Ucrania: La ‘línea roja’ entre Rusia y Occidente

Crédito: Fotoilustración / EL NUEVO DÍA
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En las últimas semanas la tensión entre Rusia y Ucrania ha ido en aumento. Los movimientos militares del Kremlin, acumulando tropas de combate en la zona fronteriza de la antigua república soviética, presagian lo peor. Mientras el presidente Vladimir Putin muestra ‘sus dientes’, Occidente amenaza con sanciones.
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Ucrania se ha convertido en el centro de las disputas geopolíticas entre Rusia y Occidente.  Allí se exhiben sus líneas rojas, músculo militar, despliegue armado, retórica hostil, amenazas constantes y fricciones casi permanentes en las costas del mar Negro.

En todo este contexto, la tensión de un conflicto que se ‘cocina a fuego lento’ ha ido escalando, y los temores de Ucrania, Estados Unidos y Europa de una nueva guerra se calientan.  

Ucrania, un país de Europa Oriental y con alrededor de 44 millones de habitantes, ha sido el escenario desde 2014 del conflicto del Donbás, una zona al este del territorio, donde separatistas prorrusos combaten con el apoyo político y militar del Kremlin. Esta guerra ha cobrado la vida de  unas 14.000 personas y dejado 1,5 millones de desplazados, según la ONU. 

Pese a los Acuerdos de Minsk, suscritos en septiembre de 2014 y en febrero de 2015, aún la violencia persiste. Kiev acusa Moscú de seguir echando gasolina al conflicto en el este del país.

Otro precedente del rompecabezas geoestratégico en esta convulsa región: Rusia anexó de facto, en febrero de 2014, la península ucraniana de Crimea tras una invasión militar. Esto le valió sanciones económicas y medidas restrictivas por parte de la comunidad internacional, que antes que un factor de disuasión y presión, solo han agravado el problema. 

Con estas intervenciones, Moscú quiere asegurar su zona de influencia desde la caída de la Unión Soviética en los 90. Sumado a ello, Ucrania, que proclamó su independencia en 1991, forma parte de su identidad histórica, ya que Kiev fue su primera capital.

De hecho, el presidente Vladimir Putin ha dicho abiertamente que Rusia, Ucrania y Bielorrusia deben estar juntas porque es una cuestión de historia.

Las ambiciones territoriales de Putin son claras, en especial evidentes con su anexión de Crimea, opina Daniel Raisbeck, historiador y analista internacional.

Desde un punto de vista histórico, recuerda que Rusia “considera al Rus de Kiev, un reino medieval, como ancestro del Estado ruso moderno, y menosprecia el posterior desarrollo de una identidad ucraniana, lo cual condujo al Estado independiente de 1917, de breve vida”.

Para Louis Monroy Santander, profesor de Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana, no es tan clara la intención de Rusia sobre si pretende invadir o una muestra de fuerza para lograr ciertas concesiones del mundo occidental.  

Ataque inminente

Lo que sí es evidente, a juicio del investigador en conflictos, es que “su preparación militar ha generado preocupación entre mandatarios de países occidentales, quienes sienten que Rusia está en capacidad de iniciar un ataque en cualquier momento”.  

Según Monroy Santander, las acciones de Rusia se interpretan como una preparación para conducir operaciones militares a gran escala en la región, si bien ha rechazado oficialmente su interés de atacar Ucrania, “pero que quiere una garantía de los países occidentales de que Ucrania no entre a hacer parte de la Otan”.

Kiev aspira a ser miembro de la alianza transatlántica como un mecanismo de defensa ante la amenaza del Kremlin, que a su vez no quiere bajo ninguna manera que haya personal y armamento de la Otan en territorio ucraniano, pues sería una amenaza directa a su seguridad. Un misil en Ucrania entraría en siete minutos a Moscú, estiman expertos en defensa militar.

Además el Kremlin está convencido de que el presidente ucraniano Vladimir Zelensky, la Otan y EE.UU. están conspirando para retomar la península de Crimea, hecho que significó un punto de inflexión en la crisis regional. 

En caso de una intervención directa de Rusia, que no se ve muy clara hoy, habrá sanciones y un impacto económico muy fuerte. 

Al respecto, el docente universitario Rubén Sánchez explica que la economía rusa depende del petróleo y el gas que venden a la Unión Europea, “pero particularmente Alemania depende también del gas ruso que llega a través de Ucrania”. 

Raisbeck destaca en ese sentido que Putin está aprovechando “la ventaja estratégica que le otorga el suministro de gas a Europa en medio de la crisis energética, lo cual apalanca su poder frente a la Unión Europea”.

Lo cierto es que hay mucho en juego. Los costos de una posible guerra superan los beneficios, lo que conllevaría importantes riesgos para la economía y la estabilidad política mundial. No resuelve los problemas de seguridad clave en la región del mar Negro, y sí crearía otros nuevos.

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Credito
 ÁNGELA CASTRO ARIZA

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