El ilusionismo político


La emperatriz Catalina la Grande tuvo bastantes amantes, pero su preferido, el teniente Gregory Potemkin, se convertiría en el artífice del acto de ilusionismo político más grande de todos los tiempos.

El joven y ambicioso oficial persuadió a su amante que lo designara gobernador de la península de Crimea. Su talento seductor pudo más que su impericia como gobernante en la decisión de su amante. Tras tres años de un pésimo gobierno y luego de mantener informada a la emperatriz sobre los prodigios de su gestión en la península, arreglo un viaje de estado con ella por la región. Catalina y su corte fueron embarcados en un palacio flotante por el rio Dniper. A lo largo de su travesía los campesinos salían sonrientes por las orillas a saludar a su emperatriz, las casas y techos de las villas sobre las márgenes lucían impecables, en sus paradas encontraban a todos ocupados en toda suerte de labores y eran agasajados por pobladores con nuevas vestimentas y dando testimonio de la prosperidad que había traído el nuevo gobierno. La realidad era otra, salteadores de caminos asolaban el país y los padecimientos de la población eran terribles en todos los frentes; Potemkin no se dedicó a gobernar, se aplicó a  la tarea de preparar el viaje de su amada, eso le resultaba más fácil.

Pareciera que el presidente Santos no ha obtenido su inspiración política de los grandes estadistas, empezando por su predecesor, sino de los grandes ilusionistas. El discurso de esta semana en el puente de Boyaca y la entrevista con Yamith Amad parecían más intervenciones de un prestidigitador que el de un gobernante serio. De sus éxitos en la seguridad nos pone como testigos a las FARC aludiendo a un ignoto correo electrónico que nadie conoce donde los terroristas califican mejor a Santos que a Uribe en la materia. Nos dice el presidente que durante su administración se dieron los dos más grandes golpes contra las FARC, pero no nos explica que esas operaciones venían en marcha desde el gobierno anterior y que su éxito se debió al debilitamiento de la guerrilla y paralelo fortalecimiento del ejército tras ocho años de seguridad democrática. También nos cuenta que los ataques desbordados de la guerrilla ocurren porque ahora si los han sacado de sus madrigueras, si así fuera, entonces habría que volverlos a a meter allí para que dejen de asesinar a tantos colombianos. Sobre Timochenko  nos dice que si está en territorio Venezolano, pero que Chavez está colaborando con su captura, así lo evidencia su diligencia en capturarlo cuando le han informado de su ubicación, solo que al momento en que llegan al sitio siempre se acaba de fugar. Del presidente Uribe se refiere como un gritón que insultaba a la gente, pero no se da cuenta que es él quien insulta la inteligencia de todos los colombianos con sus números ilusionistas.

No alude el presidente al fracaso de reformar la justicia, tampoco nos habla del descalabro en la reforma educativa, ni una palabra sobre el derroche estatal, menos se refiere a la crisis carcelaria, tampoco nos menciona el estancamiento del sector agropecuario, y ni qué decir del caos en la salud. Al gobierno Santos solo le queda por mostrar aquello bueno que inercialmente venia del gobierno anterior, pero que cada vez está más amenazado, como es el caso de  la inversión extranjera.


Lo grave es que los gobiernos ilusionistas no saben corregir el rumbo, pues siempre están enfocados en la percepción y no en la raíz de los problemas, de tal suerte que ante una falla en la percepción no queda otra fórmula que profundizar en los albures ilusionistas.


La vuelta a Colombia de Santos es como el viaje de Catalina por el Diniper, solo que en este caso es al pueblo a los que nos quieren montar en un palacio flotante para observar los prodigios del gobierno. Y los medios, que en el gobierno de Uribe hicieron tanto por tratar de convencer al pueblo de que lo que veíamos no era cierto, hoy se empeñan en hacernos ver lo que no existe. Pero esos trucos, por fortuna, ya no funcionan en la era del Twitter. 

Credito
FRANCISCO JOSÉ MEJÍA

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