Solución compleja, pero no difícil (II)

Alberto Bejarano Ávila

En sociedades hoy modernas y prósperas y en alguna época atrasadas, la historia dice cómo sus grandes cambios tuvieron un comienzo, pero, con plena certeza, señaló que en el Tolima el cambio jamás empezará si insistimos en hacer lo mismo que siempre hicimos bajo la tesis del progresismo difuso e imbuido de talante caudillista y mesiánico que “ni cosquillas hace” a las hegemonías cleptómanas que solo cambian su mascarón.
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Con silencios como respuesta suelo opinar que solo podremos iniciar el cambio regional creando un colectivo democrático con enfoque territorial (todo el Tolima) que unifique a los municipios; con vocación de poder para restaurar el territorio y orientado por esta premisa fundamental: el desafío de construir el desarrollo tolimense es distinto al desafío de propiciar el cambio nacional. Lo explico…

En las tertulias constatamos cómo muchos tolimenses anhelan un cambio en el Tolima porque “la cosa política” jamás cayó tan bajo, pero también apreciamos como parte significativa de los indignados, por razones respetables, no comulgan con el gobierno del cambio. Ello pone en evidencia que el cambio tolimense es propósito distinto al del cambio nacional y que no ver tal dualismo para asumir posturas políticas obstaculiza la unidad por el cambio tolimense y facilita que afloren paradojas, como debilitar el cambio nacional por la parálisis regional y oxigenar caciques locales en el gobierno del cambio. Por ello un neo progresismo regional tendría que ser bifocal, pues debe respetar toda postura nacional, así no la comparta, y debe forjar unidad para reconstruir al Tolima porque, a la larga y en razón a que Colombia es país de regiones, transformando al Tolima, transformaremos a Colombia.

Tal dualidad debe asumirse perspicazmente porque los cambios nacionales ayudan al Tolima (reforma agraria, reforma a la salud, descentralización, sistema de participaciones, inflación freno al poder plutocrático y político), pero si el Tolima no cambia, seguirá siendo entorno feudal y sus erarios, en vez de exaltar el civismo, la modernidad y el desarrollo, continuarán siendo trofeos para el pillaje inmoral, cínico y estúpido. También aludía al enfoque territorial en un eventual neo progresismo, porque hoy el Tolima es una atomización municipalista que le impide ser masa crítica para obtener peso político nacional y global, pues cada municipio fue convertido en coto de caza electoral y así nunca será parte constitutiva de una globalidad sistémica y sinérgica que, para progresar, tiene que estar unida por la identidad y las teorías regionalistas y no dividida por exógenos intereses clasistas, politiqueros y oligopólicos.

Porque no hay otra solución, afirmo que el Tolima requiere de identidad política propia que permita la unidad por el progreso, unidad inviable desde ortodoxias de derecha o izquierda, pero viable en el neo progresismo regionalista (se supone ético) donde quepamos todos, así disintamos en lo nacional (“unidad en la diversidad”). Obvio es creer que el neo progresismo regional, como colectivo autónomo y respetuoso de otras orillas políticas, suscitaría la unión y eliminaría esa verbosidad innocua que acaba acolitando una realidad decadente y venal.

Alberto Bejarano Ávila

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