Sin claridad

¿Alguien puede levantar la mano para decir, con total precisión, cómo se moverán los activos financieros en los próximos meses? Pero más aún, ¿alguien puede ver atrás y decir que predijo, con total precisión, el desempeño de la mayoría de activos financieros durante el año anterior?

Una cosa es predecir la tendencia, otra diferente es la precisión con la que se estimen las cosas. Esto tiene serias implicaciones desde un punto de vista conductual, pues ‘pegarle’ a la tendencia es la primera parte, pero saber dónde parar es una muy diferente. Por ejemplo, la tendencia el año pasado indicaba a muchos que el precio del dólar debía subir, y que quizá podría ubicarse por encima de un nivel de $2.100 frente al peso colombiano. Pero de ahí a que alguien haya dicho que llega a $2.500, hay un trecho bien grande.

El problema con este tipo de cosas es que empieza a funcionar en contra del inversionista o del analista en este caso, una serie de sesgos cognitivos o emocionales que no le permiten tomar las decisiones más adecuadas en muchos casos.

Quiero con esto decir que una vez llegado a $2.100, el analista tiene que empezar a pensar si ya el nivel es suficiente o si aún la tendencia puede continuar. Pero somos humanos y es en ese momento donde las emociones nos ganan.

Lo más racional en ese caso, sería salirse: finalmente, el precio está donde inicialmente habías predicho. Pero empieza la segunda parte de la cabeza (la irracional, por supuesto) a preguntarse: ¿será que sigue subiendo? Y si me salgo ahora, ¿será que puedo perder una valorización mayor?

La falta de claridad de los mercados pone a los analistas en una situación muy compleja al igual que lo hace con los inversionistas. No me malinterpreten, los analistas son muy buenos, pero en estos casos la humildad es necesaria.

Les repito, una cosa es determinar la tendencia, otra muy diferente es saber los niveles.

Credito
MANUEL FELIPE GARCÍA OSPINA Especial para EL NUEVO DÍA

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