Alerta roja por otras adicciones

Preocupa a los especialistas la creciente adicción juvenil a los inhalantes, alcohol y narguila, entre otras.

 Los padres que miran el consumo de sustancias sicoactivas como un problema de otros pueden estar muy lejos de la realidad en la que se mueven sus hijos. 

Frases como “el sacol es para pobres”, “la marihuana no crea adicción” o “el pelao es machito porque desde chiquito se enseñó al aguardiente”, se escucha con frecuencia, pero no se sabe la problemática que se esconde detrás de ellas. 

La propuesta del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de crear centros de consumo controlados para disminuir los índices de violencia asociados al consumo de drogas, levantó un avispero que se reavivó con la iniciativa del procurador Alejandro Ordóñez de convocar a un referendo sobre la legalización de las drogas. 

Aunque buena parte de la discusión se centra en el riesgo que representa la marihuana, que según el Reporte Mundial de Drogas 2012 de la Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (Onudc) es la sustancia que más se consume en el mundo (entre 119 millones y 224 millones de personas), en Colombia hay preocupación por el aumento en el consumo de inhalantes como el dicloruro de metilo, más conocido como Dick.  

Este es un solvente de uso industrial, considerado por los jóvenes como de “uso recreativo”, que se puede conseguir en cualquier ferretería. 

El II Estudio nacional de consumo de sustancias sicoactivas en población escolar en Colombia, señala que 93.063 estudiantes de 6 a 11 grado lo consumieron en 2011. De ellos, 58.853 tenían entre 13 y 15 años. 
Licor, el inicio de la cadena

Para Gustavo Pérez, director de la Fundación Nuevos Rumbos de Bogotá, lo más preocupante es que la cadena del consumo en los adolescentes empieza a los 11 años con el alcohol, sigue con el cigarrillo, continúa con la marihuana y de ahí se puede pasar a otras sustancias. 

“Es raro encontrar una persona que consuma drogas sin que antes haya consumido alcohol”, indicó Pérez, quien recordó que un estudio realizado por su fundación concluyó que la situación en Antioquia, Boyacá y Cundinamarca es complicada. Esto contrasta con lo que pasa en la Costa Atlántica, donde el consumo de alcohol por los menores es mal visto. 

“Cuando se dice que el alcohol es malo no es por molestar. El alcohol produce daños en el hipocampo, que es la parte del cerebro responsable de la memoria y eso no tiene arreglo”, explicó Pérez. 

Pero eso no es todo. El médico Andrés Cadavid, quien tiene una maestría en Drogodependencia, advierte que como el alcohol es un depresivo, “los muchachos que, cada vez están menos preparados para superar obstáculos, van a una fiesta, se emborrachan, se toman las pastillas que hay en el botiquín de la casa y se intoxican”. 

Y es que según el Estudio de consumo de 2011, el 1 por ciento de los estudiantes consultados admitieron el uso de tranquilizantes como Rivotril, Roche Rophynol, Xanax y Valium; y estimulantes como la Ritalina y el Cidrín. 

Una narguila = 35 cigarrillos

Para el doctor Cadavid, nuestra sociedad tiene un problema de doble moral que tolera el consumo de alcohol y cigarrillo sin pensar en lo que viene detrás. 

De ahí que hay otra práctica socialmente aceptada que trae graves problemas para los jóvenes sin que los padres se den cuenta: el uso de las narguilas, que son las pipas en las que se mezcla el tabaco con sustancias aromáticas. 

“Los muchachos dicen que son aromáticas y los papás creen que no hacen nada, pero ellos no saben que a veces las mezclas que venden tienen marihuana. Además, una narguila completa equivale a fumarse 35 cigarrillos. ¡Imagínese el daño pulmonar!”, explicó Cadavid. 

La otra sustancia que preocupa a Pérez y a Cadavid es el sacol, que era considerado como una droga “de pobres”. Su uso se extiende porque los muchachos lo pueden tener en su casa con el argumento de que lo necesitan para una tarea del colegio. “Se pegan su viaje y ya, pero eso produce graves daños cerebrales”, recordó Cadavid. 

Pero hay otra plaga: la heroína, cuyo consumo está asociado al contagio del VIH y la hepatitis C, y su tratamiento puede costar hasta 500 millones de pesos. 

Pérez indicó que un estudio realizado por Nuevos Rumbos, señala que “Antioquia es el departamento en el que se presentan más muertes por sobredosis en el país”. 

Para el doctor Cadavid, la heroína es una droga costosa y no tan fácil de conseguir. Por eso, buena parte de las víctimas son muchachos de familias acomodadas. “Para ellos no es fácil reconocer que el muchacho estaba consumiendo y falleció”.

Credito
COLPRENSA

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