Eran aproximadamente las 6 a.m. cuando la mujer llegó a la calle 16 con carrera octava.
La fila estaba larga, de unas dos cuadras, y Araminta con sus 71 años a cuestas tomó un lugar en la fila.
Después de casi una hora de estar de pie, aguantando el frío inclemente de la mañana, Araminta empezó a sentirse mal y cuando faltaban unos pocos minutos para las 7 a.m. se desplomó.
Los otros abuelos que estaban haciendo la larga cola con ella trataron de auxiliarla, pero la mujer no respondía.
Con ayuda de varios agentes de Policía y de un patólogo que estaba entre la cola, le prestaron los primeros auxilios.
Luego de la reanimación, el patólogo dictaminó que no tenía signos vitales y que posiblemente había muerto fulmina por un infarto al miocardio.
Tirada
Los uniformados que atendieron el caso buscaron entre las pertenencias de la mujer y encontraron un recibo en su bolso, de donde sacaron el teléfono de un familiar.
Minutos más tarde un hijo y una hija de Araminta llegaron al lugar para encontrarse con un panorama “desolador, inhumano”, en sus propias palabras.
Vieron a su madre muerta, tirada en el piso, rígida y con la piel amarilla.
De inmediato se abalanzaron sobre el cuerpo inerte de su progenitora. La abrazaban, la movían, como si guardaran la esperanza de que aún estuviera viva.
Pedían una ambulancia o una patrulla con desesperación para trasladarla, pero los uniformados presentes les decían que eso no era posible, que tenían que esperar al equipo de la Fiscalía para que se hiciera cargo del levantamiento.
“Cuánto tiempo tengo que esperar para que la recojan”, gritaba desesperado el hijo de la señora.
Finalmente, cuatro horas después desde que se presentó el fallecimiento, efectivos de la Sijín de la Policía llegaron al sitio y levantaron el cuerpo de Araminta en medio de la indignación de familiares y transeúntes por la demora
Araminta Ruiz de Daza era natural del municipio de Guateque, Boyacá, y pensionada del Seguro Social. Pasaba sus días disfrutando de su retiro y compartiendo de su numerosa familia. Tenía nueve hijos y por lo menos 14 nietos.
Según sus familiares, Araminta sufría de tensión arterial alta, que al parecer le produjo el paro cardíaco que terminó con su vida.
Como siempre lo hacía los primeros días de cada mes, Araminta Ruiz de Daza salió de madrugada de su casa del barrio San Cristóbal sur para dirigirse al centro de la ciudad, a una entidad bancaria donde usualmente reclamaba el dinero de su pensión.
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EL NUEVO DÍA
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