Por qué hablar de feminismo desde la primera cita

Columnista Invitado

En una charla reciente con una de mis mejores amigas profundizamos sobre las artes y ciencias de ligar.
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Nosotras, como cada vez más mujeres contemporáneas, hemos emprendido el largo camino de hallazgos, cuestionamientos y resoluciones que ha llevado a descubrirnos como feministas. Un camino en el que aparece reiteradamente una señal en forma de incómodas preguntas: ¿por qué parece cada vez más difícil conocer a alguien que valga la pena? ¿Estamos esperando demasiado de ese alguien? ¿Será mucho pedir a los hombres que estén dispuestos a hablar, pero sobre todo a escuchar y aprender de feminismo? Aprovecho esta oportunidad para compartir algunas reflexiones de esa conversación; hoy sabemos que, lejos de asuntos light, las relaciones personales también son actos políticos.

Generalmente, cuando se trata de citas y conquistas, las mujeres pretendemos encajar. A todas (unas más que otras) nos han enseñado a ceder en creencias, deseos y necesidades para que todo, aparentemente, marche de maravilla. En mi caso, aún reconociéndome independiente y poco complaciente, también he caído ahí y he pagado un costo alto por darme cuenta de que, a la larga, reprimirme no facilita nada. Ahora, prefiero hablar de y actuar desde la igualdad en el primer encuentro y lo que siga en adelante.

La igualdad de género es la gran apuesta de nuestra generación. El feminismo de hoy, gracias a las luchas que dieron otras en los años 60 y antes, es mucho más ambicioso y se cruza con otras tantas causas. En consecuencia, discutir sobre los cambios sociales y de cómo los percibimos en la intimidad es muy importante en una conversación con una potencial pareja, no un tema delicado o fuera de la mesa. Yo fui criada entre la política y el periodismo, y agradezco esta combinación porque me enseñó a controvertir y también a reformular cuando cabe hacerlo.

Asimismo, sucede que llegamos a un punto en el que no queremos que pasen meses o años para requeteconfirmar, de manera cada vez más dolorosa, que los valores, visiones y aspiraciones de nuestra pareja se oponen fundamentalmente a los nuestros. Sería absurdo esperar que todo el mundo se declare feminista, pues, en últimas, puede ser una etiqueta de conveniencia, ignorando sus implicaciones (no es quién abre la puerta o paga la cuenta sino por qué; no es llamarse “cero machista”, sino serlo con acciones concretas, empezando por callarse un rato y escuchar). Pero a estas alturas de la historia, sí creo que el compromiso con la existencia plena de las mujeres es una expectativa razonable sobre alguien con quien aspiremos a trascender. 

Si las relaciones personales son un reflejo de la sociedad en que vivimos, la cotidianidad nos muestra que dar con alguien que realmente nos prenda no está tan fácil como quisiéramos. Para lograrlo, nos hace bien dejar de idealizar los vínculos, las historias y a las personas; podemos aprender y tal vez cambiar, pero seguir siendo tolerantes con el machismo no es la dirección. En el camino a una sociedad igualitaria y a un amor (o cualquier otro tipo de relación) justo, libre, bueno, sano, honesto y correspondido, más vale compartir nuestro tiempo y nuestras fuerzas con aquellos seres dispuestos a ver la luz de justicia, dignidad y libertad que enciende el feminismo. ¿Hay algo más sexy y necesario hoy?

PAULA DELGADO MORALES

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