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En plena recta final para las elecciones, Bolsonaro se dirigió a Petrolina y Juazeiro, ciudades enclavadas en el corazón del noreste del país, una región en la que Lula tiene su mayor fortín electoral y donde el antiguo sindicalista nació hace 76 años.
El líder de la ultraderecha volvió a mostrar su innegable poder de convocatoria, movilizó a miles de personas, encabezó unas grandes caravanas de motos, se mezcló entre sus seguidores y hasta se montó en un cebú ataviado hasta en los cuernos con símbolos de su campaña, con los colores verde y amarillo de la bandera nacional.
“Nuestra bandera jamás será roja”, corearon miles de personas en sendos actos, en los que Bolsonaro volcó su retórica anticomunista y exaltó los “valores conservadores” que defiende y resume en el lema que ha adoptado para esta campaña: “Dios, patria y familia”.
Final de campaña
Según una amplia encuesta divulgada el pasado lunes, Lula concentra la mayor parte de sus apoyos en dos estratégicas regiones: su noreste natal y el sureste, que incluye a los estados de Sao Paulo, Minas Gerais y Río de Janeiro, los tres mayores colegios electorales del país.
De acuerdo a ese sondeo, que coincide en líneas generales con otros, Lula tiene unas intenciones de voto del 45% en el sureste, frente al 33% que se le atribuye a Bolsonaro. Un cuadro muy similar al nacional.
En el noreste, donde el líder de la ultraderecha busca recortar diferencias en el tramo final de la campaña, la ventaja de Lula es mucho mayor.
Según esa última encuesta, el candidato progresista tiene un 62% de las preferencias, en tanto que Bolsonaro suma un escaso 23%.
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