El ascenso de las mujeres lideresas del sur del Tolima

Crédito: Camilo Jiménez / Suministradas Astrid Medina / EL NUEVO DÍA.Estos son algunos de tantos ejemplos de mujeres protagonistas de esta región
Cada día más mujeres del sur del departamento están tomando protagonismos en la esfera pública regional: lideresas sociales, empresarias o defensoras de derechos humanos, su historia, marcada por la violencia, muestra un camino de progreso.
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Amigas, hijas, hermanas, madres, novias, compañeras, esposas o vecinas: las mujeres han sufrido de forma diferenciada el conflicto armado interno, y en el Tolima abundan las historias. Blancos directos o víctimas colaterales, atacarlas fue una estrategia de guerra utilizada por todos los actores involucrados en los casi 60 años de violencia en Colombia. 

En varias investigaciones realizadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se estableció que 43 de cada 100 mujeres afectadas por el conflicto armado en Colombia han sufrido variadas formas de violencia por cuenta de su género: su cuerpo, en muchos casos, fue tomado como un botín de guerra.

Mientras más se van conociendo las dinámicas del terror hacia ella, más salen a la luz ejemplos de fortaleza, tenacidad y liderazgo protagonizados por mujeres en la periferia.

 

Red de Mujeres Chaparralunas por la Paz

Generales.

María Ximena Figueroa, cofundadora de la Red de Mujeres Chaparralunas por la Paz y miembro de la comunidad pijao de Matora de Maito, recuerda cómo, en los momentos más complejos del conflicto, las mujeres tenían prohibido transitar por ciertas partes de la región.

“Si íbamos a una vereda a reunirnos con las mujeres de las asociaciones debíamos tener mucho cuidado porque éramos un objetivo. Si nos cogía la noche por el camino la mejor opción era quedarnos, no salir más. Desde las 4:00 de la tarde no salíamos a ningún lado”, cuenta.

El temor, puntualizó la lideresa, era el peligro por las agresiones más recurrentes de las que víctimas entonces: secuestro, asesinato, violación, reclutamiento, entre otros muchas más. Esos ataques que menciona no solamente venían de la guerrilla: agentes del Estado también las hostigaban. Por la dinámica del conflicto, las mujeres debían enfrentarse no solo a la posibilidad de ser atacadas físicamente, también sufrían arremetidas simbólicas.

“En un periodo incluso había restricción de transporte de alimentos. Eso no lo hacía el Frente 21, era el mismo ejército. Le decían a uno ‘¿Usted por qué lleva tantas arrobas de café, tanto arroz?’. Eran para los trabajadores de las fincas, pero no nos creían y nos tocaba sacar permisos para llevar el mercado”, agregó.

Para los soldados, las mujeres eran sospechosas de ser cómplices de la subversión.

Sin embargo, aún en medio de las dificultades, la Red creció, vinculando cada día a más mujeres. En ocasiones se reunían a escondidas para evitar ser señaladas. Si tenían que viajar, lo hacían a diferentes horas y luego se encontraban en su destino.

En un inicio se encontraban de manera furtiva y se ayudaban con comida o simplemente escuchándose. Con el tiempo, pasaron a incentivar el papel de las mujeres en todos los sectores económicos, productivos y políticos. Acompañan a comunidades indígenas, afrodescendientes, Juntas de Acción Comunal y procesos juveniles en asuntos referentes a las mujeres. Todo lo que involucre a una mujer les concierne.

Hace poco inauguraron un fruver llamado ‘Sazón y sabor de tu tierra’. Todo el surtido sale de mujeres productoras de varias regiones del Tolima. Si saben de una mujer que está pasando por necesidades, y varios casos ha habido, le dan la mano.

Entre los muchos proyectos, actualmente buscan constituir el ‘Centro de Documentación Dagmar Lucía Hernández’, en honor a una de las cofundadoras de la Red. En su haber hay varias publicaciones sobre su experiencia comunitaria de resistencia y lo quieren preservar para las lideresas que vendrán.

“Uno de nuestros sueños es construir una granja de mujeres, con un espacio de sanidad espiritual nasa, pijao y afro. Un día tener un hostal para generar una actividad económica para el propio beneficio de nuestras asociadas. Es un camino largo, pero entre todas contribuimos”, finaliza María Ximena Figueroa.

 

Cafimujer

Generales.

Ana Jesús Valderrama, representante de la Asociación agropecuaria y campesina de Ataco (Asocanoas) y de la marca de café Cafimujer, cuenta que, cuando la violencia comenzó a amainar en la región, muchos desplazados retornaron a buscar sus tierras.

Algunos las encontraron ocupadas por nuevos dueños, otros no quisieron regresar. Las mujeres que dijeron buscaron “Una forma de ganarnos la vida o de aportar a los hogares, de hace un poco más”, dice.

“Yo vivo en la vereda Canoas Copete de Ataco, pero somos más de 20 mujeres de varias veredas las que hacemos parte de Cafimujer, todas víctimas. Desde el 2012 decidimos asociarnos, sin salirnos del hogar, porque eso es importante: es un trabajo que hacemos mientras velamos por nuestros hogares”, afirma.

Mientras emprenden siguen con los cuidados de sus casas, se ocupan de sus hijos y, cuando tienen tiempo libre, se dedican a la marca.

“A las mujeres nos toca hacer muchas cosas al mismo tiempo y no podemos descuidar los hogares por emprender. No tendríamos la misma fuerza si le apostamos a eso. Por esa razón, a Cafimujer nos decidamos por lo laditos, pero con absolutamente todo el proceso: desde la siembra, la cosecha, el tostado y la venta. Por eso nuestro café es de la mejor calidad: nos encargamos de cada paso y lo hacemos con la mayor atención”, agregó.

Aunque su proceso es reconocido en toda la región, saben que les faltan muchas cosas por aprender, por lo que se capacitan constantemente.

“Estamos en un proyecto PDET con Innpulsa para aumentar la comercialización, pues ahí es donde tenemos un punto débil, pero el proceso ha sido milagroso para nosotras acá en el sur. Hoy ya no somos mujeres completamente dependientes, somos diferentes y les proponemos de frente a los hombres: ‘Vamos a ser esto o a trabajar de esta forma’. Desde hace rato estamos tomando el mando”, finalizó.

 

La resistencia de las comunidades LGBTI del sur del Tolima

Generales.

En los años más violentos en Chaparral se realizó el Reinado Trans del Río Tuluní. El certamen, que comenzó como una especie de broma, se transformó que un emblema de tenacidad que aún continúa resguardando e inspirando a personas agobiadas por una sociedad acostumbrada a reprobar todo lo que le resulta diferente, como dicen una de sus fundadoras.

No fue fácil, cuenta Kamila Pérez, ligereza y representante legal de la Asociación Chaparral Diversa. Para los diferentes actores armados, salirse de lo heteronormativo era equivalente a pertenecer a un bando enemigo y los ataques eran consuetudinarios y venían de todos lados. Algunos de ellos incluían humillaciones, como prohibirles maquillarse, desnudarlas en la calle o cortarles el cabello a la fuerza.

“Sufríamos discriminación dentro de nuestras casas y queríamos salir, pero las calles eran aún más peligrosas. Fuimos asesinadas, discriminadas, amedrentadas y desplazadas. Nosotras hemos padecido atropellos inmensos por nuestra identidad”, afirmó Kamila Pérez.

La historia del Reinado comenzó en un paseo de olla en el río Tuluní de Chaparral: “Estábamos ahí cuando algunas comenzaron a desfilar y entonces dijimos que deberíamos tener un reinado y dejar de escondernos. Los vestidos, el maquillaje y nuestra belleza nos ayudaron a hacernos visibles, a mostrar que estábamos orgullosas de nosotras mismas”, agregó la lideresa.

Cuando se consolidó, al evento asistían personas de todo el sur del Tolima y de otras regiones del país. Gracias a la unión de la comunidad, Chaparral se volvió un epicentro para la llegada de personas LGBTI en búsqueda de refugio.

El reinado tomó notoriedad en todo el país gracias a un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica llamado ‘Un carnaval de resistencia: Memorias del reinado trans del río Tuluní’. En él se narra cómo el evento se convirtió en un símbolo de resistencia, pues se realizaba aún en contra de las órdenes del Frente 21, del Ejército y con las miradas de reprobación de la mayoría de las personas. Constantemente recibían panfletos y debían cambiar el sitio, pero seguían realizándolo.

La pandemia, y algunos brotes de violencia, han dificultado realizar el reinado en los últimos años. Adicional, dicen que continúan sintiendo el rechazo de muchos sectores: “Las violencias se han transformado, pero ahora no nos prestan los escenarios para el reina o no nos dan los permisos”. Su intención es continuar con él el próximo año y “seguir enviando un mensaje de unión y de resiliencia”.

En esa misión han liderado procesos pedagógicos de género, enfocados, en su mayoría, hacia la educación en sexualidad diversa. Luego del Acuerdo de Paz, que para esta región significó la disminución de las muertes violentas, crecieron en acciones y demostraron el poder de la unión por una causa.

“El mensaje es que las personas diversas deben saber que no están solas. En cada municipio, en cada región hay otras personas como ustedes, gente que no las juzgan y que las apoyan. Busquen a esas personas, ayuden a los demás cuando puedan y pidan ayuda si lo necesitan, finalizó.

 

Astrid Medina y el mejor café de Colombia

Generales.

Astrid Medina viene de una larga herencia campesina, tercera generación de cafeteros. Pese a eso, hasta hace unos años no trabajaba en el campo, sino en una cooperativa. En el 2006 mataron a su padre, un destacado líder de la región: exconcejal de Planadas, inspector de policía de Gaitania y, sobre todo, un ilustre caficultor.

“Cuando asesinan a mi padre nos queda una finca con 3 hectáreas sembradas de café. Dos de mis hermanos desistieron, pues eran tiempos difíciles para cosechar. Ese fue el inicio de un proceso lento en el que llevamos muchos años”, comentó.

A la finca Buenavista le trabajaron durante varios años, mejorando cada día la calidad de la producción.

En el 2015 llega la ‘Taza de la Excelencia’, el concurso más importante de calidad de la producción de granos Colombia. La sede era Ibagué y Astrid Medida obtuvo el primer puesto. No fue solo ella, el Tolima se quedó con el tercer, octavo, décimo y treceavo puesto. Se confirmó la alta calidad de la región 

Nueve años antes, Edith Enciso fue la pionera al conseguir este mismo galardón. Esas dos victorias ponen el café del sur del Tolima en boca de todos, además con el liderazgo de varias mujeres. 

“Yo sé que nosotras, dos mujeres, abrimos muchas puertas. El machismo, tan fuerte en todo el país, ha cedido incluso en el campo. Incluso fue idea de mi esposo poner el lote con el que ganamos ‘Taza de la Excelencia’ a nombre mío: porque era mi vida la que estaba ahí. Yo era una mujer tímida y le tenía miedo a las cámaras, pero ahora soy una mujer diferente y le digo a las mujeres que tenemos que reclamar los espacios”, agregó.

Medina, también secretaria de Acedga, una asociación de cafeteros con más de 80 miembros, resalta la importancia de las mujeres en el sur del Tolima. Dicen, entre otras cosas, que para ellas es necesario la formación constante.

“El llamado a las mujeres del sur del Tolima a que sigamos participando, nos capacitemos y dejemos de estar ‘apagaditas’. La riqueza y los cambios en esta región, en gran parte, la hemos provocado nosotras”, finalizó.

 

La búsqueda histórica de la paz del sur del Tolima.

El café, impulsor del cambio del sur del Tolima.

La historia de los pijaos más allá de la identificación regional.

Los PDET, un avance hacia la paz del sur del Tolima.

Planadas, cuna de la violencia y pionera de la Paz.

Las luchas sociales por el renacer de Ataco.

Chaparral, tierra de grandes y capital del sur del Tolima.

El NO a regresar la violencia de Rioblanco.

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Credito
CAMILO JIMÉNEZ

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