Cuando los colombianos leían sobre acoso sexual en Hollywood, se deleitaban con el morbo que esos temas despiertan. Eso produjo un debate sobre cuál es la frontera entre el coqueteo y el acoso, que no ha sido resuelto hasta la fecha. Pero pocos anticipaban que esa ola pudiera llegar al país y no en relación con el mundo de la farándula, sino con el de la política. Una columna de Claudia Morales fue el detonante. La reconocida periodista escribió: “Una mujer joven termina su jornada laboral, llega a su hotel, se baña y se arregla para salir a cenar con una pareja de amigos. Alguien golpea en su habitación. Ella mira por el rabillo de la puerta, es su jefe. Abre, Él la empuja. Con el dedo índice derecho le ordena que haga silencio. Le hace preguntas rápidas mientras la lleva hacia la cama. Ella, que siempre tiene fuerza, la pierde, aprieta los dientes y le dice que va a gritar. Él le responde que sabe que no lo hará. La viola”.?
A renglón seguido, Claudia aclara que estaba contando su propia historia y que por miedo no revela el nombre de su atacante. Pero deja muchas pistas. Dice que se trata de un hombre tan poderoso que de denunciarlo terminaría arriesgando su propia vida. Agrega que otra razón para no revelar la identidad era proteger el cargo de su padre. Aunque ella no lo especificó, en el momento de los hechos era el segundo al mando de la Fuerza Aérea.
En una ronda de entrevistas a varios medios de comunicación dejó en el aire nuevas señales. Describió a su exjefe como “un político que lo oyen y lo ven todos los días, a quien ningún escándalo lo afecta… Es capaz de muchas cosas… Ha demostrado que nada de lo que ocurra a su alrededor le puede hacer daño, ya que tiene todo el poder para salirse con la suya”. También comentó que nunca pensó que su columna fuera a tener semejante revuelo. Y expresó que “muchos de mis antiguos jefes me han contactado en los últimos días”, pero aclaró que la persona que la violó no la ha contactado.
En todas esas declaraciones reiteraba que bajo ninguna circunstancia iba a hacer pública la identidad de su violador. Eso dio pie a especulaciones sobre muchas personas que habían sido sus jefes. Sin embargo, como huevo es y gallina lo pone, en los corrillos se llegó a la conclusión de que se estaba refiriendo al expresidente Álvaro Uribe. No obstante, por respeto al exmandatario nadie en el país se atrevió a publicar el nombre. El primero en hacerlo fue el periodista norteamericano Jon Lee Anderson, una de las estrellas de la revista The New Yorker, quien envió el siguiente trino: “#YoTambién es el equivalente en América Latina de #MeToo. En Colombia se está produciendo un ruido en medios sobre violaciones presuntamente cometidas por el expresidente Álvaro Uribe Vélez”. Uribe, quien no se había manifestado hasta la fecha, contestó indirectamente por ese mismo medio: “Omito comentar sobre el burdo ataque político, he sido decente con las mujeres a lo largo de mi vida. Nuestra oficina de prensa debe publicar viajes presidenciales en cuya comitiva estuvo la señora, nombre de las personas que estaban a cargo de la seguridad y sus obligaciones”. Después de esto, el Centro Democrático procedió a publicar el listado de los viajes al exterior en los que Claudia formó parte de la comitiva presidencial como jefe de prensa internacional. A primera vista el documento no aclara nada. Simplemente enumera una serie de viajes, países, hoteles y personas que hacían parte de la comitiva. En algunos de estos viajes ella coincidía con el expresidente en el mismo hotel y en otros no.
El comunicado del Centro Democrático que acompañaba la bitácora señalaba que “recientemente el coronel retirado Mauricio Miranda, actual esposo de Claudia Morales, solicitó al señor expresidente Uribe la autorización para utilizar su nombre como referencia profesional, a lo cual el expresidente accedió por gratitud y aprecio al servicio prestado del coronel Miranda”. El mensaje estaba claro. El Centro Democrático sugería entre líneas que si el episodio en cuestión hubiera ocurrido, era poco probable que el esposo de la periodista hubiera acudido al expresidente en busca de una recomendación muchos años después.
Claudia Morales había tenido una amplia trayectoria profesional. Empezó con Juan Carlos Pastrana en La Prensa. De ahí pasó a CM& con Yamid Amat. Después Andrés Pastrana la nombró en la embajada de Colombia en Washington. Al llegar Uribe a la Presidencia la nombró jefa de prensa internacional. Después trabajó en La W con Julio Sánchez; en RCN con Yolanda Ruiz; en Caracol Radio con Darío Arismendi en 6 AM Hoy por Hoy; y en La luciérnaga con Hernán Peláez y Gustavo Gómez. Uno de sus últimos trabajos en Bogotá fue en SEMANA antes de retirarse e irse a Armenia, desde donde ha sido columnista de El Espectador.
Pocas periodistas tienen esa hoja de vida. En todos esos cargos ella se destacó por su seriedad y profesionalismo, y siempre se ganó el respeto de sus compañeros de trabajo. En cuanto a su vida privada su primer marido fue Rafael Nieto Loaiza, uno de los cinco precandidatos del Centro Democrático. Después de su divorcio, trabajando para Álvaro Uribe, conoció al coronel retirado Mauricio Miranda, quien en ese momento era el segundo al mando en el esquema de seguridad del presidente y con quien se casaría más tarde. En el listado del Centro Democrático aparece Miranda como parte de la comitiva presidencial en la mayoría de los viajes publicados.
Al cierre de esta edición, el tema que había sido tratado con discreción durante la semana finalmente explotó en público. El Espectador, sin tomar partido, criticó el oportunismo político con el que se ha manejado todo el asunto. La periodista Paola Ochoa ha sido la voz más fuerte en este debate en defensa de las mujeres, exigiéndoles, no solo a Claudia, sino a todas las periodistas y actrices famosas del país, no ocultar los abusos a los que han sido sometidas. En privado muchas de ellas expresaron su desacuerdo ante lo que da por hecho la periodista.?
El viernes por la tarde un trino de Paola Ochoa aumentó la presión: “Ya en este punto, si no fue Álvaro Uribe, entonces Claudia Morales está en la obligación moral de decirlo. Y si se mantiene el silencio, es un silencio acusador”. Ya en ese punto la familia de Álvaro Uribe, por medio de Jerónimo, el hijo menor, hizo pública su posición. “La realidad hoy es que el propósito de Claudia Morales está derrotado: está plenamente politizada su violación, cuestionado su derecho al silencio, más víctimas con miedo a romperlo, menos con derecho a guardarlo y el foco distraído del problema de fondo, el abuso sistemático a la mujer. Los causantes de la derrota están felices por la creciente mención de Álvaro Uribe como presunto victimario. Para ellos, el relato de Claudia Morales ha sido un instrumento político. Si Uribe no se pronuncia ‘¿Por qué guarda silencio si siempre responde?’, si se pronuncia ‘explicación no pedida, acusación…’, si no publica los viajes ‘¿qué tiene que esconder?’, si los publica completos ‘fueron varios, eso refuerza la teoría; sospechoso que no haya tal dato’, si Claudia Morales no desmiente ‘silencio acusador’(…) si lo desmintiera dirían ‘no le quedaba de otra ante un ser tan peligroso’”.?
Si antes el país estaba polarizado, nunca lo había estado tanto como alrededor de este tema. Por lo general, las convicciones políticas condicionan las posiciones de la gente. Para los antiuribistas la violación ocurrió y está claro quién lo hizo; para los uribistas no es más que un burdo montaje político para sabotear al Centro Democrático en las elecciones; y para los neutrales pudo haber una relación, pero cada una de las partes la interpreta de modo diferente.
¿En dónde parará esto? Mientras Claudia Morales no revele el nombre, habrá mucho ruido, pero se olvidará pronto. Si dice que fue Uribe, la polémica quedará en la palabra del uno contra el otro. Y si dice que no fue Uribe, la polémica volverá a empezar.
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