pionero desde hace un siglo, en la educación para la felicidad. De unos y otros se puede aprender mucho. Porque sostengo la hipótesis de que lograr la felicidad de los estudiantes y docentes en su trabajo académico, suscitará mayor acceso y permanencia de los estudiantes en los establecimientos educativos.

No puede ser que en Tolima, incluyendo Ibagué, tengamos, teóricamente, 52 mil 246 inasistentes a las aulas, siendo que tienen edades entre 5 y 16 años cuando debieran estar matriculados.

Que la disminución de la matrícula marche a pasos acelerados, calculada en 19 mil 336 estudiantes menos matriculados entre el año 2015 y el 2017, son cifras que ponen en semáforo en rojo el cumplimiento del derecho al acceso y la permanencia de los estudiantes en las aulas, situación que es grave en la capital.

Muchas personas se preguntan por qué disminuye la matrícula en las instituciones escolares oficiales año a año, por qué desertan los estudiantes, por qué tantos estudiantes “pierden el año”, es decir reprueban cada curso, por qué hay poco interés por el estudio lo cual se refleja en altas cifras de infantes y adolescentes que no se matriculan.

Hay muchas respuestas posibles. Pero será bueno pensar en que los estudiantes, en general, no son felices en los establecimientos educativos, sienten poco interés por ir al colegio. Que en consecuencia, si queremos mejorar la cobertura y la eficiencia interna del sistema escolar en el Tolima, bueno sería poner en marcha estrategias dirigidas a hacer más feliz la permanencia de los estudiantes en las aulas.

A mí se me ocurre que sería bueno y útil, establecer un ranking o clasificación de los establecimientos educativos según el grado de felicidad y satisfacción de docentes y estudiantes en el ámbito de las instituciones escolares. Para comenzar sería pertinente establecer los factores que implican felicidad, placer y satisfacción que docentes y estudiantes perciben.

Qué bueno fuera, por ejemplo, regular las tareas escolares de tal manera que los estudiantes sólo ocupen máximo una hora en ejecutarlas. O seguir la recomendación que ha hecho la ONU y la Organización Mundial de la Salud, en el sentido de que lo apropiado es abolir las tareas escolares. Eso daría mucha alegría y felicidad a estudiantes y padres de familia.

Otra. Comenzar las clases un poco más tarde, puede ser a partir de las 8 de la mañana para que ir a la escuela no se convierta en una tragedia o en un disgusto para niños y padres de familia a quienes les gustaría dormir un poco más. Que las jornadas escolares fueran de cuatro o cinco horas, con los correspondientes descansos o recreos, decisión que sería contraria al programa de jornada única. En su defecto, organizar horarios de clases por jornadas y no con los intervalos cortos de una hora.

Que el currículo y la educación en general sea pertinente. Es decir, que se enseñe y se evalúe lo que sea de interés de los estudiantes, aquello que ellos consideren útil para su vida. Que los docentes sean menos autoritarios y reciban formación específica en cómo enseñar mejor, lo cual implica mayor inversión estatal en la formación pedagógica de los docentes. Que la reprobación escolar sea proscrita del ámbito escolar y se sustituya por otras actividades educativas y pedagógicas que eviten la repitencia. Que se apliquen estrategias de pedagogía emocional para suscitar emociones positivas en los estudiantes, entre ellas la alegría, el buen humor, el amor, la amistad y, en general, la felicidad. Que se ponga la mirada a la teoría de las inteligencias múltiples (ocho inteligencias), del norteamericano Howard Gardner, en el momento de construir el currículo y realizar las actividades de evaluación de los aprendizajes. Que se ofrezca una educación más humanizante.

En términos generales, hacer todo lo que sea necesario para que los estudiantes sean más felices en las aulas escolares.

Credito
EL NUEVO DÍA

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